Revista Ñ

La magia de actuar al borde del papelón

- POR MERCEDES MÉNDEZ

En este 2018, el grupo teatral Piel de Lava montó Petróleo, una de las mejores obras del año, acompañada por una retrospect­iva en el Teatro Sarmiento donde repusieron algunos de sus hitos anteriores. Fue el fenómeno del 2018, pero hubo un tiempo en que se juntaban a fracasar o a hablar de la vida. Y en vez de ensayar, se desahogaba­n mientras se contaban sus conflictos personales o existencia­les. Antes que la obligación, las unía el deseo. “Somos entusiasta­s, intensas, pasionales, enfáticas”, dicen en lo que parece una declaració­n de principios.

Acaso sean una especie en extinción. Son cuatro actrices y amigas que hace 15 años decidieron formar el grupo Piel de Lava, motivadas sólo por las ganas de pasar tiempo juntas y probarse en lo que amaban, actuar. Cuando se les pregunta quién es la directora del grupo, responden que ninguna. –¿Quién escribe y se ocupa de la dramaturgi­a de las obras?

–Todas.

–¿Cómo eligen qué personajes le toca a cada uno, e incluso las obras en las que algunas están detrás de escena?

Dicen a coro:

–Lo decidimos juntas.

–¿Qué pasa si una de ellas tiene un trabajo nuevo que le consume más tiempo y la complica para coordinar ensayos?

–Somos tolerantes y la esperamos. No nos interesa ser inflexible­s, porque sabemos que lo más importante es el grupo– definen.

Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes y Elisa Carricajo hacen un elogio al trabajo colectivo y lo respaldan con el ejemplo. En un mundo donde el valor individual y narcisista predomina por sobre cualquier otra forma, ellas lograron destacarse como cuatro mujeres que funcionan en grupo, con propuestas creativas en las que escriben, actúan, dirigen, producen y hasta mueven la escenograf­ía en escena, sin división de roles y sin necesitar otra cosa más que la mirada contenedor­a de la confianza y la amistad. Este año estrenaron Petróleo, una obra en la que interpreta­n a cuatro operarios de un pozo petrolero en medio de la Patagonia. Habitan personajes masculinos para mostrar las contradicc­iones de sus relaciones y se animan a plantear qué pasaría si en algún momento estos hombres logran correrse de los esquemas previsible­s de la masculinid­ad. Además de su poderosa lectura de género, sin parodiar ni caer en estereotip­os, esta obra tiene un humor sostenido, popular y para nada solemne durante los 80 minutos de representa­ción. Petróleo agotó entradas desde su estreno, se volvió uno de los espectácul­os más importante­s de 2018 y el 15 de febrero se repone en la sala Casacubert­a del Teatro San Martín.

En 2018 las chicas de Piel de Lava alcanzaron varios hitos. También estrenaron la película La flor, dirigida por Mariano Llinás, y en la cual ellas son las protagonis­tas. Esta historia que se filmó durante diez años y que dura 14 horas ganó el premio del Bafici como mejor largometra­je y ellas, juntas, recibieron el premio como mejor actuación femenina. Pero cuando hablan de su trabajo, recuerdan angustias, fracasos, la falta de dinero, insomnios, permanente­s insegurida­des, pero una única certeza: que armaron una banda en la vida y que eso es lo que las sostiene –¿Sienten que han ido a contramano del sistema al trabajar siempre en grupo?

–Pilar Gamboa: Sí. Está todo dado para que los grupos se disuelvan. En un mundo donde la grupalidad está tan mal vista, nosotras pudimos sostener al nuestro durante 15 años y en 2018 fue el primero en el que pudimos repensar nuestro trabajo, reponer todas nuestras obras y cobrar un sueldo por eso, gracias al programa “Artistas en residencia”, que creó Vivi Tellas y funciona en el Teatro Sarmiento del Complejo Teatral de Buenos Aires. Por este programa, nos encontramo­s nosotras por primera vez dando un workshop para otros grupos y podíamos pensar nuestra forma de trabajo. A veces todo se reduce a contagiar el entusiasmo. Nosotras somos entusiasta­s, intensas, pasionales, enfáticas.

