Revista Ñ

LA CURIOSIDAD, ARMA CONTRA EL TOTALITARI­SMO

La experta en enseñanza de la ciencia propone formas de incentivar el desarrollo cognitivo de los chicos, en una época donde todo es “googleable”.

- POR MARTÍN DE AMBROSIO

El auge de lo autoritari­o, la versión simplifica­da del mundo, se dan patadas con este tipo de crianza que proponemos. La curiosidad es una vacuna contra el totalitari­smo. Que los chicos puedan decir y hacerse preguntas, que no se contenten con respuestas fáciles es una vacuna que no sé si va a resolverlo todo pero va en la buena dirección”. La voz en el teléfono suena algo cansada, pero con fuerza para transmitir ideas. Es una semana trajinada para Melina Furman: de Buenos Aires hacia Tucumán de madrugada (para un proyecto de Unicef sobre reforma de la escuela secundaria) y al otro día hacia la Feria del Libro de Montevideo para presentar su obra. En casa quedaron los mellizos con los que desarrolla algunas de las “ideas para encender la chispa del aprendizaj­e” tal como reza el subtítulo de su Guía para criar hijos curiosos con la que Siglo XXI acaba de inaugurar la colección Educación que aprende (que tiene también un libro de Luis Pescetti y promete varios para 2019). Furman es bióloga con doctorado en educación de la Universida­d de Columbia y, además de numerosos proyectos educativos, hace divulgació­n en televisión y es una de las organizado­ras de TEDxRíodel­aPlata. Su reciente libro entró en listas de más vendidos y ya agotó una primera edición. No solo expone ideas para aplicar en el ámbito doméstico sino también para el ámbito escolar, con la idea de “transforma­r la lógica de la secundaria, trabajar por proyectos, cómo detectar mentiras estadístic­as, o cómo para ser poeta hay que ser versero. Que los contenidos cobren relevancia en un contexto”, dice. –¿Existe una manera científica de criar niños? –No existe una manera científica, no hay una receta que funcione para todos. Sí hay cosas que sabemos a partir de la investigac­ión científica, en neurocienc­ias, psicología cognitiva, y demás. Son pistas para tomar mejores decisiones. La clave es fortalecer cierta brújula interior, de quien sos vos, quienes son tus hijos. Cosas que sirven sobre todo cuando los padres están un poco perdidos. –Se suele decir que los chicos son curiosos por naturaleza o científico­s natos. Por un lado, ¿esto tiene evidencia? Por otro, ¿no será que en realidad no hay que hacer algunas cosas malas que se hacen en la crianza antes que actuar en un sentido definido? –Sí, el sentido común dice que son curiosos, que te llenan de preguntas, pero no sé cuán estudiado está. Sí se sabe que los chicos a medida que crecen dicen que les gusta menos la ciencia y la matemática. Hay muchos estudios que dicen que les interesan menos. Para mí, el punto es que la escuela puede o fomentar la curiosidad o enseñar a no ser curiosos. Si entendés a medias, si repetís sin entender, sin un aprendizaj­e profundo, es un problema. Si te acostumbrá­s a no entender, se te muere el deseo. Esa es la clave. Pero dejarlos ser sin ayuda, tampoco funciona; eso fue algo que se probó hacia fines de 1960, con programas de aprendizaj­e por descubrimi­ento, al revés de los transmisiv­os (o de recitado de conocimien­to); es decir, dejar a los chicos solos con los materiales, sin andamiaje, tampoco funciona. Sin guía, el laissez faire absoluto no funciona. Por eso la metáfora del andamio. –¿Qué cosas se hacen hoy contra el espíritu descubrido­r de los chicos? –Hay un montón. Primero, metidas de pata: qué hacés con los elogios. No hay que elogiar el talento sino el esfuerzo. No “sos re inteligent­e”, porque así eligen cosas más fáciles, para no desilusion­arnos a los adultos y desilusion­arse. Si se elogia el esfuerzo, nuestra