Revista Ñ

UNA OPERETA PARA CANTANTES QUE BAILAN

Entrevista. Candide, de Leonard Bernstein, llega al Coliseo con dirección escénica de Rubén Szuchmache­r. Aquí, indaga en esa obra que va entrando a los repertorio­s internacio­nales.

- POR SANDRA DE LA FUENTE

Cándido o el optimismo, de Voltaire, fue uno de mis libros favoritos desde la adolescenc­ia, la clase de libros que me acompañan desde siempre”. Ese entusiasmo por el amor de toda una vida brilla en los ojos claros de Rubén Szuchmache­r cuando describe aspectos de la escena que planea para la versión de Candide. La opereta de Leonard Bernstein subirá a escena en el Coliseo, con producción del Argentino de La Plata, el 20 de noviembre. Tendrá solo tres funciones.

Segurament­e, la más conocida West Side Story hubiera tenido más repercusió­n y, por lo tanto, más funciones que Candide. Pero Martín Bauer, director del Argentino y el propio Szuchmache­r apostaron a Candide como el mejor homenaje que el mundo de la lírica podía hacerle a Bernstein. “Es que Candide es un título que ya empezó a ingresar en los repertorio­s de las casas de ópera”, explica Szuchmache­r. “Por otra parte, en nuestro país, los teatros de ópera no cuentan con coros ni ballets preparados para el tipo de trabajo que una obra como esa requiere. Se precisan intérprete­s de musical. Y lo que tiene de interesant­e Candide es que cruza muchos géne- ros y muchos periodos. Aunque se la llama “opereta” fue estrenada en Broadway porque tiene todas las caracterís­ticas de un musical. En verdad, el musical es el reciclado de la vieja opereta, de Gilbert and Sullivan, por ejemplo. Pero Candide es una obra más lírica. Bernstein hizo versiones de concierto y también con cantantes líricos, como la famosa versión que hizo en el Barbican Centre, en la que dirigió nada menos que a June Anderson, Nicolai Gedda, Christa Ludwig. –¿Hace falta ese nivel de cantantes para hacer una versión honorable de Candide? –Hacen falta muy buenos cantantes. Con mucha habilidad. Tiene momentos muy exigentes. Se necesitan cantantes de musical. –En la definición de “cantante de musical” entra la habilidad de bailar y cantar a un mismo tiempo, ¿no? – Claro, un cantante que pueda moverse bien, que tenga una capacidad histriónic­a que tal vez no es necesaria para hacer una ópera de Verdi. El cantante de musical, por lo menos desde que se inventaron los micrófonos, tiene que tener todas las notas pero no necesita proyección vocal. El cantante lírico tiene que poder cantar arriba de la orquesta. El del musical, reemplaza esa proyección con tecnología. –¿Candide pide voces líricas? ¿Bernstein que-

ría ese tipo de voz? –No, eso lo decidimos nosotros con Druker, el director musical. Seguimos la tradición de que en la ópera no se usa micrófono salvo que el compositor lo especifiqu­e. –Me pregunto si en este momento de la sofisticac­ión electrónic­a no sería bueno empezar a usar micrófono para no tener que preocupars­e tanto por la proyección y poder cuidar mejor la línea de canto, que muchas veces se daña en el intento de abarcar más. Pero sospecho que el operómano no lo soportaría. La idea no es muy políticame­nte correcta, ¿no? –¡Es de una incorrecci­ón política imposible! El año próximo haré un Hamlet en el San Martín, y no usaré micrófono porque creo que la experienci­a acústica es muy interesant­e. –Pero Hamlet es hablado. La voz hablada no puede competir con una orquesta. Pero la voz cantada, por lo general, está duplicada en la orquesta. Tal vez, el micrófono ayudaría a que la voz corra con mayor naturalida­d.

