“EL RITMO NO PUEDE SONAR CALCULADO”
BAJazz 2018. En este diálogo, Adrián Iaies, director del festival desde su creación, explica por qué la intuición, algo esencial en el jazz, funciona mejor en las mujeres. Norma Winstone es la primera cantante en la apertura.
Es un año difícil por el tema del dólar, pero me parece que es una buena manera de poner a prueba nuestras convicciones”, dice Adrián Iaies y, sin pausa, empieza a enumerar los principios que sostiene desde que lo llamaron para dirigir el primer BAJazz en el año 2008. “En la primera edición dije que no traería a nadie que ya hubiera venido a Buenos Aires. Hace once años que cumplo con esto a rajatabla. Funcionó porque el festival tiene un público que confía en la programación, aunque no conozca a los artistas. A mí me parece que la estrella del festival tiene que ser el festival mismo. La idea de no repetir también permanece. Además, las secciones del festival crecieron, especialmente la pedagógica, “El Aula”. Hacemos muchas clínicas y workshops de dos días. Y algo más: hace once años que el festival colabora con la carrera de jazz del conservatorio. Creo que la creación de esa carrera fue lo mejor que le pasó al jazz argentino. Intercambio ideas con Ernesto Jodos, su director, y nos ponemos de acuerdo en qué se necesita traer. Otra cosa que alimentó el festival y el jazz son los cruces que hacemos entre extranjeros y locales. También crecieron las sedes”. –La apertura de esta décimoprimera edición coincide con el show de Herbie Hancock en el Luna Park. ¿Qué artista compite con esa oferta privada?
–Nada menos que Norma Winstone, legendaria cantante inglesa. Es la figura más importante del jazz vocal moderno, que estuvo con Kenny Wheeler, con Fred Hersch, con John Taylor. No es conocida por el gran público. Será la primera vez que el festival abra con una cantante. El momento emblemático del festival que es la apertura, nunca había tenido una cantante. No solo eso, es la primera vez que lo abre una mujer. –¿Ya hay cupo también en el festival de jazz? –No, yo no haría esas cosas. El año pasado tenía en la grilla una cantidad enorme de mujeres. No me di cuenta de cuántas había hasta que vi la grilla ya armada. Incluso las elegí contra presiones.
–¿Presiones? ¿De quiénes?
–El año pasado, el BAJazz trajo una baterista alemana, que lidera su propio grupo. Los alemanes me querían vender cuatro o cinco nombres del mainstream. Pero yo no di el brazo a torcer.
–¿Programás a través de discos?
–Discos y videos.
–¿No podrías llevarte un chasco con esos discos y videos editados?
–No veo los videos editados que me envían. Por otra parte, en el jazz, los discos se graban en vivo. No hay presupuesto para estudios y, además, es muy difícil editar o corregir porque en un estudio tocan todos juntos y cada instrumento suena contaminado por el conjunto. Me acuerdo cuando hice los primeros discos en Barcelona, el sello era de música clásica, ahí grababa Berganza. El productor era de música clásica. Ahí me enteré el nivel de minuciosidad que tiene la edición de esa música.
–Tanto que muchas veces no se escucha el impulso de la obra.
–No me gusta escuchar nada que no sea lo que realmente pasa en el vivo. Incluso, en algunos videos se preocupan por contarte de qué trata el proyecto. Me interesa escuchar la música que hacen, no sus intenciones. Pero volviendo al tema de las mujeres, lo que sí está sucediendo es que hay muchísimas mujeres haciendo muy buen jazz. Cuando tocan bien, lo tocan mejor que los hombres.
–¿Por qué?
–Hay algo que les funciona mejor con el jazz. No sé en otros rubros musicales.
–La música clásica dio grandes intérpretes. También compositoras, pero tuvieron menos suerte en la difusión.
–Creo que a las mujeres les funciona mejor la intuición, algo esencial en el jazz: son más libres, menos prejuiciosas, mucho más afiladas por el tipo de educación que recibieron. Tocan desde un lugar intuitivo que sobre todo en ciertos instrumentos, como el contrabajo.
–¿Podrías desarrollar un poco más eso de “mejor intuición” y “tipo de educación”?
–La intuición es una de las más sofisticadas formas de la inteligencia. Es una herramienta fundamental para tocar música creativa. Me enfoco en la intuición porque ese es el mejor acercamiento al trabajo rítmico. Cualquier buen maestro –ya sea de clásico o de jazz– te dirá que trates de encarar el ritmo desde un lugar instintivo, que no lo pienses. El ritmo no puede sonar calculado. Recuerdo que Arthur Rubinstein decía algo parecido, y hablaba del swing. En ese sentido creo que la mujer ha sido históricamente educada para desarrollar su instinto, su intuición, de un modo más exhaustivo que el varón. Las mujeres estuvieron siempre en un lugar de mayor indefensión y tuvieron que aprender a “oler” el riesgo, a intuir dónde iban a sentirse más protegidas, por decirlo de algún modo. Han aprendido a confiar en esa intuición.
–Sin verlo, ¿reconocerías si el que toca es hombre o mujer?
–En el piano sí. No sé si en otros instrumentos.
–¿Qué lo diferencia? ¿Reconocés la intuición o el tipo de toque?
–Hace muchos años, Guillermo, el dueño de Minton’s, me hizo un test con Jessica Williams.
–Pero Williams es transgénero.
–Sí, claro, pero yo no sabía quién era. Dije que parecía Bud Powell pero que el disco sonaba técnicamente muy bien como para ser una grabación del 50. Así que lo descarté. Cuando me dijo que era Jessica Williams le
dije que no podía creer que una mina tuviera ese desarrollo de su mano izquierda. Poco tiempo después fui a tocar al Lincoln Center y me encontré con Todd Barkan, gran productor, dueño del club de jazz Keystone Corner, en San Francisco. Tenía unos cuantos discos de Williams. Entonces le dije que estaba muy enamorado de esa mujer. Ahí supe que había sido hombre. Pero en ese tiempo yo no había escuchado a muchas mujeres pianistas y las que sí tenía en la oreja –siempre hablando de las pianistas del jazz, obviamente– no tocaban walkin, por ejemplo; no eran tan swingueras. Incluso Geri Allen, que ha sido una de mis pianistas preferidas, sonaba diferente. Obviamente, ahí hay algo de mi propia oreja que es difícil de explicar.
–¿Por qué no hubo hasta ahora tantas mujeres en el jazz?
–El jazz siempre fue machista.
–A confesión de partes… Me contabas que el festival se expandió. ¿Hacia dónde en la ciudad y de qué manera hacia afuera?
–Hoy hay 17 ó 18 sedes: Usina del Arte, Parque Centenario, centros barriales, clubes de jazz. Lo que hicimos en la Usina con Uri Caine, por ejemplo, es un modo de expandir el festival hacia adentro y hacia afuera. –¿Cuál fue el trabajo?
–Le comisioné que escribiera tango para un grupo. Al principio él no se animaba, lo convencí cuando le dije que quería que alguien de afuera viniera a contarme algo distinto sobre el tango, algo que los argentinos no supiéramos. Le armé un cuarteto en Buenos Aires, una formación dinámica, que pudiera trasladarse. Vino y quedó chocho; tanto que me llamó para preguntarme si podía tocar esa música en Nueva York con algunos músicos argentinos que están viviendo allá. Justamente, la idea es que la toque, y que también se sienta entusiasmado para llevar a los músicos con los que tocó acá. Porque si Uri Caine toca con estos músicos, algún productor los verá y pensará que son la punta del iceberg de un fenómeno más grande que sucede acá.