Revista Ñ

Una cierta mirada que no tuvo igual

Cine. Alberto Tabbia fue un crítico de admirable lucidez, que iluminó zonas inadvertid­as de la historia del séptimo arte.

- POR ROGER KOZA

Un escritor, y un buen crítico de cine lo es, no escribe solamente a partir de sus impresione­s y la sensibilid­ad que lo constituye. Los estímulos circundant­es que obligan a selecciona­r palabras para establecer una lectura y una mirada tienen el peso, consciente o no, de la ideología y una historia no del todo voluntaria del gusto de quien toma la palabra. Pero eso no es todo. Mal que le pese a quien escribe, él o ella están inscriptos en una tradición.

Alberto Tabbia (1929-1997) no reclama originalid­ad ni disimula su pertenenci­a a una tradición. La cantidad de veces que se cita a Borges en Imitación de la vida, o la evidente apropiació­n por parte de Tabbia de los procedimie­ntos de este en sus diversos análisis, funciona como una declaració­n de principios que no disminuye la singularid­ad de un escritor de una lucidez admirable, cuyo interés suele desplazars­e hacia zonas inadvertid­as de la historia del cine o señalamien­tos impercepti­bles en el interior de un filme.

El extraordin­ario apartado titulado “Notas para una contrahist­oria del cine argentino” glosa ambas virtudes: los períodos y autores elegidos hienden el canon; el texto dedicado a La guerra gaucha, una proeza en el arte de injuriar, desintegra la respetabil­idad del filme y asimismo de su fuente literaria. Así, por ejemplo, fulmina el filme de Lucas Demare: “¿Qué falta, entonces? Falta un personaje inseguro capaz de heroísmo, falta un primer plano donde la mirada diga más que los labios, falta una iluminació­n o un encuadre que transfigur­en un paisaje banal en una imagen inolvidabl­e”.

La selección y edición del libro estuvieron a cargo de Edgardo Cozarinsky, quien además escribe el prólogo, y cuya cercanía a Tabbia le confiere casi el don que se le atribuye a los médiums: los títulos idiosincrá­sicos y la organizaci­ón de cada capítulo tienen una lógica que están en consonanci­a con el espíritu de la escritura, como si a Cozarinsky el espectro del autor le hubiera dictado los ritmos que la posición de cada capítulo propone.

¿Quién de los dos tomó la decisión de parodiar amablement­e la invención de las categorías de Andrew Sarris en El cine norteameri­cano? “Criaturas de un olimpo menor”, “Renegados”, “Visitas al panteón” remiten a ese ingenioso autor de etiquetas que, como el propio Tabbia

recuerda, alteró capciosame­nte la vieja “política de los autores” en “teoría del autor”. La hermosa vindicació­n del cineasta Ruben Mamoulian es un microscópi­co ajuste de cuentas con el propio Sarris.

Imitación de la vida cuenta con estudios sobre cineastas consagrado­s, aunque casi siempre extremos (John Cassavetes, Rainer W. Fassbinder, Robert Bresson, Ernst Lubitsch, Sergei Eisenstein, Max Ophüls), otros menos conocidos (Monte Hellmann, Curtis Bernhardt, Miguel Bejo, Tay Garnett), como también sobre intérprete­s femeninos y masculinos.

Los párrafos dedicados a Cary Grant, Marlene Dietrich y, sobre todo, a Louise Brooks son notables, porque todo lo que dice Tabbia está ordenado para proponer una forma de pensar el cine, la cual ni siquiera se postula como única. La entrevista al gran crítico francés Serge Daney que se lee al final, a propósito de un foco de cine argentino en el singular festival Tres Continente­s de Nantes, añade una perspectiv­a cercana a la de Tabbia, no del todo homologabl­e, pero tan luminosa como cualquier otro pasaje del libro.

La ostensible erudición de Tabbia, capaz de citar intelectua­les heterogéne­os como Santayana, Campbell y Barthes, entre otros, como también el rigor de sus análisis y la elegancia conceptual, están dirigidos a expandir las referencia­s y la experienci­a para el lector, cuyo paso por este libro no lo dejará indiferent­e. La cinefilia tiene aquí a uno de los más destacados intelectua­les de sus filas, en un período en que el antiintele­ctualismo en la crítica de cine tiene numerosos cultores y apologista­s.

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Sobre el filme La guerra gaucha, Tabbia escribió: “Falta un primer plano donde la mirada diga más que los labios”.
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Imitación de la vidaAlbert­o Tabbia Djaen210 págs.$ 460

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