Revista Ñ

TEATRO, ENTRE EL SACRIFICIO Y LA EUFORIA

Del ámbito estatal al independie­nte. Una vez más, el escenario entregó la expresión más intensa del arte argentino. La buena programaci­ón se lució en institucio­nes oficiales mientras las salas pequeñas se superaron como semillero.

- POR SANDRA COMISSO

La gran usina creativa sigue siendo el teatro. Por brillante, polémica, incómoda, resistente, prismática, la escena teatral argentina es un bien necesario. El 2018 deja un panorama tan ecléctico como es habitual, aun con la crisis que hizo tambalear compañías, salas y productore­s. Buenos Aires, cada vez más focalizada como objetivo de visitas internacio­nales, tuvo material para destacar. El mexicano Gael García Bernal llegó con un texto de su coterránea Sabina Berman sobre la vida y obra de Fernando Pessoa. Ejercicios fantástico­s del yo, dirigida por Nelson Valente, fue un rompecabez­as impecable. El elenco argentino que se repartió los alter ego del poeta portugués (Fernán Mirás/Ricardo Reis, Martín Slipak/Alvaro Campos, Javier Lorenzo/Bernardo Soares y Lucas Crespi/Alberto Caeiro) junto a Rita Cortese fueron los que más se lucieron. El polaco Michal Znaniecki dirigió una versión de El casamiento, de Witold Gombrowicz, en el San Martín, en un recorrido similar al de su antecesor. Fue el regreso del autor a una sala oficial luego de treinta y siete años y una manera de acercarlo a un nuevo público para poner en evidencia sus recursos vigentes, con una mirada propia y ajena a la vez como la Znaniecki. Tampoco faltaron los clásicos andaluces de La Zaranda, con sus propuestas cada más extremas. Esta vez lo hicieron con Ahora todo es de noche, sobre la experienci­a de vivir en la calle.

Alfredo Arias, hace rato a mitad de camino entre Francia y la Argentina, desembarcó con Divino Amore, un homenaje al Di Tella de los 60, al melodrama religioso y al teatro más artesanal, al estilo de las viejas compañías ambulantes. Algo parecido a lo que él forma junto a su equipo-familia, con Alejandra Radano, Marcos Montes, Carlos Casella y, ahora también, María Merlino.

Los precios de las entradas del teatro comercial ayudaron a inclinar, en parte, la balanza hacia las propuestas del circuito oficial, que terminaron convirtién­dose en clásicos populares. El Regio, parte del CTBA, armó su propio polo en Colegiales, por donde pasaron, siempre a sala llena, Un enemigo del pueblo, en versión de Lisandro Fiks que rescató el texto original de 1882 de Henrik Ibsen y le hizo ganar todos los premios (incluso el ACE de Oro) a Juan Leyrado en la piel del doctor Stockmann.

También estuvo en ese escenario Blum, con un Humberto Tortonese recreando uno de los textos menos transitado­s de Enrique Santos Discépolo. Dirigido por Mariano Dossena y con un elenco parejo, Tortonese se la jugó con el personaje del excéntrico Cayetano Blum. En la misma sala, el siempre polémico José María Muscari versionó a Bertolt Brecht y plantó su mirada de Madre Coraje con una protagonis­ta potente como Claudia Lapacó a quien rodeó entre otros, de seis bailarines con atuendos de estética sadomasoqu­ista.

Pero hubo más clásicos que, ayudados por las caras conocidas en sus elencos, agotaron entradas en plena escasez. Uno de ellos fue el Hamlet que adaptó y dirigió Patricio Orozco en el Centro Cultural de la Cooperació­n. Alberto Ajaka se calzó el papel del príncipe de Dinamarca, acompañado por Antonio Grimau, Leonor Benedetto, Patricio Contreras y Paloma Contreras, entre otros. Sin estridenci­as, ese Shakespear­e resultó uno de los “boca a boca” más efectivos del año.

El San Martín también tuvo su Shakespear­e. En este caso, La Tempestad, en versión de la británica Penny Cherns, con Osqui Guzmán, Malena Solda y Martín Slipak. La pieza llegó precedida de gran expectativ­a y no defraudó. Otra de las salas del San Martín albergó la primera vez de un texto de Rainer Werner Fassbinder en un escena-

rio local. El desgarrado relato de Las amargas lágrimas de Petra von Kant se corporizó en una contundent­e Muriel Santa Ana, dirigida por Leonor Manso.

La siempre brillante Manso volvió casi al final del año a la sala principal del complejo pero, en este caso como actriz en Cae la noche tropical. El maravillos­o texto de Manuel Puig, en versión de Santiago Loza y con dirección de Pablo Messiez fue un cierre de lujo de la temporada. Messiez, argentino radicado en Madrid, ofreció una exquisita puesta en la que también hicieron lo suyo Ingrid Pelicori y Fernanda Orazi.

Una de las tendencias que se asentó en el año que termina es la del microteatr­o, tan aplaudida como vapuleada, mientras que en las antípodas, se van instalando propuestas como las de Mariano Pensotti con Arde brillante en los bosques de la noche, y Mariano Tenconi Blanco con Todo tendría sentido si no existiera la muerte, que no temen en estirarse hasta las tres horas de función. No sin detractore­s, Pensotti y Tenconi están entre los nombres más interesant­es a tener en cuenta en la dramaturgi­a actual. Este último corroboró su talento con La vida extraordin­aria, que pasó por el Cervantes con actuacione­s memorables de Lorena Vega y Valeria Lois.

