EE.UU. ANTE UNA OLA ANTISEMITA IMPENSADA
La masacre del 27 de octubre en una sinagoga en Pittsburgh evidenció que el odio hacia la población judía ya no solo es un problema que afecta a Europa.
semitismo a una infección por herpes que está latente y reaparece en momentos de tensión. No se va, por más que los judíos se hayan “aculturado” en los EE. UU., porque “es una teoría conspirativa”, señaló Lipstadt, cuya victoria en juicio contra un negador del Holocausto en Inglaterra fue relatada en la película de 2016 Negación.
Lo que ha cambiado, dijeron varios expertos en las entrevistas, es que quienes hacen circular las teorías conspirativas y los “mensajes en clave” con que se identifican los antisemitas y los supremacistas blancos son fuentes del establishment, incluido el Presidente y los miembros del Congreso. Los planteos grotescos sobre los judíos han pasado de los márgenes al establishment.
Entre los ejemplos recientes se destacan teorías conspirativas infundadas acerca de George Soros, acaudalado donante a causas del Partido Demócrata e inmigrante húngaro que sobrevivió a los nazis.
El 5 de octubre, Trump afirmó en Twitter que las personas que detuvieron al senador republicano Jeff Flake de Arizona en un ascensor para pedirle que votara contra la candidatura del juez Brett Kavanaugh a la Suprema Corte estaban “pagadas por Soros y otros”. En una concentración en Missoula, Montana, el 19 de octubre, el Presidente le dijo a la multitud que los medios prefieren entrevistar a los manifestantes pagados por “Soros o alguien”.
A Soros también lo han acusado de financiar la caravana de hondureños y guatemaltecos que huyen hacia el norte a pie a través de México: otra afirmación sin fundamento en la realidad.
Al día siguiente de que se descubriera una bomba en la casa de Soros en Westchester, el representante republicano Kevin McCarthy de California, líder de la mayoría en la Cámara, escribió en un tuit: “¡No podemos permitir que Soros, Steyer y Bloomberg COMPREN esta elección! Salgan a votar a los republicanos el 6 de noviembre”.
Tom Steyer y Michael Bloomberg, exalcal- de de Nueva York, también son multimillonarios judíos. Después de que se hallaran más artefactos explosivos en la casa y la oficina de otros dirigentes y partidarios de los demócratas, McCarthy borró el tuit.
El antisemitismo también se ha convertido en un tema sensible en muchos campus universitarios de los EE. UU., en los cuales el detonante ha sido Israel.
Activistas de izquierda –entre quienes a veces se cuentan jóvenes judíos– piden boicots y retiro de inversiones de las compañías que hacen negocios en Israel o los territorios ocupados. Los grupos judíos tradicionales ahora califican estas campañas de antisemitismo. Dónde trazar la raya entre las críticas a Israel y el antisemitismo es una fuente creciente de fricciones en muchas universidades y capitales de estados.
En Europa, los líderes judíos se enfrentan a manifestaciones abiertas de odio a los judíos, a veces también vinculada a animosidad hacia Israel.
En Francia, los judíos se topan cada vez más con ataques e insultos de miembros de la gran comunidad musulmana del país. En marzo, una sobreviviente del Holocausto de 85 años, Mireille Knoll, murió apuñalada en su departamento por un joven que gritó “Allahu akbar”. Los fiscales clasificaron el hecho como crimen de odio antisemita.
En un estudio de 2015, el 42 por ciento de los judíos franceses encuestados dijeron haber sufrido insultos o actos agresivos a manos de musulmanes.
En Alemania, el antisemitismo sigue siendo un hecho cotidiano que a veces adopta la forma de ataques criminales contra los judíos o las instituciones judías del país, pero que a menudo se manifiesta con insultos más casuales o el cuestionamiento del compromiso del país tras la II Guerra Mundial de “nunca más” repetir el Holocausto nazi.
Uno de los ataques antisemitas más notorios de este año, en el que un joven sirio golpeó a un hombre que llevaba una kipá en la calle de un barrio elegante de Berlín, llevó al director de la principal organización judía de Alemania a advertir a los judíos que no llevaran abiertamente kipás u otras señales públicas de su religión.
Una manifestación en apoyo de los judíos del país atrajo a miles de personas a la calle pero meses más tarde, en medio de violentas manifestaciones de neonazis en la ciudad oriental de Chemnitz, atacantes enmascarados arrojaron piedras y botellas a un restaurante judío y gritaron insultos antisemitas, le contó el dueño a la policía.
Nadine Epstein, editora jefe de Moment, revista independiente judía de los EE. UU., dijo que en 2014 la revista publicó una sección especial sobre antisemitismo para la que entrevistó a una amplia variedad de estudiosos y dirigentes de ese campo. Dijo que su conclusión fue que el antisemitismo, aunque persistente, era mayormente un problema de Europa. Pero que “no era realmente un problema en los EE. UU.”, señaló.
“Cuatro años después –agregó en un correo electrónico– vivimos en un mundo muy distinto en el que el nacionalismo, y con él, el antisemitismo, están en aumento, atizados por la retórica de un candidato de la campaña presidencial de 2016. Desde entonces no han dejado de crecer y ahora que estamos en vísperas de las elecciones de mitad de mandato, los primeros comicios desde entonces, vemos las consecuencias de esa peligrosa retórica”.
La revista Moment ahora tiene una página Web que hace un seguimiento del antisemitismo en todo el mundo, algo que Epstein dijo que jamás habría imaginado tener que hacer.