ARTE: EL MOMENTO MÁS INTENACIONAL
Visitantes ilustres. Buenos Aires se convirtió en una de las capitales mundiales del arte, con exposiciones deslumbrantes y obras de grandes maestros clásicos, modernos y contemporáneos.
El que está a punto de terminar será recordado como uno de los años con mayor número de exhibiciones internacionales de envergadura en Buenos Aires. Entre ellas, una de las que difícilmente caerá en el olvido es J. M. W. Turner. Acuarelas, la exhibición que acercó al público argentino una impactante selección de acuarelas del artista romántico que abrió paso al impresionismo. El conjunto, propiedad de la Tate Gallery, hizo pie en el Museo de Bellas Artes a fines de septiembre en una selección que armó David Blayney Brown, uno de los más prestigiosos especialistas en el artista británico que legó poco antes de morir el núcleo más importante de su producción a la Tate. Así, las obras que se pudieron ver en Buenos Aires y aún continúan en exhibición hasta el 17 de febrero pertenecen a una institución que apreciada por tener el más completo acerbo del pintor. El mismo que llevó la acuarela a un nivel de exquisitez incomparable y en gran medida fue quien definió al paisaje inglés en el tránsito de la sensibilidad del siglo XVIII al XIX.
Otra de las exhibiciones internacionales que nuestro público pudo disfrutar este año apuntó a enhebrar experiencias experimentales latinoamericanas y europeas producidas entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la caída del Muro de Berlín. La muestra fue planteada como un diálogo entre el patrimonio del Museo de Arte Moderno de Frankfurt MNK y una selección que armaron Victoria Noorthoorn, directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y su equipo con piezas procedentes de colecciones privadas y públicas como el Museo de Bellas Artes y el MALBA de Buenos Aires, la Pinacoteca de San Pablo, las Fundación Daros, Lucio Fontana y otras tantas instituciones de América Latina, Estados Unidos y Europa. En total reunió a unos cien artistas de Europa y Latinoamérica que, entre otras cosas, contribuyeron a replantear muchas de las relaciones consagradas en el arte de un lado y otro del mundo. Semejante encuentro patrimonial, que integró unas quinientas obras, sirvió al mismo tiempo como carta de presentación de las nuevas salas del Museo de Arte Moderno y la renovación edilicia que se dio a conocer a comienzos de julio de este año.
Otra estrella de esta constelación de visitas internacionales que brilló en Buenos Aires durante los primeros meses de la temporada 2018 fue México moderno. Vanguardia y revolución. Si bien inauguró durante el último tramo de 2017, la muestra se erigió en un hito que le devolvió al Malba el entusiasmo de atraer multitudes que le estaban siendo esquivas con su programación anterior. Es sabido que la modernidad mexicana ejerce un enorme atractivo donde quiera que vaya y esta vez no fue una excepción a esa regla que no se priva de sacar lustre a las figuras de Frida Kahlo y los muralistas. Con todo, en este conjunto la mayor parte de las 160 piezas elegidas, eludió los consabidos estereotipos apelando a pinturas muy bien elegidas de Julio Ruelas, Angel Zárraga, Dr. Atl, María Izquierdo y del propio Siqueiros.
Pocos meses después las salas del museo se prestaron al interesante diálogo entre Cindy Sherman y Richard Prince que facilitó la colección del Museo Astrup Fearnley de Oslo. En tanto, el capítulo de monográfi-
cas dedicadas a grandes artistas argentinos, que suele programar el Malba, esta vez tuvo a David Lamelas como gran protagonista desde marzo hasta junio y más recientemente, la retrospectiva Pablo Suárez en cuyo generoso recorrido retrospectivo es posible leer influencias y asimismo legados a las nuevas generaciones.
Durante los meses de agosto y septiembre el CCK acogió en el marco del Festival de la Luz una imperdible muestra de Rodchenko que volvió a poner en escena el radical clima creativo que acompañó los primeros años de la Revolución Rusa. Curada por la investigadora Irina Chmyreva, el nieto del artista Aleksandr Lavrentiev, y su hija Ekaterina Lavrentiev, las fotos expuestas por primera vez en la Argentina pusieron de relieve la envergadura de la contribución de Rodchenko a la estética fotográfica del siglo XX con una nueva visualidad que, entre tantos aportes, incorporó a las masas como sujeto de encuadres radicales y planos inéditos.
