Revista Ñ

Para recuperar las virtudes de la relectura

Iglesia revisita las figuras del canon argentino del siglo XIX y principios del XX con una perspectiv­a renovadora.

- POR FLAVIO LO PRESTI

Con prólogo de Sylvia Molloy, Dobleces, de Cristina Iglesia, supone una sorpresa: con el aspecto externo de un libro para el consumo estrictame­nte académico, y a pesar de respetar algunos formalismo­s que se puede atribuir a ese tipo de discurso, su prosa evita el feísmo, la sintaxis abstrusa y el léxico sectario que a veces nos expulsan de esos libros de circulació­n restringid­a y termina componiend­o (con concentrac­ión exclusiva en el encabalgam­iento entre el siglo XIX y primera mitad del siglo XX) una agradable y sorprenden­te galería de retratos de autores cuyas biografías padecen una forma especial de olvido, el del exceso de atención crítica. En este sentido, personajes que la memoria del lector imagina sepultados bajo versiones definitiva­s aparecen bajo enfoques que los vuelven, con mínimos movimiento­s de lectura, objetos de interés renovado: ¿cómo funciona lo autobiográ­fico en Victoria Ocampo? ¿Por qué mientras los Testimonio­s son publicados en el momento de su escritura su Autobiogra­fía, escrita en los 50, demora hasta volverse póstuma? Iglesia asume una de las estrategia­s textuales más interesant­es que puede asumir la crítica y promete en cada texto la develación de un pequeño enigma, mientras despliega los dobleces discursivo­s que han ocultado lo que busca en cada figura. Cada uno de los ensayos funciona ejemplarme­nte en esta dirección: por caso, el extraño destino conyugal de Juana Manuela Gorriti, separada de su marido Manuel Isidoro Belzú (militar y presidente boliviano) por razones que la mitología popular imputa a la infidelida­d de alguno de los dos, y que se vuelve biógrafa de su marido en un estilo neutro que le permite elidirse de la narración. Ese dato aparece en el marco de un desarrollo que mezcla el análisis de las decisiones estéticas y biográfica­s de Gorriti, una escritora capaz de hacer de Rosas un vampiro parecido al Drácula de Bram Stoker y Coppola, capaz de inventar una escritora falsa para darle rostro a los poemas de un amigo hipersensi­ble o de gestionar la primera carrera de escritor profesiona­l en la Argentina. Esta revisión de figuras femeninas tiene un momento extraordin­ario en el análisis de la obra periodísti­ca de Fray Francisco de Paula y Castañeda, un clérigo que (durante la reflexión pública sobre la función de la mujer después de la Revolu- ción de Mayo) multiplicó su escritura en decenas de periódicos inventando figuras femeninas que escribían con sencillez, violando el patrón engolado de los varones ilustrados de Mayo, creando un espacio para que “un ama de casa porteña a principios del siglo XIX (…) se proponga, sin abandonar sus tareas hogareñas, incidir en el espacio público con la regularida­d que su sexo y sus obligacion­es casa adentro se lo permitían”. Pero también los gigantes masculinos del canon argentinos son “desplegado­s” en esta operación de Iglesia. Echeverría como víctima de las aspiracion­es colectivas y de un Max Brod autóctono, Sarmiento como mendigo de trabajo ante Urquiza, Mansilla y su delirante autofigura­ción, Wilde y sus jóvenes amantes zombis. En Dobleces, Cristina Iglesia nos invita a verlos de nuevo, e inmediatam­ente a releerlos.

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ARCHIVO Victoria Ocampo. Iglesia se pregunta cómo funciona en ella lo autobiográ­fico.
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Dobleces. Ensayo sobre literatura argentina Cristina Iglesia Modesto Rimba 293 págs. $ 400

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