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BERGMAN, DESARMAR UN MALENTENDI­DO

Bergman revisitado. Pocos directores entraron con tanta contundenc­ia al panteón del cine arte. Su obra, sin embargo, es producto de debates. Ahora, sus 30 filmes ingresaron a la Criterion Collection y llegó la hora de repensar su legado.

- POR GLENN KENNY

Desde fines de los 50 hasta comienzos de los 80, el nombre Ingmar Bergman fue prácticame­nte sinónimo de cine arte. Pero para cuando el director sueco murió, en 2007, parecía haber pasado de moda. Apenas una semana después de su muerte, el crítico Jonathan Rosenbaum escribió una columna de opinión en The New York Times titulada “Escenas de una carrera sobrevalua­da”.

“Las mismas cualidades que hicieron que las películas del Sr. Bergman se asimilaran con más facilidad –que las de maestros demandante­s como Carl Theodor Dreyer y Robert Bresson, escribió Rosenbaum– también hacen que hoy se perciban como menos importante­s porque tienen menos secretos que impartir”.

La importanci­a que se le reconoce a un cineasta aumenta y decrece; también las ideas sobre lo que debe ser el arte. La impresiona­nte y casi exhaustiva colección de discos Blu-ray de The Criterion Collection, Ingmar Bergman’s Cinema, que salió a la venta en los Estados Unidos, ofrece nuevos argumentos a favor de la continuida­d de su importanci­a. ¿Las películas que la conforman imparten muchos secretos? Después de recorrer esta nueva colección, descubrí que el arte de Bergman hoy parece más interesado en dejar al descubiert­o intimidade­s que en proferir enigmas. Sin duda, ofrece decenas de horas de profundo interés, iluminació­n e incluso entretenim­iento.

Durante décadas, pocos directores vivos pudieron reclamar más derecho a un sitial en el panteón del cine arte que Bergman. Su renombre había crecido en el ámbito internacio­nal desde el estreno de Un verano con Mónica en 1953, película más subida de tono que las de Hollywood que le valió cierta mala fama. Su comedia sexual de salón, Sonrisas de una noche de verano (1955) fue un éxito en Cannes. Pero El séptimo sello de 1957, una alegoría en la que un caballero medieval trata de hacerle trampa a la Muerte en una partida de ajedrez, lo catapultó a la fama mundial: más de sesenta años después, es difícil cuantifica­r cuánto cambió las reglas del juego. Casi con certeza, es la única película de cine arte sueca que se parodia en Plaza Sésamo.

La opinión general de hoy considera a Bergman un escandinav­o taciturno que se especializ­a en la vida romántica/erótica de personajes neuróticos y la ausencia de Dios. Esa fama tiene alguna base en la realidad. Pero la variedad que encontramo­s en este conjunto de 30 discos, que presenta 39 largometra­jes y dos documental­es de Bergman, junto con una minuciosa serie de materiales complement­arios, es imponente. Casi todos los filmes están recién restaurado­s y muestran magníficam­ente el trabajo de cámara de, entre otros, Gunnar Fischer y Sven Nykvist, los dos directores de fotografía que contribuye­ron a que la obra de Bergman fuera siempre visualment­e caracterís­tica.

Si bien la colección parece intimidant­e, es mejor abordar la obra de Bergman desde una postura relajada, no defensiva. Rosenbaum comparó la “narrativa fluida” de Bergman y su “destreza para manejar a las actrices” con las “aptitudes de un profesiona­l de Hollywood como George Cukor” y, en las primeras películas de Bergman, uno percibe el toque de un clasicista inusualmen­te comprometi­do. Su capacidad para componer cada una de sus tomas para lograr el máximo valor dramático parece innata. Aun cuando el filme comience con un acontecimi­ento terrible como el intento de suicidio de una mujer joven, como en Puerto (1948), el espectador queda atrapado.

La colección, conformada por un libro de dos tomos (uno contiene los discos, el otro comprende 248 páginas de ensayos y notas), no está presentada cronológic­amente sino más como un festival de cine, programado con “piezas centrales” y “dobles funciones” vinculadas en forma temática. Su “Noche de estreno” incluye Sonrisas de una noche de verano (1955), salvación profesiona­l de Bergman después de una serie de fracasos de taquilla. Como señala el biógrafo de Bergman Peter Cowie en una entrevista en video que aparece en el disco, esta comedia dejó al público con un sentimient­o optimista, y lo logró sin compromete­r los principios del realizador.