Por su parte el mismo CCK mantuvo en su programación de los primeros meses de este años a Les visitants. La muestra que curó Guillermo Kuitca con artistas de la Colección Cartier ocupó hasta junio el sexto y el séptimo piso del edificio. La rotunda presencia de obras fotográficas, instalaciones y videos de Patti Smith, Tony Oursler Wolfgang Tillmans, Nobuyoshi Araki, Hiroshi Sugimoto, Seydou Keïta, Francesca Woodman, Jean-Michel Alberola, Nan Goldin y Douglas Gordon, entre otros artistas de gran renombre internacional, fue un imán para gran cantidad de visitantes del CCK que pudieron internarse también en también la inquietante intervención David’s Living Room Revisited, un homenaje de Kuitca a David Lynch.
Allí también la muestra anual Democracia en Obra, se conformó con obras de destacados artistas internacionales. Entre ellas, algunas imperdibles como “Democracy”, de Oliver Rössler, y el inquietante video “Inferno”, de la israelí Yael Bartana, que situó su drama en el imparable crecimiento de las corrientes evangelistas en Brasil.
La Fundación Proa que en el mes de abril inauguró formalmente Proa 21, su nuevo espacio dedicado a proyectos experimentales, durante los primeros meses del año mantuvo a Ai Wei Weien su sede central de Pedro de Mendoza al 1900. De tal manera, la exhibición Inoculación, del artista chino, que inauguró a principios de diciembre de 2017, permaneció hasta abril de este año como un fuerte adelanto de temporada. Si su instalación Forever byciles, ubicada en la explanada de Proa, se constituyó desde un principio en gran atractivo para los visitantes de La Boca que resultaron incansables a la hora
de sacarse selfies con ese fondo, el conjunto de treinta piezas del artista alojadas ya en el interior produjo un impacto mas dramático por el deslizamiento de su crítica a la censura, el trabajo esclavo y la represión en China junto al conmovedor tratamiento de la cuestión de los inmigrantes.
Transcurridos esos primeros meses, el mismo espacio fue ocupado por Fotografía argentina 1850-2010: contradicción y continuidad, una versión adaptada de la muestra que formó parte del proyecto Pacific Standard Time: LA / LA, que se llevó a cabo desde septiembre de 2017 hasta enero de 2018 en Los Ángeles como iniciativa del Museo J. Paul Getty. A pesar de contar con una selección de destacados fotógrafos argentinos que intentó un recorrido por 160 años de nuestra historia, la selección lució demasiado condescendiente con el imaginario que el Norte quiere tener del Sur. Tanto, que podría decirse que en su lugar de origen pasó sin pena ni gloria.
No ocurrió lo mismo con la deliciosa muestra Teatro de Encuentros, de Alexander Calder, que Proa inauguró en septiembre y quedará hasta el 13 de enero de 2019. Muestra fina, sugerente y regocijante que reunió desde las exploraciones de la linea que realizó en los años 30, sobresoporte del espacio, a sus desarrollos móviles, sus “stabiles” y obras a gran escala del los 70.
Por su parte, con menos ingredientes internacionales, la programación del espacio de la Fundación OSDE presentó esta temporada una exquisita muestra dedicada a Ricardo Garabito. El conjunto seleccionado por Gabriela Vicente Irrazábal diseñó un recorrido por la obra del artista desde los años sesenta hasta el presente. Figura esquiva, en sus infrecuentes apariciones Garabito tiene la virtud de lograr una rara reconciliación con el oficio y la dimensión aguda de su mirada. Otro hallazgo particularmente celebrado de la programación del Espacio OSDE fue y es Contraste simultáneo, la muestra con que se conmemoraron los 25 años de la Fundación y los 60 del Fondo Nacional de las Artes a partir de determinadas coincidencia en el patrimonio de ambas instituciones. El minucioso trabajo que vale la pena destacar, por la sensibilidad y la creatividad de visiones fue una tarea que llevaron a cabo Gonzalo Maciel y Juan Balza, artistas y productores del Fondo que conocen como pocos el patrimonio de la institución, incluido el incorporado a partir de Premios y becas recientes.