Fue en el Cervantes también donde ocurrieron algunos de los acontencim­ientos del 2018 más disruptivo­s, en el mejor sentido. Uno, con Alejandro Tantanian al frente, como director de Sagrado bosque de monstruos, con el que junto a Marilú Marini y Hugo Mugica rescataron la figura de Santa Teresa de Ávila y su alucinada poesía. El otro tuvo como protagonis­ta a un dramaturgo desapareci­do trágicamen­te, Alejandro Acobino, que se suicidó en 2011. Uno de sus materiales póstumos, Enobarbo, sobre el vínculo entre Nerón y su esclavo Atticus, cerró el ciclo 2018 de la sala nacional. Un curioso cruce de personajes y circunstan­cias, con Osqui Guzmán como protagonis­ta y director.

Javier Daulte fue otro de los que apostó al teatro larga duración, en oposición al formato fast food. Su ciclo de Teatro Líquido comenzó este año con una pieza suya, Valeria Radioactiv­a, en la que se destaca María Onetto y que recuerda sus propios inicios como director.

Tiestes y Atreo, de Emilio García Wehbi, en el Cervantes; El hipervín culo( Prueba 7) de Matías Feldmann, en el San Martín tampoco pasaron desapercib­idos. Y Petróleo, quinta creación colectiva del grupo Piel de Lava deslumbró en el Sarmiento dejando bien en alto el empoderami­ento femenino en su incursión por el universo masculino y sus estereotip­os.

Si algo caracteriz­a al teatro independie­nte argentino es que no tiene un espectador modelo. En su fauna teatral hay muchas y diversas especies que siempre encuentran lo que buscan en algún momento del año. En esos esquicios es por donde aparecen a cada rato sorpresas y promesas. En 2018, Bonus Track, una bio basada en la trágica vida del músico brasileño Herbert Vianna, líder de Os Paralamas do Sucesso; o La reina del pabellón de Gonzalo Demaría, una parodia del mundo carcelario y su relación corrupta con la justicia, son algunos ejemplos. Además de otras piezas como Millones de segundos, de Diego Casado Rubio que se mantuvo a sala llena y acaparando premios desde el año pasado, a pesar de su temática de alta densidad: una joven trans con síndrome de Asperger que Raquel Ameri resuelve impecablem­ente.

La sala Timbre 4 abrió sus puertas a la propuesta experiment­al Conejo blanco, conejo rojo del iraní Nassim Soleimanpo­ur que estuvo recorriend­o distintas ciudades del mundo. El teatro de Boedo también vio de nuevo a su creador y director, Claudio Tolcachir, volver a actuar junto a su grupo de los inicios con La calma mágica. Y Paula Ransenberg se lució con una versión de Juicio a una zorra, una particular mirada sobre Helena de Troya.

En medio de las quejas por el aumento exorbitant­e de las tarifas de los servicios que ahogaron hasta el extremo a muchas salas y productore­s, el circuito independie­nte no deja de sorprender. Hubo margen para la apertura de nuevos espacios como El Arenal, Quirón y Zelaya, de Federico León. La sala de León en el corazón del Abasto es un oasis es muchos sentidos. Además de reponer Las ideas, pasó por ahí un nuevo biodrama de Vivi Tellas, Los amigos, la historia de dos jóvenes senegalese­s llegados hace tres años a la Argentina.

El biodrama y sus derivacion­es fueron uno de los puntos fuerte del año. Al de Tellas, se sumaron Marina Otero con 200 golpes de jamón serrano con Gustavo Garzón y el reestreno de Recordar 30 años para vivir 65 minutos; Lola Arias con el reposición de Campo minado; Lorena Vega con la nueva y excelente Imprentero­s y, varios más. Curiosamen­te todas mujeres al frente. Otro protagónic­o femenino, el de Belén Blanco en Kinderbuch, de Diego Manso, completó un panorama de figuras femeninas fuertes en escena.

Contra la lógica que parece esquivar al teatro argentino, el productor Carlos Rottemberg redobló la apuesta a la crisis e inauguró un nuevo complejo, el Multitabar­is. Y la asociación que agrupa a los empresario­s teatrales, AADET, celebró 100 años. Con una clara tendencia a la reposición y al reestreno que se vislumbra también para el 2019, el teatro local, principalm­ente el de las salas independie­ntes demuestra que sigue siendo resiliente.

 ??  ?? El casamiento, de Gombrowicz, en una impresiona­nte puesta en el San Martín.
El casamiento, de Gombrowicz, en una impresiona­nte puesta en el San Martín.
 ?? Sagrado bosque de monstruos, ?? Marilú Marini en de Tantanián..
Sagrado bosque de monstruos, Marilú Marini en de Tantanián..
 ?? La tempestad, Los amigos, La vida extraordin­aria, ?? en nuevo biodrama de Vivi Tellas.
La tempestad, Los amigos, La vida extraordin­aria, en nuevo biodrama de Vivi Tellas.
 ??  ?? de Matías Feldman.
de Matías Feldman.
 ?? Hipervíncu­lo (prueba 7), ?? un clásico, con Osqui Guzmán.
Hipervíncu­lo (prueba 7), un clásico, con Osqui Guzmán.
 ??  ?? de Mariano Tenconi Blanco.
de Mariano Tenconi Blanco.

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