La (sobre) vida de la fotografía
En tiempos de posverdad y pantallas digitales, ya lo sabemos: una imagen no vale más que mil palabras. Las imágenes necesitan de la interpretación, la reclaman y, muchas veces, viven de ella. De lo contrario, se olvidan.
Quién acuda por estos días al Centro Cultural Borges deberá hacerse cargo de esa demanda. Allí se exhibe parte sustancial de la colección de fotografías tomadas por el artista y sociólogo Lewis Hine (18741940), el precursor de la fotografía de denuncia social.
El espectador estará ante los niños de 5 ó 10 años que trabajaba en los campos de algodón, en el puerto o en la venta de diarios de los EE.UU. de las primeras décadas del siglo XX, pero también verá con otros ojos al niño que acaba de cruzarse en el subte, a todos los chicos que pululan por las grandes urbes buscando qué hacer en medio de la escasez generalizada.
Tal vez su verdadera potencia para referirse al conjunto resida, precisamente, en su capacidad de captar “ese” momento puntual: el sufrimiento no exento de alegría de un niño que descaroza ostras con la actitud de quien juega a la bolita. La muestra también incluye las primeras fotos que Hine (1904) tomó de los inmigrantes que llegaban a la Isla de Ellis, y las últimas, donde su cámara acompaña a los obreros en la construcción del Empire State (1932).
En la misma sala el año pasado fue exhibida la bella obra de Dorothea Lange (discípula de Hine, como Walker Evans y otros grandes fotógrafos), que en la crítica despertó muchos elogios pero pocos interrogantes. Y es que las imágenes conmueven también en el sentido de obturar. La serie “Madre Migrante”, ícono de la crisis del 30, realizadas a pedido de una agencia federal del gobierno de EE. UU. con fines propagandísticos contiene una historia al menos penosa. Al punto de que nada sabía la autora de la foto respecto de aquella mujer asediada por el hambre de sus hijos, excepto su edad; y de que vivió en la misma pobreza en la que fue retratada hasta que murió de cáncer a los 80 años.
Menos anecdótica es la poca información que circula respecto de la muy tardía publicación, ya terminada la Gran Guerra, de las fotos que Lange tomó, también por encargo del gobierno, de la población estadounidense de origen japonés que fue enviada a campos de concentración tras el ataque nipón a Pearl Harbor. ¿Es Lange culpable de algo? Probablemente no. Pero no podemos dejar de preguntarnos por la relación entre arte y política.
Más modesta, pero haciendo foco en el mismo sujeto histórico social, la muestra fotográfica de Juan Bialet Massé inauguró la semana pasada en el CCC. El abogado y médico catalán registró en 1904, también a pedido del gobierno argentino, encabezado entonces por Julio Argentino Roca, el estado de la clase obrera rural argentina.
Aunque contaba con menor calidad técnica fotográfica que sus colegas estadounidenses, su pensamiento es en muchos sentidos de avanzada: el informe que presentó se mofa de la preeminencia que los gobernantes le otorgan al capital extranjero y, al describir los oficios, le reconoce un papel destacado al trabajo de las mujeres, denunciando que cobran menos que los hombres.
Es el historiador de la fotografía argentina Abel Alexander, quién recientemente fue desafectado del trabajo que desempeñaba desde hace más de 10 años en el fototeca de la Biblioteca Nacional, el que nos confirma la excepcionalidad de Bialet Massé en el fotodocumentalismo argentino, en la medida en que su trabajo contenía un alto voltaje de denuncia. Esto, detalla Alexander, no pasa en los trabajos reunidos en la última muestra itinerante que curó para la Biblioteca, Por la fuerza del trabajo, que reúne fotos sobre los oficios en el interior de la Argentina que van desde 1860 a 1940.
Pero además, Abel Alexander, cuenta que hubo un fotógrafo argentino que documentó como nadie la gran crisis del 30 norteamericana; y lo hizo para el partido comunista: se trata nada menos que de Liborio Justo, y lo hacía mientras su padre, Agustín P. Justo, asumía la presidencia en nuestro país, creyendo que lo que registraba con su lente era el fin del capitalismo. Juegos de la interpretación.