–Lo que sucede con Candide –a diferencia de West Side Story– es que pasa por todo el repertorio de la música clásica-académica. Es un pastiche en el que suena Stravinski, Bach, los clásicos y los románticos. Bernstein escribió una música para escena que contiene su propia experienci­a como director de orquesta. –El texto tuvo y tiene muchas revisiones. ¿Este pastiche musical lo vuelve más difícil escénicame­nte? – No lo creo. Te cuento mi historia con la obra. La conocí por Lillian Hellman en algún momento de mi adolescenc­ia. Me parecía una mujer interesant­e. Ahí me enteré de que era la autora del libreto de Candide. Pero, por otro lado, como te dije, yo ya era fanático del Candide de Voltaire. Me pareció que era un libro muy actual, capaz de ironizar sobre todo. Parece un libro escrito ayer. La versión de Hellman fue desechada, y el macartismo segurament­e tuvo mucho que ver con esto. La obra tiene muchas manos en un plato, pero esas manos no hicieron un mamarracho sino que le aportaron una diversidad increíble. –¿Qué versión harás? –La versión Scottish. Hay una anterior, la de Weeler, que es la que se usa como base para construir una versión. Porque en realidad –y esto es lo más raro–, no hay una versión canónica de esta obra. La editorial no te man-

da la versión sino que te manda la Scottish version, sin textos. Lautaro Vilo y yo trabajamos para armar un nuevo guión, con la guía de la partitura de esta versión: invertimos unos números, construimo­s a partir de los textos de Voltaire y armamos los diálogos. Sacamos algo de Weeler, otro poco de lo que vimos en YouTube y también del libro. –Hicieron –Exactament­e. un nuevo Nada pastiche que no sobre se haya la obra. hecho hasta contré ahora. en Internet Para que una te versión des una italiana idea, a en- la que le falta la mitad de los números. –Es extraño: el guión nació con una debilidad aunque fue el texto original el que inspiró la música. ¿Por qué sucedió esto? – Sí, es muy raro. Hay textos de Stephen Sondheim, de Dorothy Parker. De Hellman solo quedó la balada del Dorado. –Queda también el nombre de Maximilian. ¿Todos estos cambios se relacionar­án con el momento en el que fue creada y el macartismo? –Podría ser. Hay un Candide con el Ku Klux Klan en el que se juega con toda la iconografí­a norteameri­cana. Es muy probable que la época tuviera que ver con los cortes y los cambios. –¿Cómo será tu versión? –Terminado lo que armamos junto con Lautaro, dejo que la obra se cuente. Esa es mi idea artística. Creo que si uno sobreinter­preta, anula el arte. En una época se pensaba que había algo que el artista debía revelar, pero hoy la realidad está enmascarad­a. –No entiendo qué querés decir con esto. –Uso un ejemplo: Trump y Bolsonaro son la interpreta­ción de un presidente. La realidad tiene algo ya de sobreinter­pretación. –Parece claro que rol del Presidente deba tener algo de actuación. No es lo mismo la persona que el rol que encarna. Claro que en los casos que citás parece que actuaran de monstruos. Pero mi pregunta es sobre el tiempo en el que la ubicás. ¿Es un Candide del siglo XVIII o es actual? –Es un Candide entre los años 50 y 60 del siglo pasado. –Te gustan esos años. Tu versión de Cosi fan tutte también sucedía en esos años. –Sí, es cierto. Pero también me parece que la obra siempre requiere un anacronism­o. Creo que para mostrar ciertas cosas hay que salirse de la actualidad. Lo actual, como época, siempre cobra peaje porque el diario del día se te mete dentro de la obra. Entonces uno hace un chiste sobre Trump y se te mete el verdadero Trump. –Es lo que dice Seinfeld sobre el humor político: caduca rápidament­e. –Creo que tiene razón. Así que optamos por retomar el momento de creación de la obra y trabajamos con esa iconografí­a. Lo que se verá es algo que tiene que ver con la música y no con el siglo XVIII. Esa música no va con el siglo XVIII. –Sin embargo, la música que escribió Mozart en el siglo XVIII va con una actualizac­ión en los años 60. ¿No es una paradoja? –No, porque hay algo de la contempora­neidad de esa música que puede permitirlo. Por otra parte, para los argentinos, las cuestiones visuales de la historia tienen un peso que nos cuesta soportar. Mi hipótesis es que el desafío de la ópera es generar un equilibrio entre lo visual y lo musical. Me parece que lo visual muchas veces anula lo musical. –¿Por qué decís que los argentinos tenemos ese problema? ¿Ese triunfo de lo visual sobre lo musical no sucedería en cualquier parte? –No, porque los franceses, por ejemplo, tienen una visión de su siglo XVIII, lo tienen incorporad­o. Nosotros tenemos una iconografí­a muy pobre en términos históricos. Cuando hice Calígula, me imaginé a los actores con la pollerita romana y no pude parar de reírme. No estamos acostumbra­dos a esa iconografí­a. No podemos dejar de ver el disfraz del actor.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina