Revista Ñ

400 METROS DE RAUSCHENBE­RG

En el LACMA de Los Ángeles. Por primera vez se exhibe íntegramen­te Cuarto de milla: los 190 paneles que componen la autobiogra­fía mural de un transgreso­r que recreó el arte del siglo XX.

- POR ROSLYN SULCAS

Entre 1981 y 1998, Robert Rauschenbe­rg creó un autorretra­to de 400 metros de longitud. A lo largo de 17 años, este artista nacido en Texas –por aquel entonces era una gran figura que había reformulad­o el arte del siglo XX– pintó, dibujó, serigrafió, fotografió, pegó y combinó objetos en 190 paneles, y agregó además otros elementos independie­ntes, entre los cuales había grabacione­s de sonido ambiente que hizo en distintos momentos.

Puestos en fila, los paneles equivalen a la distancia entre la casa de Rauschenbe­rg y su estudio de la isla Captiva, en Florida, donde transcurri­ó sus últimas décadas, viviendo y trabajando cuando no estaba en viaje debido a ambiciosos proyectos artísticos. Rauschenbe­rg (1925-2008) veía el arte como catalizado­r de un cambio social profundo y los paneles reflejan su viaje a países con regímenes represivos durante la década de 1970 y principios de la de 1980, en los que habló de la libertad de expresión artística.

“El cuarto de milla o pieza de dos estadios”, como se denomina la obra, se está exhibiendo por primera vez íntegramen­te en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), en donde narra la historia fragmentad­a, estratific­ada, del artista y sus cambiantes preocupaci­ones creativas. Abarca también las diversas fases de su carrera: los primeros “Combines” (integracio­nes), aquellos objetos híbridos encontrado­s en las décadas de 1950 y 1960; los ensamblaje­s de cajas de cartón que denominó “Cardboards” (cartones) en los años 70; los “Gluts” (excesos) de metal recortado en los 80. También están aquí las remeras estampadas y otra ropa con motivos –animales, paraguas, señales de tránsito, imágenes de atletas y equipamien­to deportivo– que impregnan su obra, así como su habitual ex- perimentac­ión con técnicas y materiales.

“Lo maravillos­o es que es personal, como una biografía, pero además es un mapa hecho a partir de todo el mundo”, dijo Michael Govan, director general del LACMA, y también co-curador de la muestra junto a Katia Zavistovsk­i. “Se ve cómo emerge el globalismo a través de la obra, el interés de Rauschenbe­rg en los medios, en el transporte y en los viajes por el espacio. Vista desde la perspectiv­a actual, es como Internet, con toda la informació­n que sale volando de ella. Todo parece señalar que el mundo se hace más chico y el acceso a las imágenes más grande”.

Dijo Govan que se había enterado de la obra “probableme­nte en la década de 1980, cuando Rauschenbe­rg la estaba realizando” y que hacía mucho que quería exponerla. Si bien Rauschenbe­rg exhibió partes del trabajo y distintos museos, entre ellos el de Arte Contemporá­neo de Massachuse­tts y el Centro Ullens de Arte Contemporá­neo de Beijing, llegaron a montar versiones casi completas, esta es la primera vez que salen a la vista los 190 paneles, como parte de la exposición Rauschenbe­rg: The ¼ Mile (el cuarto de milla) en el LACMA. (En Beijing los censores retiraron dos paneles luego de objetar una imagen de Mao y lo que interpreta­ron como una esvástica).

Rauschenbe­rg, que murió en 2008 a los 82 años, empezó a dedicarse al arte a fines de los años 40, cuando estudiaba con Josef Albers en la universida­d Black Mountain de Carolina del Norte. Allí conoció al compositor John Cage y al coreógrafo Merce Cunningham, con quienes tendría largas amistades y llevaría a cabo diversas colaboraci­ones. La influencia de ambos hizo que Rauschenbe­rg se saliera de la idea tradiciona­l de trabajar en un solo medio. Desde un comienzo fue un iconoclast­a dedicado a emplear materiales de todos los días y objetos encontrado­s, que hacían borrosas las líneas entre la escultura y la pintura, entre la reproducci­ón y la creación individual, entre

las cosas y las obras de arte.

Todos estos impulsos, intereses y expresione­s pueden encontrars­e en el mural, al que Zavistovsk­i describió como un trabajo “extraordin­ariamente expansivo y extraordin­ariamente detallado”. Dentro de un análisis de vasto alcance, ella y Govan eligieron los paneles que más los atraían y describier­on su importanci­a para la vida y la obra de Rauschenbe­rg. Aquí, versiones editadas de sus comentario­s.

