El auto eléctrico argentino
VOLTe1, primer vehículo 100% eléctrico, diseñado y desarrollado por ingenieros y técnicos argentinos, se presentó en noviembre. Concebido en Córdoba por expertos formados en tecnología aeroespacial, este coche de tres puertas tiene una autonomía de 150 km, capacidad para dos adultos y dos niños de hasta 12 años, y un baúl para 300 litros de darín, japonés y también en castellano rioplatense, eso significa “pagadios”.
Volvamos al auto del futuro hoy y a esta hora. Hay por lo menos cuatro problemas más con los autos eléctricos en este país tan grande. El primero es que los fabricantes tendrían que construir una infraestructura intra e interurbana de recarga que no existe, y que costaría un ojo sólo en cableado de alta y media tensión. El otro es que para recargar una flota se necesitaría mucha mayor generación de potencia “de base”, es decir de disponibilidad 24x365, que no sea térmica: eso da hidroeléctrica o nuclear; ni la fotovoltaica ni la eólica servirían. Pero no hay planes hidro o nucleares en marcha.
Lo otro es que sería imposible para las automotrices vender electricidad de recarga que por origen es 64% “sucia”, que se corta frecuentemente, a un precio que crece por semana, y de yapa en un país en recesión, donde ya resulta durísimo vender autos “térmicos”.
En el Hemisferio Norte no hay fabricante significativo que no tenga al menos un modelo full-eléctrico, aunque le haga perder plata. Es una ficha puesta para jugar cuando algún evento desestabilizador haga tambalear los 132 años de dominio de lo motriz que ya tiene el motor de combustión interna desde 1886. Lo que falta es respuesta política, pero empieza a verse. Poca y tarde, pero empieza.
Todo indica que estaríamos volviendo a los patrones climáticos del Pleistoceno, un mundo de clima mucho más tropical y extremo, en el que nunca existimos como especie. ¿Qué es lo inminente? Hay 650 millones de personas en ciudades costeras de 57 países que ya están en problemas: Buenos Aires es una más. Y además, una lista de 10 países condenados a desaparecer dentro de 2 o 3 décadas por el continuo y creciente aumento del nivel marino. Bangladesh, por ejemplo, chato como una bandeja verde, tiene 174 millones de habitantes (más que toda Rusia) y ya está inundado en un 20% por el Océano Índico. En tormentas monzónicas severas, el país ha llegado a quedar bajo agua en un 60%. carga. El modelo tiene una bonificación de $80.000 para las primeras 100 unidades (que se comercializan a través de la página web de la empresa) y se prevé entregar los primeros en marzo de 2019.
San Luis, provincia extremadamente vecina, habilitó una ruta con estaciones de recarga para autos eléctricos. La noticia salió trascartón del lanzamiento de prensa de los Volt. Aunque con la cancelación indefinida de la compra de las centrales nucleares chinas, la electricidad que se cargue en los autos eléctricos argentinos saldrá, hoy en un 66%, y dentro de unos años en una medida mucho mayor, de la quema de combustibles fósiles. Finalmente, serán de propulsión a sangre bovina: los moverá Vaca Muerta.
Esto no era así en 1947, cuando los tatarabuelos de os actuales bangladesíes se marcharon de la India muy de apuro, en ocasión del fin del “raj” británico. Hindustanos y musulmanes se han odiado y afrentado durante siglos en esta parte de Asia, pero la sobrepoblación y el cambio climático están reescribiendo la historia para peor.
Cuando Bangladesh se inunde de forma permanente, los bangladesíes sólo podrán refugiarse (es un decir) en Myanmar, donde el gobierno budista está exterminando con éxito a otros musulmanes, los Rohingyas. O tendrá la opción de volver a la India, donde tantos bisabuelos fueron asesinados en el ’48. ¿Los recibirán con la mesa puesta? Habrá guerra. ¿Cómo puede reaccionar ante esto Pakistán, viejo y breve amo colonial de Bangladesh entre 1948 y 1971? Es imprevisible.
No hace falta que colapse el hielo continental en la Antártida Occidental para que el mundo se llene de “refugiados climáticos”. Según la ONU, sólo con las inundaciones, sequías, huracanes, incendios y pérdidas de hábitat en curso, en 2050 serán 200 millones. La apuesta es que el motor de combustión interna dure menos que el hielo de la Antártida Occidental, aunque el presidente de los EE.UU., Donald Trump, está tratando de aumentar como sea la huella de carbono de su país en el mundo.
¿Se entiende de otro modo ahora al personaje de Elon Musk? Está obligando a fabricantes que saben mucho más de autos que él a repensar su modelo de negocios. ¿Está loco? Tal vez, pero mucho menos que los líderes nacionales o empresarios que la juegan de cuerdos mientras alimentan la ruina térmica de la humanidad.
Añado un dato: el diputado demócrata californiano Phil Ting presentó en enero de 2018 la Ley de Autos Limpios 2040. A partir de entonces, California, el estado con el mayor PBI de los EE.UU. dejará de registrar lo automóviles con motores de combustión interna. A Trump no le va a gustar.