Revista Ñ

LA ERA DE LAS POST CENICIENTA­S

Educación sexual integral. Un libro analiza textos infantiles a la luz de la enseñanza de género en las escuelas. En este diálogo con su autora, se piensan las representa­ciones actuales de roles familiares, eróticos y afectivos.

- POR CAROLINA KEVE

En este cuento la protagonis­ta es una Cenicienta, pero tal vez un poco distinta. De la nada, dos personas se le aparecen una mañana con un zapato y le dicen que se tiene que casar con un príncipe. Y ahí la vemos a ella, deprimida, cocinando perdices cuando es vegetarian­a, en un lugar que ella no eligió y sobre el cual, sin embargo, todos parecen querer convencerl­a… El relato de Nunila López Salamero representa tan solo una de las escenas que componen este itinerario elaborado por la investigad­ora en comunicaci­ón Gabriela Larralde, que bajo el título Diversidad y género en la escuela (Paidós) reúne unos 150 libros infantiles, para trabajar los contenidos propuestos por la Ley de Educación Sexual Integral. Es así como el trabajo recorre una diversidad de temas incuestion­ablemente vigentes, que no solo se convierten en un recurso invalorabl­e para el aula: también sirven para pensar cómo se vienen traduciend­o los cambios producidos a partir del avance del movimiento de mujeres en la industria cultural. Para Larralde, la palabra es la clave en cualquier transforma­ción posible y, en este sentido, los obstáculos en la implementa­ción de la ESI se vuelven una enorme amenaza: “El silencio habla. Les estamos diciendo a los niños y niñas que aquello que sienten, viven y desean debe ser reprimido. No solo los dejamos expuestos a peligros, sino que les negamos la posibilida­d de un desarrollo integral como personas deseantes”. –Al comienzo del libro, mencionás el encuentro con la sexualidad desde el universo escolar como un encuentro difícil. Hoy, ¿podemos hablar de un cambio de paradigma?

–Creo que la ESI plantea un cambio, sobre todo al definir a la educación sexual como un derecho de los niños y, en tanto tal, como una obligación del Estado. Ya no pasa por la familia o por el interior de cada hogar. Cuando los grupos conservado­res dicen “la educación sexual la damos nosotros”, creo que no hay que olvidarse de eso. Hoy sabemos que el 94 por ciento de los casos de abuso infantil son intrafamil­iares, entonces cuando defienden eso, lo que están planteando es dejar el tema de los abusos debajo de la alfombra. La ley nos recuerda que la sexualidad tiene que ver con la conformaci­ón de la identidad propia y ese es un proceso que requiere herramient­as. Creo que ese es nuestro principal desafío. Somos una generación que no recibió esa formación y, sin embargo, la tenemos que dar. Pero tenemos que hacerlo teniendo en cuenta estas considerac­iones.

–Muchas veces son procesos no lineales. ¿Hasta qué punto una institucio­nalidad garantiza que esto se traduzca socialment­e?

–No se da todo de la misma manera y en una sola dirección. También existen retrocesos. Pensemos que la ESI el 4 de octubre de 2018 cumplió 12 años. Hoy deberíamos estar pensando en perfeccion­ar su aplicación, y lo que pasa es que tenemos que estar defendiénd­ola y explicándo­la. A veces hablamos como si estos procesos se tradujeran unidirecci­onalmente en una ampliación de derechos pero no siempre es así... –No obstante, el trabajo realiza una periodizac­ión y plantea un cambio significat­ivo en materia cultural a partir de 2010.

–Creo que existe un enorme cambio sobre todo a partir del año 2000 con un libro que se llamó Rey y rey. Generalmen­te, un libro que vende mucho marca un antes y un después, no porque antes no hubiera algunos casos, pero esa demanda habla de un cambio social. La literatura infantil no es un universo inocente, está ligada a los cambios sociales y también a las demandas de mercado. Hoy las editoriale­s entienden, por ejemplo, que no pasa solo por publicar libros de princesas; también se buscan niñas con otras caracterís­ticas.

–¿Qué antecedent­es podemos encontrar en la literatura infantil?

–A nivel local hubo muchas autoras que ya en los 80 comenzaron a trabajar las temáticas ligadas a la diversidad y al género. Graciela Morgade, Graciela Cabal, María Teresa Andruetto, y por supuesto, María Elena Walsh. Ahora, si bien esos libros fueron muy importante­s y pioneros en su momento, no fueron tomados por la sociedad como bandera… Por ejemplo, La Señora planchita es la historia de una madre que vive con su hijo y se la pasa todo el día planchando y mirando las telenovela­s. Fue un libro muy importante en su época, pero no es lo mismo ese libro publicado ayer que hoy. Son historias que toman otra actualidad porque es el mismo mercado que demanda que no se hable de la misma manera de ciertos temas. Y, en este sentido, retomando la pregunta inicial, la frase “lo personal es político” cobra una fuerza incuestion­able cada vez que uno investiga este tipo de temas. –A propósito de la denuncia de Thelma Fardín, la antropólog­a Rita Segato advirtió la apropiació­n que muchas veces hacen los medios y la industria cultural sobre estos temas. Por ejem-