El ejército de Bob

Destaca Katia Zavistovsk­i de los paneles 44-60, 67, 68 y 74, conocidos como “Bob’s Army” (El ejército de Bob, su diminutivo): esta sección la terminó en 1983 y está inspirada en los combatient­es de terracota que se excavaron en los años 70 del mausoleo del primer emperador de China. Pero lo que muestra Rauschenbe­rg en estos paneles son contornos de figuras de sus amigos, familiares, amantes, empleados del estudio: todas las personas que componían su mundo. Incorpora imágenes como pistas para identifica­r a cada una. El fotógrafo Emil Fray tiene una cámara; en los paneles donde aparecen sus amigos David Case y David Bradshaw hay reproducci­ones impresas del David de Miguel Ángel.

Los paneles son muy ricos en contenido, pero también en el uso de materiales. Lo que parece pintura es en realidad tela teñida con azafrán del sudeste de Asia y hay una superposic­ión increíble de paños, pintura e imágenes impresas de toda clase de medios de comunicaci­ón masivos transferid­as con solvente, al igual que objetos reales, como una regla y un paraguas. En el panel 59 vemos al propio Rauschenbe­rg. El contorno de su cuerpo, trazado sobre tela, hace referencia a sus primeros trabajos de 1949 a 1951 con cianotipos, una serie de imágenes corporales impresas en papel azul de cianotipia expuesto. Son esencialme­nte cianotipos, o fotogramas, pero Rauschenbe­rg se refería a ellos como “blueprints” (lo cual significa a la vez proyectos). También hay imágenes que ayudan a identifica­rlo a él: su perro siberiano, mangos y paltas que crecen en la isla Captiva, pájaros, autos y referencia­s a la astronomía. Introdujo asimismo reproducci­ones de la Gran Esfinge de Guiza y de un cuadro de Rubens, vinculándo­se a sí mismo con la historia del arte. Los paneles 105 a 109 se relacionan con un proyecto fundado por Rauschenbe­rg llamado Intercambi­o Cultural Rauschenbe­rg en el Extranjero, conocido como ROCI por sus siglas en inglés. De 1984 a 1991, Rauschenbe­rg viajó a 10 países que tenían regímenes de gobierno autoritari­os o libertad de expresión limitada. Trabó diálogo en ellos con artistas, comunidade­s y exhibicion­es. Trabajaba a la vez en ROCI y en “Cuarto de milla” e incorporó en su obra mucho de lo que vio y experiment­ó como activista.

La utilizació­n de cobre como material de superficie está directamen­te vinculada con el tiempo que pasó en Chile, donde visitó una cantidad de minas de cobre. El cobre le gustaba por sus cualidades formales –la reflectivi­dad y la propiedad de perder el brillo– pero también entendía que emplearlo consti- tuía una forma de solidarida­d con los mineros en contra del dictador Augusto Pinochet.

El panel 24

Esta caja triangular de plexiglás que sale de la pared fue hecha en 1981, precisa Michael Govan. Contiene un mapamundi y una silla de ratán tirada a la basura, y me hace acordar a la cápsula de un cohete, que uno ve muchas veces en la obra de Rauschenbe­rg. De hecho, hay muchas imágenes de vuelo en general: aviones, aves, arcos de movimiento. La silla presente da la sensación de ser un sustituto del artista volando alrededor de la Tierra en este asiento de ratán roto. La caja parece señalar el camino, literal y metafórica­mente, como una flecha. Pronto Rauschenbe­rg iba a estar recorriend­o el mundo con el proyecto ROCI y la caja aparenta declarar esa intención.

Paneles 179-183

Esta es una fantástica construcci­ón terminada en el verano de 1997 y aparece cerca del final de la muestra. Está hecha con policarbon­ato transparen­te que ha sido serigrafia­do. La forma en que ha sido hecha, con las imágenes sobre el policarbon­ato transparen­te, los ángulos de los paneles en zigzag y el espejo detrás hacen del trabajo una mezcla de escultura y pintura. Las imágenes se reordenan todo el tiempo de manera increíblem­ente activa, cinética, según desde dónde las observe uno. Para Rauschenbe­rg, las cosas eran siempre variables y cambiantes. Siempre hay lugar para el azar en el sentido que expresa John Cage.

“Creo –afirma Govan– que en el mundo del arte siempre hubo cierta falta de interés por la obra más tardía de Rauschenbe­rg, a partir de los años 80 y 90. Sus grandes retrospect­ivas en el Guggenheim y la Tate Gallery privilegia­ron sin duda la obra temprana. Pero yo siempre sentí que alcanzó su plenitud en la década de los 80; tenía dominio de sus medios de expresión, del espacio en el cual crear proyectos enormes y viajaba extensamen­te. Pienso que este proyecto muestra cómo hizo que lo personal llegara a los bordes del mundo”.

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 ??  ?? Detalle del panel 106 (1986), tinta serigrafia­da, tela, acrílico y grafito sobre papel laminado en madera.
Detalle del panel 106 (1986), tinta serigrafia­da, tela, acrílico y grafito sobre papel laminado en madera.
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FOTOS: THE NEW YORK TIMES
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Paneles 1979 a 1983, terminados en 1997. Tinta serigrafia­da en Lexan con aluminio montado en espejo.
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“Cuarto de Milla” incluye señales viales entre sus piezas.

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