Revista Ñ

Cuando los malvados devienen fascinante­s

Miniserie. En Barry, Bill Hader es un villano que termina enamorado del teatro y así demuestra, con tintes de humor negro, que el arte es salvación.

- POR PATRICIA SUÁREZ

Barry fue una producción de comedia de HBO que subió a la pantalla pocos meses atrás. El actor principal, Bill Hader, era conocido por su trayectori­a como comediante en Saturday Night Live y algunas participac­iones en películas como la disparatad­a Paul: película de culto donde un extraterre­stre muy malhablado y desfachata­do cae a la Tierra. Hader recibió pocas semanas atrás el Premio Emmy como Mejor Actor Principal en una serie de Comedia y es de suponer que tal galardón lo catapultar­á a la fama. Hader fue también el co-creador de la serie, y su trama es más o menos sencilla aunque políticame­nte incorrecta. Ya se sabe, sin incorrecci­ón política el humor tiene el mismo sabor que una penca de acelga.

Barry sigue la nueva tendencia de Hollywood en la cual “los malos” son graciosos y en lugar de propiciar la identifica­ción, estos personajes proporcion­an una vía de escape a las fantasías del espectador. El ejemplo en el cual abreva Barry es, sin duda, la legendaria Los Soprano con un capomafia que conquistó el corazón de todos, por sus neurosis y sus idas a terapia, entre otras cosas. La reflexión del espectador fascinado por Tony Soprano, vendría a ser más o menos la siguiente: “Si hasta el capomafia de Nueva Jersey pasa por estos problemas, ¿cómo no los voy a pasar yo que soy un simple ciudadano que paga sus impuestos y cumple horario de oficina?”.

“Todos queremos ser Tony Soprano” es el slogan sobre el que Hader construyó a un Barry, ex marine de los Estados Unidos, quien vuelve a casa sumido en una depresión que no le permite siquiera hallar un trabajo. Se muda a Los Ángeles y como lo único que sabe hacer bien es matar, lo contratan para esta actividad que logra ejercer “creativame­nte”. Pero el diablo mete la cola y persiguien­do un día a una de sus víctimas cae en el taller de teatro de Gene Cosineau (Henry Winkler, con un Emmy como Mejor Actor de Reparto por esta serie). Barry termina subiéndose al escenario a improvisar con su víctima y queda preso de la seducción que ejerce sobre él el arte de la actuación. Aunque a partir de aquí podría convertirs­e en una historia edificante sobre cómo el arte redime, Barry sigue ejerciendo su oficio de asesino y librarse de él le será difícil. Por ejemplo, debe enfrentars­e a una narcomafia de “los bajitos” como llaman a los bolivianos. Mientras tanto, lucha por destacarse en el taller del maestro Cosineau, una especie de chantapufi del Método Strasberg tan en boga en los Estados Unidos y que ha hecho crecer como la maleza profesores exigentes y maltratado­res en todas partes del universo. Primero, Cosineau lo desprecia por su falta de alma para decir los textos teatrales pero después lo admira cuando Barry relata su pasado como soldado, y Cosineau cree que está recitando el texto de algún autor y no el suyo propio. Una especie de guiño de Bill Hader: no es verdad que el arte imita a la vida, sino que el relato de la vida imita al arte.

Barry será testigo de los intentos de sus compañeros por profesiona­lizarse en el oficio, a través de pequeños pepeles en series o publicidad; el fracaso y la promiscuid­ad de ellos. Una subtrama policial de la serie consiste en la agente que investiga la muerte de la primera víctima de Barry, y que acaba saliendo a cenar con el profesor de teatro. Tal vez el gran acierto es mostrar con humor de dónde surgen los actores, dónde se nutren para convertirs­e en aquellos que nos deslumbran en la pantalla. Sin el humor, Barry habría sido una serie sórdida y hasta inmoral: el arte no salva sino a quien tiene especiales cualidades y la voluntad de salvarse, independie­ntemente de cuál sea su ética. Tal podría ser, sintetizad­o, el aprendizaj­e del siglo XX.

 ??  ?? Bill Hader, conocido por su participac­ión como comediante en Saturday Night Live, es capaz de interpreta­r un rol oscuro pero aún así, brilla al mostrar que los actores tienen en la vida su fuente de inspiració­n.
Bill Hader, conocido por su participac­ión como comediante en Saturday Night Live, es capaz de interpreta­r un rol oscuro pero aún así, brilla al mostrar que los actores tienen en la vida su fuente de inspiració­n.

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