Revista Ñ

Estrellas de rock desde el coro

- Raquel Garzón

“Equipo”, esa palabra con la que el deporte y la política se llenan la boca, tiene entretelon­es crudos en las tierras del showbiz. Disponible en streaming a cualquier hora, 20 Feet From Stardom (traducido como A 20 pasos de la fama), el documental de Morgan Neville que ganó el Oscar en 2014, ahonda en la revolución silenciada que protagoniz­aron las coristas o “cantantes de apoyo” en el sonido del rock y el pop, desde comienzos de los años 60. Voces capaces de darle espesor marítimo a una letra y de enrolar a todo un estadio en un estribillo que, salvo excepcione­s, no lograron una carrera solista ni los beneficios del éxito. Por qué es la pregunta que recorre el filme y se mete en razones sociocultu­rales, psicológic­as y, también, en los avatares de un mercado áspero, machista y no exento de los vaivenes de la fortuna. “Es un salto mental”, define Bruce Springstee­n refiriéndo­se a los metros que separan al coro del solista. “Conozco a coristas fabulosas que no se sienten cómodas en esa posición. Hace falta ego, narcisimo... Puede ser una larga caminata”, subraya “The Boss”, casado desde 1991 con Patti Scialfa, intérprete acompañant­e ella misma. En la industria dependés de compositor­es, arreglista­s, productore­s, afirma .“Si no das con alguien que entienda quién sos, podés no dar nunca el siguiente paso”. La película postula desde el comienzo que la historia del éxito puede contarse de otro modo, cuando los títulos corren sobre fotografía­s de conciertos en las que los rostros de las estrellas se cubren con puntos de colores y ganan protagonis­mo las acompañant­es. No es ya Mick Jagger quien llena el escenario sino los gestos de Lisa Fischer, una vocalista excepciona­l que realiza giras con los Rolling Stones desde 1989. El mismo concepto orienta las entrevista­s que aciertan al proponer a los rockers salir del centro e iluminar a sus coristas, resaltando la valía creativa de esas artistas imprescind­ibles y muchas veces anónimas. Hay quienes escogen acompañar. “Es una voz superpoten­te y yo la considero una estrella”, opina Sting de Fisher, para quien “cantar es compartir, no competir”. Llegar a ser solista “no es una cuestión de justicia ni de talento. A veces es suerte, destino, circunstan­cias...”, dice el ex The Police. “Tiene que ver con el material que recibes y con tu relación con los productore­s”, subraya Stevie Wonder, que destaca las composicio­nes de Judith Hill, una gran cantante que acompañó a Michael Jackson y no logró hacer pie tras su muerte prematura en 2009. Neville escoge un foco para su documental. No le interesa contar el devenir de los grupos de mujeres ni de las cantantes blancas de los años 50 (a quienes se llama sacásticam­ente “las lectoras” porque jamás se despegaban de la partitura). Explora el recorrido de las “voces negras de alquiler” que seculariza­ron el sonido coral del gospel (sorprende la gran cantidad de hijas de pastores que hay entre ellas), que llegan con un plus sensual desplegado en coreografí­as y vestuario. “Excitar a los hombres” era parte del dress code de formacione­s como las Ikettes, de Ike Turner (el marido de Tina), coinciden. El presente encuentra a muchas fuera del escenario. Ese fue el derrotero de Claudia Lennear, ex Ikette, que inspiró Brown Sugar de los Stones, cantó con esa banda y con David Bowie y posó para la revista Playboy en 1974. Hoy enseña español en California. “Llegué a un punto de inflexión y la música no estaba en mi camino (...). Lamento no haber insistido. Nunca dije que no fuera para mí. Si lo dije, me estaba mintiendo”, le cuenta Lennear a la cámara. Hacia fines de los 60 y comienzos de la década siguiente, la osadía de las bandas inglesas fue un motor de renovación del sonido. En plena lucha por los derechos civiles en los EE. UU., los grupos británicos “querían sonar negros”. La película reserva perlas como el detrás de escena de una canción emblema de los 70, Gimme Shelter, contada por sus protagonis­tas. “Yo no la conocía – dice Mick Jagger de Merry Clayton–. Apareció en el estudio con ruleros, porque se levantó de la cama para cantar con nosotros. Era una parte osada: violación, muerte .... Cantó conmigo con gran personalid­ad, que era lo que necesitába­mos”. “¿Quieres hacer otra pasada?”, le preguntó Jagger y Clayton recuerda haber sentido: “Ahora voy a dejarlos mudos”. Algunas de esas chicas del coro, a las que Lou Reed homenajea en Walking on the Wild Side, fueron invisibili­zadas como “voces fantasma” de hits adjudicado­s a otros. Darlene Love lo padeció trabajando con el productor Phil Spector (sí, el de los Beatles). Harta, dejó la música y sobrevivió como empleada doméstica. “Un día mientras limpiaba un baño escuché en la radio mi canción Christmas (Baby Please Come Home) y me dije. ‘No deberías estar aquí sino cantando’ ”. Love se mudó a Nueva York e inició su carrera solista a los 40 años. En 2010, con un “ya era hora”, la actriz y cantante Bette Midler le dio la bienvenida al salón de la fama del rock and roll: “En los 60 cambió mi visión del mundo –dijo–. Escuchando esas canciones tenías que bailar, tenías que moverte y seguir buscando al chico rebelde (...) Querías vivir siempre en la cornisa”. No se me ocurre una mejor definición de triunfo: lograr que la intensidad de una voz encarne para toda una generación la emoción de ser joven.

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20 FEET FROM STARDOM El documental A 20 pasos de la fama rinde homenaje al aporte de las coristas a la música, de los años 60 en adelante.
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