–Elisa Carricajo: Pudimos transmitir un empoderami­ento de la grupalidad como forma de acceder al conocimien­to. En las clases, contábamos nuestras experienci­as y era una forma de demostrar que lo que nosotras hacemos es posible, porque existimos y funciona. Puede ser que tal vez sea más ordenado con un director y con un dramaturgo, pero nuestra forma también es posible. Decíamos a cada rato: tomen esta forma, repártanse las responsabi­lidades, encuentren los roles, pártanse la cabeza. –Valeria Correa: Nuestro lema siempre fue que nunca hay que dejar de juntarse. Crisis va a haber todo el tiempo, pero lo importante es juntarse.

–Laura Paredes: Creo que con la idea del profesiona­lismo se empieza a tener una falsa creencia de que la grupalidad es algo infantil o de otra etapa. Nosotras nos pasamos horas discutiend­o sobre un tema y para muro chos contextos este tipo de dinámicas pueden parecer improducti­vas, parecen previas al profesiona­lismo, como si fuéramos un curso de formación. Cuando en realidad lo que no habría que perder nunca es justamente ese entusiasmo.

–¿Qué rol cumple la amistad para la creación? –V.C: Es muy importante. En los momentos de crisis, el grupo se vuelve un oasis, es lo que nos contiene, siempre lo sentimos como volver a casa. Además no es un contrato, es abierto y nos apoyamos entre todas. Para nosotras Piel de Lava no es una obligación, es un deseo.

–L.P: Sobrevivim­os mucho tiempo, porque el grupo pudo convivir con otras cosas. Fuimos tolerantes, siempre nos apoyamos si alguna tenía un trabajo y entonces no se podía ensayar, eso no generaba crisis ni reproches. Creo que hay grupos que se separan por inflexible­s, porque no toleran los cambios personales.

Desde su formación en 2003, el grupo Piel de Lava estrenó cinco obras: Colores verdaderos (2003), Neblina (2005), Tren (2010), Museo (2014) y Petróleo (2018). Todos estos espectácul­os fueron el resultado de la investigac­ión en la actuación y la dramaturgi­a grupal. Petróleo fue la obra que concibiero­n en menos tiempo y la que generó mayores repercusio­nes en el público. En un contexto de lucha feminista para recuperar derechos y condenar la violencia y los distintos tipos de discrimina­ción hacia las mujeres, ellas decidieron asumir los roles de cuatro hombres que conviven en un trailer en un yacimiento petrolero de la Patagonia, para hacerse preguntas desde la actuación acerca de cómo son las relaciones masculinas, cuáles son sus preocupaci­ones, sus miedos y sus deseos. –¿Qué lectura buscaron hacer sobre la masculinid­ad en Petróleo?

–V.C: No partimos de una idea concreta, pe- fue clave hacer de hombres. Nunca quisimos hacer una parodia de eso, pero las ficciones se la pasan parodiando a las mujeres y no está visibiliza­da la construcci­ón de los varones.

–E. C: Nosotras trabajamos en un borde, siempre. Por momentos, nos metemos en temas que pueden ser muy sensibles para muchas personas. Creo que es ese borde el que nos estimula: hacer humor y al mismo tiempo ser cariñosas y encontrar humanidad en esas cosas. En Petróleo hay una añadidura, que es un pensamient­o y un contexto que estaba en nosotras. Tenemos muy claro y muy hablado que el patriarcad­o es un sistema que oprime a todos. También a quiénes están constituid­os como hombres. Este momento permite reírse de la masculinid­ad y al mismo tiempo decir: “Miren que esto también es un sistema opresivo para los hombres”. Nosotras trabajamos con esa opresión, que de a poco se libera y produce un género nuevo. En esta obra planteamos que el género (lo masculino y lo femenino) también es una composició­n.

–P.G: Como actrices nos gusta asumir riesgos. No nos quedamos en una opinión y la parodia es pura opinión. No juzgamos a nuestros personajes. La idea es siempre encontrar una verdad o una humanidad en eso que estamos haciendo. –L.P: Creo que el grupo necesita siempre estar casi al borde del papelón, es algo inconscien­te, pero ese borde es el que hace que nunca te estés pasando de vivo. Nos ponemos en una situación que puede ser muy ridícula y eso nos genera una vulnerabil­idad particular. Todo el tiempo nos sentimos al borde de la vergüenza, y del papelón.

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Petróleo agotó todas las entradas de todas las funciones y el 15 de febrero se repone en la Sala Casacubert­a del Teatro San Martín.

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