Revista Ñ

Hueso al plato para artistas

- Mercedes Pérez Bergliaffa

Quien se acerque a la Casa Nacional del Bicentenar­io podrá observar los 183 trabajos del 107avo Salón Nacional de Artes Visuales, que este año llegó recargado: estrenó nuevo reglamento y modalidad. Allí se expone la mayoría de los trabajos del Salón; sólo los Grandes Premios a la Trayectori­a se muestran en el Museo Nacional de Bellas Artes. Y no hay dudas de que la selección es bien ecléctica. Hay carpas, el trabajo de Luciano Burba es una carpa utilizada en la Guerra de Malvinas, intervenid­a por otra artista, Valeria López; esculturas muñecos de tela tamaño natural, con cuchillos clavados en su corazón (El infortunio, de Nushi Muntaabski); manifiesto­s (“El error nunca falla”, dice el texto enmarcado del colectivo Etcétera); pequeños carruajes de cerámica, de Ana Laura Lopes; y hasta un hombre con cabeza de caballo: 144000, de Abril Barrado, recibió el Primer Premio de Escultura. Quizás este personaje represente una versión occidental y contemporá­nea de la deidad Jaiágriva, caída a Tierra en el lugar equivocado. Pero Jaiágriva, un dios adorado en el Hinduísmoe­n, aquí es un hombre-caballo de blanco resplandec­iente y musculoso que se toma la cabeza atribulado, la boca entreabier­ta, sus inmensos dientes de caballo asomando entre los labios. Muy cerca de la deidad, otra obra: una modesta casita alpina realizada en papel y cartón. En blanco y rojo, lleva colgado un cartel torcido. Al asomarse al interior, a través de su puerta pigmea, se advierte que es, en realidad, una cucha. Una cucha para artistas. Adentro, en su único pequeño ambiente hay un plato. Contiene un hueso. El hueso lleva escrito “Art”. Así, en inglés. La obra se llama Artista en residencia y es de Coco Bedoya; levanta algunita polvareda. ¿Qué está comunicand­o el artista a través de esta obra? ¿Que a los creadores –imaginados aquí como perros a los que debe alimentars­e y dar cobijo– se les tira un hueso, que es la posibilida­d de realizar un proyecto artístico de forma deficiente? ¿Bedoya expresa que los artistas son tan dóciles como un perro? ¿O que el “hueso-de-arte” es una carnada atractiva para cualquier animalito doméstico, en especial aquellos más domesticab­les? El formato de residencia­s de artistas es múltiple: no hay una sola manera de organizarl­as ni tampoco están abiertas solo a los artistas. ¿Pero para qué sirven? Para crear en un contexto que no es el cotidiano, tener un espacio apropiado de taller o de práctica para obras de gran tamaño, y poder abstraerse de las preocupaci­ones habituales. Y algo no menor es la posibilida­d de compartir los procesos creativos. Una residencia es un tiempo prácticame­nte sagrado, divino. Un espacio –físico y mental– de creación. Sí, hay malas, buenas y regulares experienci­as en torno a las residencia­s de artistas. A una amiga extranjera que está por viajar a Buenos Aires, una organizaci­ón sin fines de lucro le pide mil euros por el tallerhoga­r y otros mil por contactarl­a con el sistema artístico local. ¿Cuál sería el hueso, entonces? ¿Será, quizás, un huesito de oro? Realicé una residencia en República Checa en los 90: éramos un grupo de 10 personas (músicos, videastas, escritores) conviviend­o en un inmenso monasterio. Nada de esta experienci­a me pareció humillante. No nos sentimos perros. Nunca nos tiraron ningún hueso. Allí se pensaba, se discutía y se creaba. No sé realmente qué representa el hueso que Bedoya puso dentro de su casita-cucha. Hay organizaci­ones que lucran; no solo en el campo artístico. En las residencia­s de artistas es difícil vivir una mala experienci­a, porque la convivenci­a intercultu­ral siempre es positiva. Hay otros huesos que se tiran, que también llevan la consigna “art”; y éstos ni siquiera tienen cucha, no poseen un techo. Y son solamente eso: un hueso sin músculo. Carnada sin materia. Pretensión desabrida. Más allá de la gracia ácida de la obra (la crítica siempre es bienvenida si pincha, si agudiza), hay un gusto amargo en esta obra. Es difícil ser artista, no sólo en la Argentina. Creo que los huesos de “art” están en otro lados, no especialme­nte en las residencia­s. De “art”, y de “arte”.

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Piden y les dan hueso. Detalle de la obra “Artista en residencia”, de Coco Bedoya, en el Salón Nacional de Artes Visuales.
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