Un lugar en el mapa del arte
Fue mucho más de un año de estudio, preparación y negociación sobre cómo iba a ser uno de los eventos más esperado por los actores del sistema artístico local: la semana Art Basel Cities (realizada del 6 al 12 de septiembre pasado). Organizada en conjunto por el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Art Basel –la feria de arte nacida en Basel, Suiza– y algunas galerías e instituciones locales asesorando o actuando como colaboradoras, el objetivo fundamental de la costosa movida –fuentes cercanas al gobierno porteño comentaron que el monto pagado a Art Basel por su trabajo fue cercano a los tres millones de dólares– , se presentó como una inversión de capital simbólico: convertir a la ciudad de Buenos Aires en un “catalizador cultural internacional”. Es decir, promover tanto a sus artistas como a la ciudad misma. Doble apuesta: por un lado, llevar al escenario global el valor cultural de la capital argentina; por otro, dar a conocer a una audiencia VIP (los clientes, actores y ricos coleccionistas de Art Basel) su valor como un destino turístico posible. Al realizar el gobierno porteño y algunos de los actores locales la alianza con Art Basel –que con este movimiento eligió a Buenos Aires como primera ciudad asociada de su nuevo programa Art Basel Cities, según contó a Ñ Patrick Foret, director de iniciativas de negocios de la feartistas ria suiza–, se buscó poner al arte argentino en un escenario internacional de primer nivel.
Para ello Art Basel eligió como curadora general a la italiana Cecilia Alemani, responsable de Rayuela (Hopscotch), una exhibición diseminada en distintos puntos de la ciudad: dieciocho artistas locales e internacionales presentaron grandes producciones en espacios públicos. Entre los artistas de renombre internacional recibimos la visita del polémico Maurizio Cattelan, cuya obra Eternity, fue sin duda la más criticada. Cattelan convocó a los artistas argentinos a crear su propia lápida en la Plaza Sicilia. El resultado –hay que decirlo– estuvo lejos de la fama mundial del artista italiano.
Otro nombre internacional que marcó el pulso de la movida Basel en Buenos Aires fue Barbara Kruger, autora de la gigantesca obra mural “Sin título (No podés vivir sin nosotras)”, todavía visible en los silos de Puerto Madero. De los locales, los trabajos “Polenphonía”, de Eduardo Navarro; “Alfabeto lunar”, de Leandro Katz; “Zona de inicio”, de Luciana Lamothe; y la selección de películas de Narcisa Hirsch fueron muy observados.
A meses de haber concluido la movida en la capital, sabemos que los artistas internacionales que viajaron a Buenos Aires y los invitados VIP la pasaron genial: la ciudad es hermosa, ver arte contemporáneo siempre es gratificante y buena parte del cronograma fueron fiestas, cenas y recorridos. Pero ¿qué quedó luego de realizado el esperado proyecto, además de su documentación, el recuerdo y algunos contactos? ¿Quedaron Buenos Aires y los artistas argentinos mejor posicionados en la escena internacional del arte? Es demasiado pronto para hacer el balance de un proyecto que generó grandes expectativas pero fue demasiado costoso.