Amor heroico, como la muerte
“A la «razón que nunca es pasiva» de la que habla Kant habrá que oponer este espíritu mortal y arraigado en la naturaleza. El «llanto», como movimiento de salirse de sí mismo, es una expresión de la mortalidad o del «arraigo en la naturaleza» del espíritu. Por consiguiente, la mortalidad implica una «imposibilidad de ser sí mismo». Ni Hegel ni Kant conocían aquella experiencia de la muerte que sería capaz de conmocionar la imagen enfática del yo. El espíritu hegeliano probablemente no habría sido capaz de ese «llanto» que libera al yo de su encarcelamiento en sí mismo. Más bien habría hecho que las lágrimas trabajaran. El espíritu se robustece con las lágrimas. Las lágrimas de Adorno no son por el yo, no consolidan sus fronteras, sino más bien las deshacen. Este llanto singular es el movimiento opuesto a aquel trabajo de sobreponerse al duelo que se afana en apropiarse y anexionarse lo otro. Como ya hemos sugerido, el énfasis del yo, que conduce a una ceguera hacia el otro, no es la única re-acción a la muerte. En su obra temprana El tiempo y el Otro, Lévinas concibe la muerte como aquel «acontecimiento» en el que «el sujeto ya no es dueño del acontecimiento» y en relación con el cual deja de ser sujeto. En vista de la muerte, que anuncia lo completamente distinto del yo, se produce una «conversión de la actividad del sujeto en pasividad». Su expresión es la «conmoción infantil del sollozo». En vista de la muerte no se produce una hipertrofia del yo, sino que más bien el yo se deshace en lágrimas. Pero en plena pasividad vuelve a avivarse una resistencia a la muerte. Se suscita un amor heroico que debe ser tan fuerte como la muerte. Ese amor promete la «victoria sobre la muerte». Se re-acciona a la muerte o bien con el énfasis del yo o bien con un amor heroico. Frente a estas formas de trabajar para sobreponerse al duelo y del anhelo frente a estas formas de revolverse contra la muerte, este libro hará ver otra manera de ser para la muerte, un modo de tomar conciencia de la mortalidad que conduce a la serenidad. Se tematizará una experiencia de la finitud con la que se aguza una sensibilidad especial para lo que no es el yo: la afabilidad”.
Fragmento de Muerte y alteridad.