Revista Ñ

Una mujer de silencioso talento

Hildara Pérez de Llansó fue reconocida en su momento pero quedó al margen del relato excluyente de la Historia del Arte.

- POR GEORGINA GLUZMAN

Durante las primeras décadas del siglo XX las mujeres comenzaron a adquirir mayor presencia en las institucio­nes. A partir de 1911, numerosas artistas empezaron a poblar los espacios del recienteme­nte creado Salón Nacional. Las mujeres dieron cuenta de su interés por nuevas direccione­s artísticas y de su intención de conquistar las más altas posiciones en el campo del arte. Una de las vías para hacerlo fue la participac­ión en Salones oficiales. Luego desplazada­s de la mayor parte de los relatos, artistas como Ana Weiss, Carmen Souza Brazuna, Lola de Lusarreta y Carlota Stein, entre muchas otras, consiguier­on reconocimi­ento y visibilida­d sostenidos. La pintora Hildara Pérez de Llansó (18951949) fue un exponente de este grupo. Recordada lacónicame­nte por José León Pagano en su historia del arte (cuyo último tomo se publicó en 1940), su carrera es un ejemplo de las muchas trayectori­as eliminadas a favor de un relato excluyente. La pintora comenzó su actividad pública de modo temprano, en 1918, cuando expuso en el Salón Nacional un retrato femenino que la influyente revista Nosotros describió como “vigoroso”. A partir de esta primera aparición, la artista apostó de manera sistemátic­a al Salón Nacional como ámbito de legitimaci­ón, donde expuso desde 1924 hasta 1943 casi de modo ininterrum­pido. En el Salón Nacional de 1925 exhibió su óleo “Ensueño”, que recibió algunos comentario­s favorables. Los críticos elogiaron la “expresiva delicadeza” y la “vistosa tonalidad de rojos y azules” de la obra. La artista, que evidenteme­nte apreciaba esta pintura, la volvió a presentar en el Salón Anual de Santa Fe con el nombre de “Retrato”. Si bien no fue adquirida por el Museo Rosa Galisteo en aquella oportunida­d, la obra actualment­e integra esa colección. Representa a una joven sumida en sus pensamient­os, de allí su primer título. Su ropa y el collar que sostiene en su mano dan cuenta de la pertenenci­a a una clase social acomodada. Así, Pérez de Llansó se sumaba a la gran cantidad de retratista­s del Salón. Al año siguiente, obtuvo sus dos primeros reconocimi­entos: un Premio Estímulo y el Tercer Premio Municipal por su óleo “Abstracció­n”, otro bello y elegante retrato, adquirido por el Museo de Bellas Artes de Paraná. Esta producción no fue, sin embargo, la única o la más caracterís­tica de la pintora. Muchas de sus obras refieren a otros temas y a otras escenas. Un segundo núcleo destacado de su trabajo lo conforman las pinturas de La Boca, mediante los estudios de sus habitantes y paisajes típicos. Su cercanía con la Agrupación Impulso y su taller en La Boca nos muestran otra faceta de esta pintora, alejada de la retratísti­ca elegante y mundana. “Francesco”, un retrato de un vendedor ambulante presentado en el Salón Nacional de 1928, recibió nuevamente el Tercer Premio Municipal. En 1933 y 1936 la pintora realizó exposicion­es individual­es en Witcomb. Expuso en esas oportunida­des conjuntos nutridos que in- cluían retratos, paisajes, marinas e incluso naturaleza­s muertas. Pérez de Llansó emprendió en la década de 1930 una exploració­n –en consonanci­a con otros artistas contemporá­neos– del noroeste del país, sus habitantes y paisajes. En 1937 expuso los dos primeros frutos de esta serie en el Salón Nacional: “Entierro en la Quebrada” y “Mujeres del norte”. Esta nueva faceta se vinculaba con la experienci­a de diversos viajes por las provincias del norte argentino, que realizó junto a su hija, Marta Llansó de Saggese. Un tema de indudable interés, presente desde fines de la década de 1920, son las figuras femeninas que trasciende­n el modelo aristocrát­ico de “Ensueño”. Estas son ante todo mujeres modernas, que trabajan, estudian o practican deporte. La joven de “Impresión”, obra presentada en el Salón Nacional de 1929, es un ejemplo de la nueva feminidad urbana. Todas estas mujeres nuevas ganaron visibilida­d en el Salón Nacional, donde se integraron a otras figuracion­es de la modernidad en femenino como las desarrolla­das por María Carmen Portela, entre otras artistas. En 1949 La Razón publicó una extensa nota motivada por el fallecimie­nto temprano de la pintora. Allí se la describía como “una silenciosa trabajador­a del arte”. Hildara Pérez de Llansó es un ejemplo claro de muchas trayectori­as artísticas que han quedado fuera del canon: sus premios, sus exposicion­es, su profesiona­lización plena, su actividad sostenida a lo largo de décadas simplement­e no bastaron para garantizar siquiera un mínimo recuerdo de su obra en las institucio­nes que conforman la memoria del arte. Sus obras integran los acervos del Museo Nacional de Bellas Artes, del Museo Galisteo, del Museo Quinquela y del Museo Bellas Artes de Paraná. Pero muy pocas están actualment­e a la vista del público.

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“Capitán de ultramar”, óleo sobre tela, Museo Benito Quinquela Martín, Buenos Aires.
 ??  ?? “Retrato”(o “Ensueño”), 1925, óleo s/ tela, 90 x 90 cm, Museo “Rosa Galisteo de Rodríguez”, Santa Fe.
“Retrato”(o “Ensueño”), 1925, óleo s/ tela, 90 x 90 cm, Museo “Rosa Galisteo de Rodríguez”, Santa Fe.

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