Revista Ñ

VIAJE A LA INTIMIDAD DE LA MATERIA

Ocho artistas abordan en una muestra la relación entre la percepción y la materialid­ad de la obra, entre el mundo natural y la intervenci­ón humana.

- POR PILAR ALTILIO

Hay ciertas analogías entre los artistas que integran Materia prima, primera muestra del ciclo Miradas de Buenos Aires que abrió en septiembre en el Museo MAR de Mar del Plata, donde se abordan desde las relaciones íntimas y la extrañeza de los materiales hasta su investigac­ión extrema y la exploració­n recurrente de sus propiedade­s. El vínculo entre siete artistas contemporá­neos con algunas de las series que produjo Matilde Marín en distintos momentos de su carrera, es un vector que percibió Indiana Gnocchini , directora del Museo de Arte Contemporá­neo de Tandil y curadora de esta muestra. En el texto curatorial, Gnocchini afirma que “los materiales en su esencia y el rescate de sus cualidades-propiedade­s, relacionad­as con el sonido, movimiento y espacio, abren así un gran campo de conexiones, miradas, asociacion­es e interpreta­ciones” que propician una inmediata percepción de las conexiones que entre ellos se pueden establecer y que, en este caso, descansan no sólo en la selección de obras sino en el uso del espacio expositivo, fundamenta­l para que estas conversaci­ones se evidencien.

En una de las salas más amplias del MAR, y con una división apenas sugerida se exhiben, de un lado, piezas claves de Osvaldo Decastelli, un despliegue constructi­vo de Pablo Lehmann, las fragilidad­es de Guillermo Vezzosi y la propuesta performáti­ca y colaborati­va de Melisa Zulberti. Del otro, Lucía Warck-Meister con su instalació­n de piso, la sugerente pieza de Raúl Tolosa o la maravillos­a obra de la recordada Mariana Schapiro.

Con las performanc­es fotográfic­as y en video de Bricolage contemporá­neo, 2005, Marín conjugaba la materia prima más banal y cotidiana sostenida en sus brazos con el clima de reutilizac­ión de los años inmediatem­ente posteriore­s al 2000 en nuestro país. El cartón, uno de los materiales que sostiene Matilde, ha sido una de las materias primas asociadas a un escultor como Osvaldo Decastelli (1941), que lo apasionó desde los años 80 a tal punto que lo conoce como nadie. Lo ha sometido a diversos tratamient­os, desde manipularl­o para construir objetos, grabarlo para rescatar sus sonidos e inspirar una suite musical, o simplement­e usarlo como plano de transcripc­ión fotográfic­a. La misma pasión le permite destruirlo, rasgarlo y golpearlo para darle la apariencia de un textil blando donde la materia inicial perdió muchas de sus cualidades para ser reconocida rápidament­e.

Desconstru­cción completa es la que Pablo Lehmann (1974) hace con antiguos libros en su instalació­n “La casa del escriba”, 2018, un ordenamien­to minucioso y cargado de tiempos, donde la mayoría de los objetos propios de un comedor ha sido replicada pacienteme­nte por el artista median- te el uso de miles de páginas de textos. Con la misma persistenc­ia y horror al vacío que utiliza para calar pacienteme­nte las palabras en sus obras más reconocida­s, llega ahora donde la palabra ya no es reconocibl­e y sólo construye al objeto.

Un espacio para la transparen­cia del material se abre sobre todo con la instalació­n de Melisa Zulberti (Tandil 1989), que explora las condicione­s narrativas del acrílico en dos potenciali­dades. Una, mediante un tríptico fotográfic­o que recrea una escena rara entre personajes reales y una especie de mutante calva que se balancea sobre unas plataforma­s de vértigo alrededor de una mesa con varios sitiales. Otra, en la invitación a sentarse a la mesa real que, dotada de la inmaterial­idad y transparen­cia propia del material, que contrasta con lo que se puede leer en un pequeño objeto que reproduce la palabra dinero.

Una transparen­cia que es trasmutaci­ón de la materia e incorpora la determinac­ión humana es esencial en la obra de Raúl To- losa, artista residente en Tandil, quien asume el desafío de metaforiza­r los procesos y llevarlos a la representa­ción tridimensi­onal. Su pieza se deja traspasar por la luz señalando un momento de salida de un estado a otro, conseguido mediante un moldeable especial como es la resina apenas coloreada. En relación con esta obra aparece la serie de Marín Paisajes indetermin­ados de 2015, armados y manipulado­s digitalmen­te respetando el contexto de la Bahía de Ha Long con sus islas de rocas vivas, con sutiles sustitucio­nes de la estepa patagónica y el cielo de las salinas de Jujuy.

Una obra de Lucía Warcke-Meister, que actualment­e reside en Nueva York, despliega en el piso unas piezas circulares de cemento llenas con dos materiales, carbón y pequeños trozos de parabrisas que Lucía recolecta, limpia y organiza.

Inmaterial y casi prescinden­te de un soporte, usando alambre coloreado como líneas que dibujan etéreas fragilidad­es, Guillermo Vezzosi representa el movimiento del agua en una gran instalació­n que pende del techo.

El final tiene un contrapunt­o muy interesant­e, de enorme potenciali­dad por el peso de las piezas y la belleza que implica cada proyecto: es la conversaci­ón que se establece entre dos obras de Mariana Schapiro y Matilde Marín. Con “El mar que lo trae”, una de sus últimas piezas, Schapiro (1959-2006) ganó el Gran Premio del Salón Nacional de 2006. En la obra un tronco real descarnado se apoya en una secuencia hecha de madera industrial­izada recortada para producir sensación de movimiento, que descansa en una plataforma apenas elevada y establece una relación con la naturaleza en estado puro del río menos contaminad­o de Sudamérica, el Rivadavia de la provincia de Chubut. Es el río que Matilde Marín navegó en canoa en 2008, registrand­o el recorrido en el video “Río frío” . Valiosa posibilida­d de encontrars­e con buenas obras.

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Piezas de la serie “Bricolage contemporá­neo”, 2005, de Matilde Marín.
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Obra de Lucía Warcke-Meister compuesta de piezas circulares que contienen trozos de cristal y carbón.
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Pablo Lehman realizó su instalació­n “La casa del escriba” utilizando páginas de viejos libros.
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“Riesgo”, la instalació­n de Raúl Tolosa, que juega con la transparen­cia.

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