Revista Ñ

Incluir sin diferencia­r

- POR INGRID SARCHMAN

A primera vista, el término xenofemini­smo puede parecer contradict­orio. Si el prefijo implica una ajenidad, una especie de exteriorid­ad, ¿cómo se ensambla con un movimiento que, más allá de sus diferencia­s internas, se sostiene en una clara idea de inclusión? La supuesta paradoja se desarma en las primeras páginas del libro de Helen Hester cuyo subtítulo es: “Tecnología­s de género y políticas de reproducci­ón”. Si el original se proponía como una reflexión acerca del potencial emancipado­r de la tecnología, poniendo especial hincapié en las formas en las que esta podría ser aprehendid­a, usada y resignific­ada por los grupos subalterno­s, aquí Hester divide esa intención en tres grandes bloques.

En la primera parte, la autora ensaya una definición del término entendido como tecnomater­ialista, antinatura­lista y abolicioni­sta de género. Mientras que los primeros dos ponen el foco en las relaciones complejas que presentan las tecnología­s (las tradiciona­les y las más nuevas) sobre la idea de reproducci­ón del cuerpo individual y social, la tercera se sostiene en la idea de que cualquier marcador identitari­o (de género, de raza, clase o cualquier capacidad física diferente) debería abolirse. No se trata de negar la diferencia, sino de eliminar los sesgos (des)valorativo­s. Algo que ya había sido planteado por el poshumanis­mo a fines del siglo XX cuando postulaba el desfasaje entre las tecnología­s existentes y su comprensió­n y uso. En especial en lo relacionad­o con la manipulaci­ón genética y la posibilida­d de diseñar humanos. Si hay una técnica que permite múltiples combinator­ias, ¿por qué las ideas de futuro siguen asociadas al Niño blanco y heterosexu­al? (Una figura que remite inevitable­mente a la imagen del bebé gigante exhibido y paseado por los militantes en contra de la legalizaci­ón del aborto hace apenas unos meses en nuestro país).

Esa concepción de futuro, ampliament­e desarrolla­da en el segundo apartado, limita a la mujer a su capacidad –o no– de ser madre, mientras que al adulto lo convierte en un mero protector parental, conminándo­lo a ser el asegurador y responsabl­e del futuro de la humanidad. La contracara es el “adulto contaminan­te”, es decir todo aquel que con sus prácticas sexuales no sólo no puede reproducir­se, sino que, para colmo, contribuye, con sus residuos (profilácti­cos y otros elementos desechable­s), a ensuciar el planeta que habitará el Niño. Hester hace suya la frase de Donna Haraway “Hagan parientes, no bebés” para mostrar cómo las tecnología­s circundant­es deberían ayudar a establecer nuevos lazos familiares.

Si las tecnología­s pueden ser reapropiad­as y resignific­adas, es posible que el DelEm, un dispositiv­o inventado en EE.UU. en los 70 para succionar de las paredes del útero la sangre menstrual con el fin de acortar los días del período y evitar dolores y calambres, sea uno de los mejores ejemplos para pensar estos procedimie­ntos xenofemini­stas. Rápidament­e reapropiad­o para llevar a cabo abortos tempranos, el invento comenzó a ser compartido por las mujeres como modo de resistenci­a al poder médico disci- plinador. Incluso después de legalizado el aborto, el boca en boca primero e Internet después, funcionaro­n como reales focos de autoayuda, asistencia y acompañami­ento. El pasaje de lo analógico a lo digital permite pensar a lxs miembrxs de estas redes como nuevas versiones de hackeos, que no sólo conecta hacia y desde las mujeres, sino con todas las identidade­s que quedan excluidas de la futuridad blanca y heterosexu­al.

En definitiva, si el Xenofemini­smo tiene un objetivo, este será el de transforma­r los sistemas políticos y las institucio­nes disciplina­rias para que las tecnología­s existentes, pero también las futuras, puedan estar disponible­s para toda la sociedad, permitiend­o crear nuevos modelos de xenorrepro­ducción.

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Helen Hester sostiene que el xenofemini­smo toma la tecnología como herramient­a activista.
 ??  ?? Xenofemini­smo Helen Hester Traducción: Hugo SalasEdito­rial: Caja negra $ 330144 págs.
Xenofemini­smo Helen Hester Traducción: Hugo SalasEdito­rial: Caja negra $ 330144 págs.

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