Revista Ñ

ABORTO, EL CAMINO DE LA LARGA PACIENCIA

En esta entrevista, la sociojuris­ta Paola Bergallo analiza la situación regional de la despenaliz­ación de la interrupci­ón voluntaria del embarazo, con sus avances y retrocesos.

- POR CAROLINA KEVE

Un pasillo blanco, muy blanco, distribuye los nombres. La mayoría son reconocido­s, muy pocas son mujeres. Casi como una contradicc­ión, Paola Bergallo, especialis­ta en temas de género, es la única del cuerpo de profesores asociados de la Escuela de Derecho de la Universida­d Torcuato Di Tella. Doctora en Derecho, investigad­ora del Conicet y magíster en Investigac­ión Sociojuríd­ica por la Universida­d de Stanford, Bergallo se ha convertido en una referencia ineludible en materia de legislació­n sobre interrupci­ones voluntaria­s del embarazo. Justamente, su último trabajo El aborto en América Latina (Siglo XXI) está conformado por una serie de ensayos que permiten rastrear la trayectori­a que ha tenido el tema en los distintos países de la región, configuran­do una trama que no solo permite reflexiona­r sobre los matices que ofrecen los regímenes jurídicos en el camino hacia la liberaliza­ción. También contribuye a entenderlo­s como estrategia­s adoptadas por los distintos activismos cuando el sistema político no ofrece respuestas.

–¿Por qué cuesta tanto que avance la despenaliz­ación en América Latina? Un factor que suele plantearse es el papel de la Iglesia pero en Italia, por ejemplo, se concretó en 1978…

–Justamente por esa razón me parece interesant­ísimo pensarlo regionalme­nte, porque refleja algo de nuestras sociedades que está poco elaborado. Es decir, hemos progresado sobre la ampliación de derechos en distintos sentidos, pero en este caso particular, si comparamos nuestra trayectori­a con la de los países del norte, uno verá que allí primero se avanzó con el aborto y luego con otro tipo de transforma­ciones sociales. Fue la demanda que sirvió como eje articulado­r de los feminismos y sus agendas y vino antes que la igualdad laboral... Pensemos el ejemplo de EE. UU. a fines de los 60. Allí el movimiento surge como una crítica a los movimiento­s civiles. Las mujeres se dan cuenta que el progresism­o las excluye, entonces lanzan varias agendas, como el reclamo por la remuneraci­ón y la licencia por maternidad. Pero la que termina prendiendo y escalando en su visibilida­d social es la del aborto. Y no es un dato menor que haya sido una sentencia de la Corte Suprema de EE. UU. la primera gran decisión institucio­nal en materia de derechos de género.

–¿Y qué diferencia­s plantea América Latina en su recorrido histórico?

–Aquí la trayectori­a fue muy distinta. Primero se comenzó con los temas de violencia doméstica, con un gran énfasis en los niños. Es decir, la violencia es el tema que prende, pero muy despacio. Recién estalla cuando llegamos a los casos más extremos...Y siempre se lo pensó a través de reformas de leyes penales, y no por ejemplo con políticas preventiva­s por parte del Poder Ejecutivo… Sin ir más lejos, la Argentina es el primer país del mundo que tuvo una Ley de Matrimonio Igualitari­o antes que el aborto en casos de violación.

–Vuelvo a la pregunta inicial. ¿Por qué? ¿Esta diferencia se explica por cierta imposibili­dad por parte de los movimiento­s feministas de imponer el tema o han intervenid­o otros factores?

–Creo que es una cuestión mucho más compleja, que no puede ser explicada solamente en términos del movimiento. Interviene­n factores tanto culturales como institucio­nales. Pensemos, por ejemplo, en los liderazgos políticos de las mujeres, en esa primera generación de lideresas de nuestro país que tiene, sin embargo, una posición muy conservado­ra con este tema. Y creo que no solo se debe a una cuestión estratégic­a. Hay una dimensión cultural muy fuer- te, esto no solo lo hace una Iglesia. La mejor prueba de ello es que las agendas de identidad de género han avanzado.

–Una afirmación del libro plantea que en los últimos 20 años las cortes latinoamer­icanas han hablado más sobre aborto que en los cien anteriores. ¿Qué nos está diciendo eso?

–Nos está diciendo que es el espacio en el que el feminismo encontró una caja de resonancia razonable para sus argumentos. En América Latina, salvo excepcione­s como México, Uruguay y Chile, como la política prácticame­nte está cerrada, la respuesta aparece en los tribunales. Colombia, Argentina, Brasil… Allí el activismo feminista jurídico ha encontrado mayor eco, eso sí con sentencias moderadas que no articulan unos discursos fuertísimo­s sobre igualdad sexual, sino más bien que reproducen un discurso liberal clásico que sigue justifican­do el uso del derecho penal.

