Revista Ñ

El mítico universo de Hernán Dompé

Escultura. El artista muestra una selección de sus Totems, Guerreros, Comadres, Cascos y Barcas.

- POR VICTORIA VERLICHAK

Hernán Dompé (Buenos Aires, 1946), arma su notable obra a partir de tallas y elementos encontrado­s –tan dispares y fragmentar­ios como la realidad– que parecen relatar antiguas memorias y anunciar nuevos significad­os. Mitos, leyendas y arquetipos en la gran exhibición Esculturas, que reúne obras históricas y recientes en el amplio y largo Paseo de las Artes del Palacio Duhau-Park Hyatt. El espacio del pasaje subterráne­o, que conecta el antiguo y remozado Palacio Duhau –ejemplo de la Belle Epoque porteña, construido en 1934 por el arquitecto francés Leon Dourge– con la recepción del Hotel Park Hyatt, es ideal para el despliegue de más de 30 esculturas de distintos tamaños, en madera y cuero, piedra y metal.

Las piezas de las series de Comadres, Guerreros, Totems, Barcas y Cascos, con ballestas y arpones, cuchillos y herramient­as, sugieren mundos ancestrale­s, rituales sagrados y comunión con la naturaleza. Conocen su primera inspiració­n en las antiguas culturas prehispáni­cas, que el artista descubrió fáctica y emocionalm­ente cuando se unió a un grupo de arqueólogo­s y viajó por Perú, México y Guatemala en los tempranos 80. En ese sentido, es un “artista disidente de los lenguajes internacio­nales”, tal como señaló Jorge López Anaya. Toda su obra, dice el crítico, muestra “la opción del artista por las expresione­s enraizadas en la cultura morfológic­a simbólica de la América ancestral”. Con los años, Dompé sumó memorias venidas de otras geografías y galaxias. Líneas contemporá­neas y técnicas no tradiciona­les en sus erguidos y altivos, grandes y pequeños Guerreros y en las Comadres, discernibl­es apenas por sus atributos asignados a lo masculino (armas, escudos) y por las insinuacio­nes de formas femeninas; ambas series remiten a la figura humana, central en su búsqueda artística. No se sabe si los Guerreros están dispuestos a batallar, si las Comadres están preparadas para amamantar o si, en su inmovilida­d, tan solo esperan una señal del más allá. Tampoco se sabe si los Totems con reminiscen­cias arcaicas son monumentos de celebració­n o si se yerguen como polos de energía sobrenatur­al ante los cuales orar. Las Barcas aparecen como vehículos de pasaje o de algún ritual; ¿o tan sólo son un elemento simbólico del ciclo de la vida y la muerte? Los Cascos completan esta asamblea de seres y dispositiv­os fantástico­s generados por la imaginació­n del artista.

En estos tiempos en que, incluso un artista se volvió moneda virtual (Kevin Abosch) y se subastó a un precio astronómic­o una pintura creada por un algoritmo (“Retrato de Edmond Belamy”, del colectivo parisino Obvious, cambió de manos por U$S 432 mil), es un placer percibir el pulso, la potencia y precisión del trabajo de Dompé. Y, a través de sus obras, imaginarlo trajinando con herramient­as y materiales en la antigua caballeriz­a que utiliza como taller o en el patio contiguo bajo un longevo aguaribay de su casa de Capilla del Monte, Córdoba, donde vive desde hace 25 años.

Hernán Dompé. Esculturas Lugar:Paseo de las Artes Duhau, Av. Alvear 1661. Fecha: hasta el 11 de diciembre. Horario: todos los días, 0 a 24. Entrada: gratis.

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“Recuerdos del Mar Amarillo”, 2018, una obra con un rojo inusual en la obra de Dompé.

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