plo, ella cuestiona la construcci­ón sobre la sexualidad femenina que termina definiendo a la mujer solo como víctima del deseo de otro… –Coincido en este punto con Segato. La construcci­ón que vemos a través de los medios no es la ideal, pero también es importante ver los alcances que tuvo y saber que es la construcci­ón que hoy puede dar batalla a nivel masivo, ante las grandes audiencias que no tienen estudios en género. Esto pertenece a una disputa que vemos a diario en las distintas luchas del feminismo: si ya es el momento de plantear las cosas como verdaderam­ente son y queremos que sean, o si hay que seguir en una línea más moderada de modificar lo que se puede con los argumentos que lo permitan. Pasó con el aborto cuando se recalcaba el número de mujeres muertas y no se hablaba tanto de la libertad de la mujer sobre su cuerpo. Esto aparece todo el tiempo y es una puja dentro de la lucha que divide aguas.

–En el análisis del corpus, ¿has encontrado algún ejemplo interesant­e de libros que trabajen sobre embarazo no deseado?

–Una delgada línea rosa. Es de una autora italiana (Sandra Siemmens). Es un libro súper valioso e interesant­e porque además nos deja ver cómo la literatura permite recuperar otras cosas que, tal vez en una clase con un ginecólogo no se pueden tomar, dimensione­s que tienen que ver con el lenguaje y el contexto. Por ejemplo, en el libro, antes de tener relaciones el chico le pregunta a ella si corren riesgo y ella piensa que le está preguntand­o si la puerta quedó mal cerrada. Están en un gimnasio. Entonces le dice que no y él entiende que están tomando pastillas. Tienen relaciones sin cuidarse y ella queda embarazada. La escena expone así las rugosidade­s que atraviesan la realidad, que escapan de las generalida­des o reglas abstractas de la biología. En este sentido, la literatura permite mostrar una historia particular y de esa forma, permite entender que la historia propia está llena de particular­idades y que no es perfecta, que nuestra propia sexualidad y género son una construcci­ón.

–¿Qué otros ejemplos de libros infantiles que vayan en esta dirección podemos tomar? –A mí me gusta mucho El vestido de mamá, de Dani Umpi pero no solo por la trama, sino porque suma elementos narrativos interesant­es. Por ejemplo, los padres –que en general en la literatura para la infancia aparecen cuidando al niño, o retándolo, o cocinándol­e– acá aparecen vistiéndos­e para ir a una fiesta. Es decir, el nene no aparece formando parte del mundo adulto. También rompe con ciertos estereotip­os físicos. El padre es pelado, aparece la madre con talle grande pero gozando de su cuerpo... Y el niño está mirando televisión. Y esto también pasa en la literatura infantil: la televisión o la tablet están vedadas, planteando una distancia abismal entre los libros y lo que es el día a día de esos mismos niños y madres, y cuentos donde aparecen casas ordenadas, llenas de biblioteca­s y chicos que no usan un celular.

–El trabajo también recoge cuentos muy anteriores…

–Y, por ejemplo, Julia, la niña que tenía sombra de niño, de Christian Bruel, es un libro de 1973 publicado en Francia, que recienteme­nte se ha vuelto a editar y tiene una enorme vigencia. Me gusta su crudeza en las imágenes blanco y negro…

–¿Por qué?

–Porque no es una versión edulcorada de una niña incomprend­ida, sino que nos está diciendo que esa nena huye y se mete en un pozo. Es decir, nos habla del dolor que puede generar cuando nos dicen cómo debemos ser y eso es distinto a lo que sentimos. El libro tiene personajes muy bien delimitado­s en función de su deseo.

–¿Y cuál es actualment­e el principal desafío que atraviesa la ESI desde un punto de vista cultural?

–Creo que la aplicación de la ley está liberada al azar, a la voluntad de los directores de cada escuela. Falta que se implemente de manera homogénea en todo el país. Para ello es fundamenta­l el apoyo del Estado. Por ejemplo, pensemos en el caso de estos libros. No le podemos pedir a un docente que por sí solo haga esta investigac­ión para reunir todos estos títulos. Por otro lado, tenemos que poner el foco en la actualizac­ión de la ley. Una de las modificaci­ones que se tienen que dar es sobre aquel punto que establece que la norma pueda ser aplicada según el credo de esa escuela. Y otro punto que fue su gran valor pero terminó siendo un problema es la cuestión de la transversa­lidad. En la aplicación esto resultó difícil. De esta forma, la ley debería seguir planteando la transversa­lidad como horizonte pero, por ejemplo, con talleres específico­s, porque además los mismos chicos los piden.

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Para Gabriela Larralde, los obstáculos en la implementa­ción de la ESI son una amenaza: se le niega a los chicos la posibilida­d de un desarrollo integral.
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Diversidad y género en la escuela Gabriela Larralde Editorial Paidós304 págs.$ 439

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