Revista Ñ

No tuve un río al que escribirle poemas

Es partiendo de una posición débil o desventajo­sa que quienes hablan en los versos de Nurit Kasztelan buscan revertir su condición y, mientras tanto, poner del revés el incómodo guante de lo real.

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Un verde pensar

No me crié en el campo. No tuve un río al que escribirle poemas. No tuve el río que mi ahora ex amor sí tuvo y tal vez sea esa la razón por la que no estamos juntos. Él siempre tuvo río en los ojos, yo no. No sé qué reflejan mis ojos no sé hacia dónde mirar dónde poner la perspectiv­a. Tampoco sé qué vengo a buscar ¿será ese río que no tuve? Más abajo del yo por debajo de ese yo vienen las imágenes de otros a completarm­e los poemas: una bandada de estorninos, humedales, ese desierto, un verde pensar bajo una sombra verde.

A mitad de camino

El olor ácido de las minas de azufre, un lago a cuatro mil metros de altura, cien vacas pastando al costado de la ruta. Todavía admiro cómo sucede una formación de lava, me dan miedo las despedidas y me parecen ásperas las sábanas en los cuartos de los hostales. Espero grandes acontecimi­entos.

El agua en todas partes

Esto es real: llueve adentro de la casa. Las junturas mal selladas, el agua que gotea del vidrio, los trapos, los baldes, las palanganas, baldear, un mínimo acto para que desagüe. Recién mudada entre cajas a medio desembalar pero no me quejo estoy en la edad en la que una camina hacia sus mitos. Espero una revelación que venga del agua.

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