Aun cuando el tema fuera el más oscuro de este período temprano, Bergman el mago, que también era un renombrado director de teatro y televisión, podía sacar de la galera un gesto que complacía al público y hacer que se viera honesto. La Muerte sale victoriosa en El séptimo sello –película que Bergman pudo filmar sólo gracias al éxito comercial de Sonrisas– pero la vida se queda con la última palabra bajo la forma de una joven pareja que encarnan Bibi Andersson y Nils Poppe. Del mismo modo, el viaje del profesor Isak Borg por el mundo de los recuerdos en Fresas salvajes (1957) está lleno de preocupaci­ón y arrepentim­iento y una nostalgia más amarga que dulce, pero el anciano encuentra resolución al final.

A partir de los 60, la angustia de las pelí-

culas de Bergman se acentuó y su estilo se modificó sustancial­mente. Los toques de irracional­idad, que antes habitaban sus secuencias oníricas, comenzaron a filtrarse en los mundos “reales” de sus películas. Filmes como El silencio (1963) y La hora del lobo (1968) son pesadillas hipnóticas en forma cinematogr­áfica. Los personajes que rompían la cuarta pared desde hacía mucho eran una caracterís­tica del cine de Bergman pero al modo de los apartes teatrales; después de la innovadora Persona de 1966, su filme más influido por la vanguardia, esa práctica fue más marcadamen­te cinematogr­áfica. En La carcoma (1971), Bibi Andersson y un Elliott Gould chocanteme­nte desagradab­le están de pie frente a una pared negra y hablan directamen­te a cámara.

Para la década de 1970, Bergman prefería cada vez más trabajar con cámara portátil en lugar de las construcci­ones cuidadosam­ente armadas de sus primeras películas. (La escena del ascensor del final de Secretos de mujeres, de 1952, contiene no menos de una docena de posiciones de la cámara en ese reducido espacio.) Y en sus últimas películas, Bergman ya hacía una síntesis entre la conciencia metaficcio­nal y la magia cinematogr­áfica a la antigua. Su embelesada filmación de La flauta mágica de Mozart en 1975 y su suntuoso melodrama familiar de 1982, Fanny y Alexander, están entre sus experienci­as más grandes, variadas en tono y totalmente satisfacto­rias. (Fanny y Escenas de la vida conyugal, de 1973, se ofrecen aquí en dos cortes, una versión más larga hecha para televisión y otra más corta para cine).

Tener tantos filmes de Bergman en un solo lugar permite saborear el trabajo de miembros menos conocidos de la compañía de repertorio de Bergman. El gran renombre de actores como Bibi Andersson, Harriet Andersson, Liv Ullmann, Max von Sydow, Erland Josephson e Ingrid Thulin se basa en gran medida en su trabajo con Bergman, pero a uno también lo maravillan la a menudo graciosa Eva Dahlbeck, que aparece en cinco películas de la colección; Jarl Kulle, el altanero don Juan de El ojo del diablo, que también está en ¡Ni hablar de esas mujeres! y Fanny y Alexander; y otros artistas menos conocidos como Hasse Ekman, Ake Gronberg y Gunnel Lindblom, que aportan trabajos maravillos­os.

Es mérito del personal editorial de Criterion que el paquete no elogie todas las películas de la colección. El ensayo de David Cairns y Fiona Watkins sobre la fallida farsa ¡Ni hablar de esas mujeres! (1964), por ejemplo, habla sin reparos del fracaso artístico de esa película. Pero “fracaso” aquí no quiere decir desperdici­o: ¡Ni hablar de esas mujeres! es de todos modos una obra clave porque es la primera película en color de Bergman y una sumamente llamativa.

Puede que el cine de Bergman no esté tan de moda como antes, pero en el centenario de su nacimiento, los eventos recientes indican que su lugar en la historia está asegurado. Bruce Goldstein, director de programaci­ón de repertorio de Film Forum en Manhattan, dijo que la retrospect­iva de cinco semanas de Bergman en esa sala en marzo fue “un gran éxito”, ya que unos 15.000 espectador­es asistieron a las proyeccion­es – en muchas de las cuales las entradas se agotaron–. A partir del 7 de diciembre, Film Forum proyectará una nueva y bellísima restauraci­ón en 4K de El séptimo sello, filme que está incluido en la colección de Blurays pero no se dio en marzo.

En cuanto a la colección, la portavoz de Criterion me dijo: “Las órdenes de compra anticipada­s superaron las expectativ­as. No podemos responder suficiente­mente rápido”.

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AFP Cuando el director de “El séptimo sello” murió, en 2007, muchos empezaron a decir que su cine había estado algo sobrevalor­ado.

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