MODA EN EL GALPÓN POLÍTICO
São Pablo Fashion Week. El presidente electo Jair Bolsonaro, la paz en Oriente Medio, las minorías, la militancia y el género: todo se discutió arriba y abajo de la pasarela.
En los días previos a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Brasil, entre el 22 y el 25 de octubre se realizó la edición Número 46 del São Paulo Fashion WeekSPFW- con el eslógan “Transposición”. La semana de la moda hegemónica en Brasil aludió tanto a los nuevos modos de la industria en tiempos de recesión económica como a oficializar el traslado de las pasarelas desde el Parque de Ibirapuera a un galpón industrial situado en Vila Leopoldina. Un simulacro de banquete de la paz entre judíos y palestinos vestidos en tonos de azulino y con preponderancia de denim, fue la apuesta ética y estética del diseñador Ronaldo Fraga. Dos modelos masculinos recorrieron la pasarela con bordados de estrellas de David y Hamsas (término de origen árabe que significa “cinco”, en referencia a los cinco dedos de la mano) dispuestos en la superficie de las camisas y los pantalones deportivos de silueta oversize. Al concluir su paseo y recorrido por la pasarela se besaron con fervor y se sentaron juntos a la mesa atiborrada de platos emblemáticos de la comida judía. Guefilte fish, blintzes, borsht y vino kosher se exhibieron junto con los arreglos de flores y velas de la mesa instalada en la pasarela. Los guiños amorosos de los modelos reales y de agencias se extendieron a una pareja de ancianos y otra de mujeres jóvenes. Los estilos se complementaron con carteras con forma de peces y anteojos de sol de cuyas patillas pendían las trenzas que venera la ortodoxia. Tal como señaló Fraga: “El disparador de la colección fue un momen- to en un viaje a Israel durante 2017, en un bar de Tel Aviv me sorprendió un cartel que ofrecía el 50% de descuento a los judíos y palestinos que compartieran la mesa”. Su desfile fue un guiño pacífico ante la confrontación política: “Considero que aunque gane uno u otro candidato, las puertas del armario de la intolerancia ya se abrieron, estamos viendo cobrar fuerza a un Brasil racista y homofóbico”, sentenció el diseñador que nació en Minas Gerais y desde su debut en 1996 se caracteriza por emitir mensajes políticos y sociales desde la vestimenta. En su bitácora de colecciones se destacan ¿Quem matou Zuzú Angel? – la colección verano 2001 referida a la diseñadora brasileña que luego de denunciar la muerte de su hijo durante la dictadura militar, murió en un accidente. Todo mundo e ninguém, el homenaje a la poesía de Carlos Drummond de Andrade del invierno 2004 o bien las reflexiones sobre la crisis migratoria que en 2017 apodó Re-existencia. Su actual base de operaciones se denomina “Gran Hotel Ronaldo Fraga” y está situada en una antigua casa de Belo Horizonte que cobija la tienda, una barbería, un club de vino y un centro cultural. Valiéndose del gesto de las remeras con proclamas políticas instauradas por la diseñadora inglesa Katharine Hamnett en 1985, otro indicador de la resistencia a la política de ultraderecha llegó a la moda desde la proclamas “Ele Não” y “Bichas resistan”. Las leyendas estaban estampadas de modo artesanal en el frente y en la espalda de la camiseta blanca que portaba Célio Dias, el creador de la firma Led. El micro-desfile de Dias irrumpió en el contexto de un apartado de moda independiente denominado Top 5. La colección apodada Viago –un modismo para la discriminatoria expresión “maricón”– ensayó una crítica al discurso homofóbico ejercido por “los machos cabríos del Brasil”. Vestidos en tonos fulgurantes –turquesa, verde y naranja– los modelos portaron vestidos con urdimbre de redes tejidas a mano, pantalones transparentes que dejaban ver la ropa interior, coronas de metal, patchwork aplicados sin distinción de género. Unos y otros llevaban mochilas bordadas en tonos multicolores y carteras cruzadas con la leyenda “Resistencia”. “La moda es esencialmente un instrumento político, considero que los creadores contemporáneos debemos referirnos a nuestra historia, cultura, la relación con el medio ambiente y los colores de nuestros sueños”, proclamó el diseñador y militante Días. Otros gestos de moda y política poblaron el desfile de la marca Handred y su colección de sastrería masculina y femenina urdida en puro lino y ornamentada con tablas, alforzas y bordados laterales derivados de guayaberas. La música ambiental que acompañó a los atuendos –“Construçao” y “A pesar de voce” de Chico Buarque– acentuó la cadencia de los pasos en bermudas y pantalones plisados a variaciones sobre el op art (ilusión óptica) en arena y blanco, monoprendas de trabajo en rosa Dior y hábitos níveos. El diseñador André Namitala sentenció acerca de las premisas para la colección: “Considero que señalan un tiempo marcado por un Brasil de verdad que hoy sangra ante la realidad. El lino omnipresente representa la memoria y el afecto”.
Una breve historia de la pasarela
Es vox populi que el SPFW supo fusionar una fórmula que conjugó los desfiles de los gigantes del jeanswear hecho en Brasil, las variaciones del estilo brasileiro urdidas por la generación de estilistas surgidos en las principales universidades entre 1990 y 2000, el rescate de las tradiciones textiles y en igual escala de prioridades, un espíritu festivo tal como si se tratase de un carnaval referido a la moda. Desde allí se forjó un movimiento de moda que pregonó siluetas experimentales de Brasil y llevo a las supermodelos Giselle Bundchen y Adriana Lima hacia las pasarelas foráneas. Ideada por el empresario Paulo Borges en 1990 desde el centro de compras Morumbí no tardó en trasladarse a los pabellones del Parque de Ibirapuera construidos por el arquitecto Oscar Niemeyer. Cuando en 2005 asistí por primera vez al SPFW en el parque Ibirapuera descubrí la efervescente escena de la moda brasileña. Los metros de chitá, una tela de uso popular con estampas de flores y tonos tropicales engalanaban las paredes, los sillones que en la sala para prensa del São Paulo Fashion Week. Una versión reducida ofició de paño ornamental para cada vaso de caipirinha. Los textiles llegados a Portugal desde la India que supieron popularizarse desde los cortinados de las telenovelas fueron el disparador del libro Qué chita bacana de Renata Mellao y Renato Imbroisi y de una exposición de vestidos y fotografías. En las temporadas posteriores a 2005, frecuenté diversas semanas de la moda regional: de Brasilia y su Capital Fashion Week, al Dragao Fashion Brasil en Fortaleza y otras celebraciones en la isla Vitoria, Santa Catarina y Curitiba. En unas y otras percibí los incipientes indicadores de un movimiento de moda involucrado con los trabajos artesanales y el reciclaje. En abril de 2018 se oficializó la venta de la semana de la moda al grupo árabe Mubadala Development Company; el fundador de