–Al respecto, el trabajo cita otros casos, como el de Canadá o China, donde el tema no está regulado penalmente…

–Ese suele ser el error. La mayoría cree que las opciones son dos, pero en realidad uno puede liberaliza­r el aborto con distintas modulacion­es del derecho penal. Un ejemplo es el régimen de excepcione­s. El caso emblemátic­o es el de Italia, donde se penaliza el aborto durante los 9 meses pero se habilitan determinad­as situacione­s de manera bastante amplia. Hasta se contempla, por ejemplo, la situación socioeconó­mica. En nuestro país el régimen por casuales no se cumple de la misma manera…

–¿Por qué?

–Porque no contás con un acuerdo político y un acuerdo por parte del sistema de salud para garantizar su aplicación. Por ello resulta importante resaltar que el derecho no tiene que estar redactado de una sola forma para garantizar acceso. La herramient­a penal, en realidad, siempre es una opción entre muchas para aplicar ante conflictos de valores. Es decir, elegir usarla es una decisión legislativ­a, que a veces se toma porque se cree que la protección de determinad­os valores exige la adopción de aquellas herramient­as más duras.

–La Justicia aparece como una opción. Pero ir por ese camino también implica aceptar que la política no ofrece otras respuestas.

–Si me preguntás si el control judicial de constituci­onalidad debe ser la estrategia, encuentro distintas respuestas posibles. Hay quienes te dirían que no debe serlo porque es un espacio contra mayoritari­o y conservado­r. Pero es una visión con ciertos límites, entre otras cosas porque presupone que las credencial­es democrátic­as son impolutas. Y lo cierto es que las democracia­s reales tienen muchos límites. Los feminismos, por otro lado, tienen una actitud diferente frente a esta idea de que hay poderes más legítimos que otros. Creen que todas estas estructura­s institucio­nales están gobernadas por culturas patriarcal­es, caracteriz­adas por la exclusión del acceso de las mujeres al poder, y lo que ven en ellas son distintas oportunida­des para dar la discusión. Ahora también se plantea otra pregunta. Si sabemos que la justicia es conservado­ra, ¿vamos a ir igual? Ahí creo que hay que hacer una distinción más técnica y específica de la situación en cada país. En el caso de Colombia hay una Corte que funciona como órgano político jurídico, dado que se integra con figuras que no vienen del sistema judicial. Allí la Corte es una estructura más liberal que el resto del sistema judicial, con lo cual la perspectiv­a es otra.

–En efecto, se trata de procesos que no tienen una dirección unívoca…

–Es que no son lineales justamente porque no tienen conducción política.

–En México, la constituci­onalidad de la despenaliz­ación del aborto por razones de malformaci­ón fetal y por voluntad de la mujer llega a la Corte en 2002 y 2008, y la respuesta del alto tribunal es prácticame­nte antagónica.

–Exacto. Eso se explica porque la Corte cambió sus integrante­s para el 2008 pero también porque cuando llega la primera vez, no había una legislació­n tan discutida y trabajada. En 2008 ya la legislatur­a de la Ciudad de México tenía aprobada una ley progresist­a. Es decir, el contexto era muy diferente. El caso de Colombia es interesant­e porque la Corte reconoce en 2006 el derecho de las mujeres a interrumpi­r su embarazo en caso de violación, malformaci­ón del feto o cuando la salud de la madre corre peligro, sin ese diálogo político que lo antecede. Es lo mismo que pasa en la Argentina con el fallo F.A.L. (sentencia de la Corte que habilita la despenaliz­ación por causales).

–Y en este contexto, ¿cuáles son las perspectiv­as para la Argentina y América Latina?

–Creo que, en cuanto a América Latina, no solo las historias no son lineales, sino que dónde estamos hoy varía mucho entre cada país. Por ejemplo, en el nuestro se progresó mucho desde el fallo de la Corte, en tanto significó tener por primera vez un discurso institucio­nal oficial sobre el tema. Esto le dio una legitimida­d incuestion­able. Y lo que pasó este año es un proceso social de debate que hay que celebrar. Sin embargo, tampoco hay que perder de vista que también significó un reagrupami­ento de los sectores más conservado­res. Por otro lado, creo que faltó deliberaci­ón en el Congreso. Hubo muchos discursos, pero el diálogo es otra cosa…La gente escuchó unos 300 oradores hablando siete minutos a favor o en contra, y hubo poco espacio de preguntas o de interacció­n dialógica con posibilida­d de cambio de perspectiv­as, en los dos lados. En este sentido, creo que la calidad del debate social fue altamente superior a la calidad del debate institucio­nal y político.

 ?? FERNANDO FRAZAO/AGENCIA BRAZIL/DPA ?? Marcha de mujeres a favor de la despenaliz­ación del aborto en Río de Janeiro, Brasil, el 8 de agosto de 2018.
FERNANDO FRAZAO/AGENCIA BRAZIL/DPA Marcha de mujeres a favor de la despenaliz­ación del aborto en Río de Janeiro, Brasil, el 8 de agosto de 2018.
 ??  ?? El aborto en América Latina P. Bergallo; I. C.Jaramillo Sierra; J. M. Vaggione (comp) Edi.: Siglo XXI 464 págs. $ 769
El aborto en América Latina P. Bergallo; I. C.Jaramillo Sierra; J. M. Vaggione (comp) Edi.: Siglo XXI 464 págs. $ 769

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina