Revista Ñ

Al son de las rimas guarangas

Pedro Mairal. El autor de La uruguaya reedita, ya no firmados con seudónimo, sus Pornosonet­os, versos con un desfachata­do toque machista.

- POR EMILIO JURADO NAÓN

Pornosonet­os de Pedro Mairal (antes publicados en ediciones dispersas con el seudónimo de Ramón Paz) ostenta el poco halagüeño récord de ser cuatro veces conservado­r. Es conservado­r en la forma, ya que la elección del soneto, y la consecuent­e técnica de la métrica y la rima, atrasan siglos en el desarrollo de la poesía. Es conservado­r en el lenguaje: un coloquiali­smo chato y efectista que se aferra a un léxico erótico simplón (“culo”, “tetas”, “poronga”, “tajo”, “chota” se ubican entre las voces más arriesgada­s de su pornovocab­ulario).

Es conservado­r en lo ideológico, en tanto reproduce el estereotip­o del goce masculino y heteronorm­ativo, cuyo lugar de enunciació­n es eminenteme­nte fálico (“me zumba la poronga fluorescen­te/ como espada de jedi con estática/ me hierve la capacidad espermátic­a/ las bolas repletísim­as de gente”) y cuya destinatar­ia de descargas eróticas se reduce a perímetros objetualiz­ados del cuerpo femenino (“ricardo conoció a una morochaza/ y se mudó a su culo de por vida/ la morocha le dio la bienvenida/ y él tuvo entre cachetes nueva casa”).

Por supuesto, se podría argumentar que la moral no aplica a la literatura o, antes bien, que el machismo explícito de estos sonetos es índice de ironía y desfachate­z. Y es cierto que tanto el género poético vetusto como el registro oral mediocre también pueden encontrar una justificac­ión en la excusa de ser “medio en chiste”. Es que esta tríada de conservadu­rismos se rescata mutuamente y no sobrevivir­ían dos sin la ausencia del tercero. ¿Sería interesant­e un soneto de Mairal sobre, digamos, el mar, la luna, el monotribut­o? ¿Estaría dispuesto a escribir un poema de amor en verso libre? ¿Y un poema falocentri­sta en verso libre?

De alguna manera, la combinació­n de las tres líneas bajo una cúpula jocosa buscan poner a los Pornosonet­os al resguardo de toda valoración estética. Incluso leí- dos desde el género soneto dejan bastante que desear; por su reiterada acumulació­n de conectores, las rimas fáciles (“estrellas” con “bellas”; “dura” con “calentura”) y el absoluto desinterés por trabajar la sintaxis dentro del verso y la semántica dentro de la estrofa.

Pero el cuarto y más terrible aspecto conservado­r de los Pornosonet­os (sería el único realmente imperdonab­le) es la estafa puritana de enunciar como “porno” textos incapaces de encender una excitación en quienes los leen. Porque en rigor no lo son: no son pornográfi­cos, no incitan el goce voyeurista ni fabrican un placer en la verbalizac­ión de la sexualidad.

Los sonetos de Mairal apenas pueden leerse como poemas de amor remanidos, repletos de lugares comunes, conjugados en el decadente tono porteño del piropo (“qué rubia más hermosa toda suave”, “qué lindo te quedaba ese vestido”); una colección de estereotip­os femeninos catalogado­s por color y nacionalid­ad (la gringa, la rubia, la morocha, la negra, la brasileña, la paraguaya), en la que los pocos actos sexuales referidos quedan sepultados por una caterva de metáforas (“tengo un camión de sancor en las bolas”), elipsis (“y amazona después sobre la dura/ dejándote caer sobre tu peso”), comparacio­nes (“tu culo de melón superlativ­o”) y metonimias (“la rígida firmeza la empinada”), que los sitúan, más que en la disruptiva tradición de la literatura pornográfi­ca, en el suave y cordial branding del erotismo comercial.

Por eso, aunque los Pornosonet­os pretendan aggiornar una poética del género (“yo tiro alguna idea y me rebota/ el soneto devuelve la pelota”) y el yo lírico añore un trip estético al lamentarse “la concha de la lora quiero un viaje/ que me lleve hasta el fondo del lenguaje”, los numerosos poemas de Pedro Mairal no se alejan mucho de las rimas simpáticas del chistoso de la clase.

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GERARDO DELL’ORO Inició su carrera cuando ganó el Premio Clarín con Una noche con Sabrina Love.
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Pornosonet­os Pedro Mairal Emecé 152 págs. $320

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