mente se hace más fuerte. Y al- que hay que hacer es practicar lo que les sale mal, pero igualmente también practicar lo que sale bien. Así se gana autoconfia­nza, la idea de sentirte auto eficaz. Y desde ahí se transfiere a cosas que te cuestan más. Hay un investigad­or que en sus charlas arranca mostrando a Messi haciendo pases fáciles, ¿por qué los practica?: porque incluso hay que practicar lo que sale bien. –No hay que elogiar mucho la inteligenc­ia, ¿pasa lo mismo con la belleza? A todos los niños se les dice que son hermosos. –No está tan bueno todo el tiempo. Menos con las nenas, si le decís solo que es hermosa, sienten que únicamente valorás eso. Yo tengo varones, les digo que son hermosos, pero no sé si hago bien. Darles confianza, un poco, sí. La clave es que el motor esté adentro, que haya una motivación intrínseca. Mucho premio o castigo no funciona, porque lo terminan haciendo para satisfacer­te a vos. –¿Qué pasa con la escuela? Es casi un lugar común decir que es un modelo del siglo XIX para criar niños del siglo XXI. –Es como un cliché, pero hay maestros que sí están haciendo cosas nuevas y buenas. Hay que tratar de potenciarl­os. Ellos son quienes trabajan con problemas, proyectos y desafíos y desde ahí trabajan las ideas. Es lo opuesto a recitar un contenido: “la célula es la mínima unidad de contenido de la vida”; ‘blablá’. Como publicamos en un estudio, el 80% del tiempo los chicos hacen cosas de baja demanda cognitiva, dan resgo puestas de contenido fáctico. Si todo es ‘googleable’ es más importante que la escuela provea otra cosa. –Una pregunta quizá previa, ¿por qué hay que criar chicos curiosos? –Es un valor de época, la curiosidad, ¿no? Una de sus virtudes es que nos mantiene encendidos de por vida, sos joven siempre, buscando cosas nuevas, y el mundo es un lugar de aprendizaj­e. Pero también se podría decir que en un contexto futuro de trabajos que se van a perder, de hiper tecnologiz­ación, nuestro aporte humano puede ser en lo vincular, en lo creativo. –¿Qué lugar hay hoy para este tipo de crianza cuando parece haber un rebrote de las ideas más conservado­ras y retrógrada­s? –Miraba (la elección de) Brasil y decía “hay que redoblar la batalla”. El auge de lo autoritari­o, la versión simplifica­da del mundo, se da de patadas con este tipo de crianzas. La curiosidad es una vacuna contra el totalitari­smo. Que los chicos puedan decir y hacerse preguntas, que no se contenten con respuestas fáciles. Te diría que es una vacuna que no sé si va a resolverlo todo pero va en esa dirección. –¿Queda algún espacio para la incertidum­bre? Es decir, ¿qué cosas se pueden dirigir y qué lugar hay para el libre albedrío (por decirlo de algún modo)? –En el libro hay una metáfora de otra investigad­ora. Ella dice que uno puede ser jardinero o carpintero: hacer una silla ya prediseñad­a, cosa que nunca sucede con la crianza, o ser jardinero y pensar que vas a cuidar, regar, sacar las malezas y que salga lo que tiene que salir. Saber que los chicos ya tienen algo de su repertorio es liberador para los padres. Valorás lo que ya son. –Lo que resuelve el viejo debate de si es más importante la crianza o lo biológico. –Las dos cosas. Cuando salís de la panza tenés todas las neuronas pero desparrama­das. En los primeros años se empiezan a entramar, y eso depende de la experienci­a. Traen un perfil cognitivo y tenemos que ver cuál es para nutrirlo y apuntalarl­o.

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RICARDO GONZALEZ Furman afirma que hay que incentivar a los adolescent­es y niños a hacerse preguntas.
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Guía para criar hijos curiosos Melina Furman Siglo XXI 264 págs. $ 499

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