Revista Ñ

LEONOR FINI, OTRO NOMBRE DE DADÁ

Ilustres y desconocid­as. Surrealist­a desde los años 30, pintora y diseñadora, la argentina amiga de Breton tiene su primera retrospect­iva en Nueva York.

- POR DANIEL MCDERMON

Trabajó incansable­mente a lo largo de la mayor parte del siglo XX, junto a maestros universalm­ente reconocido­s como Max Ernst, André Breton y George Balanchine. Sus pinturas y diseños se exhibieron en Londres, París y Nueva York durante décadas. En revistas como Life aparecían regularmen­te retratos de ella, excéntrica artista vestida con ropas osadas en elegantes bailes de disfraz. Leonor Fini también expuso tres obras en la emblemátic­a exposición de 1936 Arte fantástico, Dada y Surrealism­o, en el Museo de Arte Moderno, curada por el fundador del museo, Alfred H. Barr Jr. Pero el museo no posee ninguna obra de ella; sigue siendo poco conocida en Estados Unidos.

Una nueva muestra en el Museo del Sexo en Manhattan intenta remediar la cuestión. Leonor Fini: Theater of Desire (Leonor Fini: Teatro del deseo) es la primera retrospect­iva consagrada a sus pinturas, dibujos y otros objetos, y ocupa dos pisos del museo.

Fini, que murió en 1996 a los 87, estuvo estrechame­nte relacionad­a con muchos de los surrealist­as, Bretón entre ellos, y a menudo se la ha agrupado con esa corriente, pero ella siempre se resistió a las etiquetas, dijo Lissa Rivera, curadora de la muestra. “No le interesaba­n realmente los movimiento­s contemporá­neos –agregó Rivera–. Aunque se la incluyó en muestras de surrealism­o, la verdad es que no quería que se la asociara con ese movimiento porque André Breton, creía, era misógino.”

Nacida en la Argentina, Fini creció en Trieste, Italia, y muy jovencita tomó el camino de París. Se hizo un lugar en los círculos artísticos de esta ciudad aunque rechazó los roles estereotip­ados ( musa, amante, alumna) que por lo general se les ofrecía a las mujeres jóvenes.

“Ya sabía pintar”, comentó Lissa Rivera. Su obra de este período era arte fantástico, pero se destaca de la de los surrealist­as por la inversión de los roles de género habituales. Fini pintó una serie de desnudos eróticos masculinos que celebraban la androginia y las cualidades femeninas en sus temas.

Como entre los surrealist­as, sus representa­ciones son tiernas y afectuosas, enraizadas en su conexión personal con los sujetos de sus trabajos, entre ellos sus dos compañeros de largo tiempo, Stanislao Lepri y Constantin Jelenski. En la década de 1930 Fini alcanzó el éxito suficiente, incluida su muestra en el MoMA, para obtener una muestra en la galería de Julien Levy, el art dealer de Nueva York que ayudó a presentar en EE. UU. a artistas como Man Ray, Henri Cartier-Bresson y Dalí. Una crítica más bien condescend­iente del New York Times de esa expo desluce la obra de Fini por mostrar demasiada piel en un autorretra­to: “En un cuadro, llamado The Miracle that Sweeps (El milagro que arrasa), los pantalones ‘del traje’ que usa nuestra milagrosa heroína casi han desapareci­do”.

“Leonor vivía creativame­nte cada aspecto de su vida, como un modo de investigar la psiquis humana –dijo Rivera–. Para ella el género y la sexualidad eran los mejores caminos para esa clase de experiment­aciones, sobre el lienzo y en el tiempo real”.

También ilustró cerca de 50 libros, escogiendo autores y títulos que satisfacía­n sus propios intereses, entre ellos el Satiricón y obras de Jean Genet y Charles Baudelaire. Algunos de sus mejores trabajos en este área son los dibujos para la edición de 1944 de Juliette, del marqués de Sade.

Después de la Segunda Guerra, su obra se volvió más oscura y abstracta, si bien se mantuvo concentrad­a en la corporalid­ad, como en “El ángel de la anatomía”, que representa a una figura alada y de mirada severa, despojada de su piel. Se establece en ella una contemplac­ión recíproca y firme con el espectador, memento mori emplazado en algún lugar entre la vida y la muerte.

La propia Fini eligió vivir como una reclusa, aun cuando le encantaba aparecer en eventos, ataviada con sofisticad­os ves- tidos de diseño propio. “Siempre le gustó ser el centro de la escena –dijo Rivera–. No tenía miedo de que la considerar­an narcisista; fue ella misma a fondo y no sentía ningún tipo de vergüenza.”

Uno de sus trajes, que incluía una máscara de búho, habría de inspirar la escena final de la novela erótica Historia de O, más tarde ilustrada por Fini misma.

Bien avanzada la década de 1980, trabajó incansable­mente, con frecuencia en escenograf­ía y vestuario teatral. Pero siguió pintando obras que evoluciona­ron hacia un estilo onírico, siempre con una fuerte carga sexual. “Siempre sintió que la identidad era solo una máscara”, dijo Rivera.

 ??  ?? Nacida en Argentina, Fini se crió en Trieste y participó de toda la movida dadaísta en París. La excentrici­dad formaba parte de sus recursos personales.
Nacida en Argentina, Fini se crió en Trieste y participó de toda la movida dadaísta en París. La excentrici­dad formaba parte de sus recursos personales.
 ??  ?? Busto de mujer. Obra sin fechar. en la muestra del museo neoyorquin­o.
Busto de mujer. Obra sin fechar. en la muestra del museo neoyorquin­o.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina