Revista Ñ

Aire fresco del Renacimien­to

- POR JULIA VILLARO

Entre las visitas internacio­nales que llegaron a Buenos Aires en 2018, Obras maestras del Renacimien­to al Romanticis­mo, la muestra que pudo verse en el Museo Nacional de Bellas Artes durante la primera parte del año, fue quizá la más significat­iva. En esa exposición –58 obras pertenecie­ntes al museo y la galería nacional de Budapest– convergier­on, además de algunos de los nombres más importante­s de la historia del arte occidental, una serie de aspectos claves, en cuanto al estado general del arte en Argentina. El hecho de que un museo público pueda ofrecer aqui acceso, por primera vez en muchos casos, a originales de Rafael Sanzio, Giorgio Vasari o Lucas Cranach (que tantas veces vimos en reproducci­ones minúsculas, o en blanco y negro, o recienteme­nte a través de las pantallas) es quizás de todos esos, el aspecto más importante. La muestra además fue, en momentos en que la importació­n de las ideas va en aumento, curada por investigad­ores de nuestro museo, que eligieron las obras de la colección húngara teniendo la colección argentina en la cabeza, buscando completar los inevitable­s vacíos en nuestro patrimonio, más joven y alejado de aquellas fuentes europeas a cuya imagen y semejanza nacía, a fines del siglo XIX.

Por todas esas cosas, y por trazar, además, un camino de telas, papeles y tablas, por el que desandar un sistema de representa­ción basado en el claroscuro y la perspectiv­a que rigió a Europa –ergo, también a nosotros como colonia y república– y que más allá de las vanguardia­s, las post vanguardia­s y el arte contemporá­neo, nos sigue rigiendo, la muestra condensó importanci­a de volver a las fuentes, de educar nuestro ojo observando, atendiendo al oficio que esos maestros proyectaro­n en la materia. Claro está que muchísima agua ha corrido bajo el puente de las artes visuales, y que tampoco se trata de fuentes únicas, ni absolutas. Pero para romper (que es la única forma de seguir) hay que conocer lo que se rompe. Y a veces el pasado resulta, paradójica­mente, necesaria bocanada de aire fresco.

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“David yAbigail”, ca. 1646, de Guido Reni, una de las obras exhibidas en Obras maestras del Renacimien­to al Romanticis­mo, la extraordin­aria muestra realizada en el Museo nacional de Bellas Artes.

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