LOS NUEVOS DUEÑOS DEL PERIODISMO ESTADOUNIDENSE
Los medios bajo Trump. Se renueva la tendencia histórica de que diarios tradicionales sean adquiridos por millonarios del mundo que buscan enfrentar la prepotencia del gobierno.
La “ruptura” por la que atraviesa la prensa escrita – motorizada por el boom de las plataformas digitales– , también está cambiando la manera de denominar a quienes la ejercen y el estilo con que lo hacen. En poco tiempo fuimos pasando de ser simples “periodistas” a “comunicadores” y, más tarde, tras el empujón marketinero, a “arquitectos de contenido”. Ahora se nos vuelve a conocer como “narradores de historias” porque la tendencia actual rebautizó al periodismo como una “narración de historias” (storytelling), apelación que abarca también el contenido visual digital. Se caracteriza por utilizar técnicas literarias para humanizar los temas a través de uno o más protagonistas, aunque sin ficcionalizar la realidad. Un concepto que potencia el legendario “nuevo periodismo” que lideraron Tom Wolfe y Gay Talese en los años 60 y 70. Y, antes que ellos, el de Gabriel García Márquez en los 50, entre otros con su famoso Relato de un náufrago, que el periódico colombiano El Espectador publicó en 14 entregas. Un concepto que varios editores decidieron revivir en los últimos años para combatir la “despersonalización” en la que venía cayendo el periodismo norteamericano e internacional, fogoneada por la caída publicitaria y los fuertes recortes de presupuestos editoriales en diarios y revistas. Algo que prácticamente eliminó corresponsalías y disminuyó sustancialmente el traslado de enviados especiales a los lugares de los hechos para entrevistar personalmente a protagonistas o testigos de las noticias para reemplazarlos por excavaciones en archivos y comunicaciones telefónicas o por correo electrónico.
Un informe del Columbia Journalism Review afirma, sobre estas nuevas prácticas del periodismo: “Este reemplazo quitó fuerza al impacto que tiene en el lector la voz, el poder de observación y el pensamiento crítico del narrador, así como el del de registrar gestos y actitudes de los protagonistas ante las preguntas, además de visualizar objetos, cuadros o libros que lo rodean y que funcionan como un contexto irreemplazable”. No es casualidad que esta alquimia coincida con otra ola, la de multimillonarios internacionales –varios de ellos con fortunas provenientes de las nuevas tecnologías– que compran revistas y diarios de gran legado periodístico. Sin embargo, no es una ola sin precedentes. En 1981 el ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg fundó la agencia financiera de noticias Bloomberg Media News; en el 2004 el banquero Bruce Wasserstein adquirió la revista New York y a partir del 2012 el genio norteamericano de las finanzas Warren Buffet adquirió 31 diarios y 50 semanarios regionales.
Pero, esta vez, la ola es más grande y diferente. Andrew Yang, fundador de la ONG Venture for America comenta que “los diarios y revistas juegan aún un papel predominante en modelar la narrativa política y cultural. Pero su viabilidad financiera viene disminuyendo, mientras que los super ricos están en la posición opuesta, es decir la de poseer grandes fortunas en busca de relevancia cultural”.
Es el caso de Jeff Bezos, el super millonario fundador de Amazon, quien hoy es propietario del Washington Post, así como el de Marc Benioff, creador del gigante digital Salesforce de Silicon Valley, quien compró la revista Time. Otros más: el businessman thailandés Chatchaval Jiaravanon adquirió Fortune; Ulyses Bridgeman, ex jugador de basketbol y dueño de una cadena de restaurantes de comida rápida, se quedó con la legendaria Sports Illustrated, y el riquísimo cirujano sudafricano y chino Patrick Soon-Shiong compró Los Angeles Times, con
la promesa de incluir eventualmente en el paquete al Chicago Tribune. El magnate de los deportes John Henry compró al emblemático Boston Globe comprometiéndose con The New York Times (su dueño original) a no alterar su línea editorial. Por su parte, Laurene Powell Jobs, viuda del fundador de Apple, quien tiene mayoría de acciones en la revista The Atlantic, sigue invirtiendo fuerte en medios periodísticos sin fines de lucro y en proyectos artísticos que presentan nuevas formas de contar historias. Es el caso de ‘Sangre y Arena’, una instalación con realidad virtual basada en testimonios reales y dirigida por el famoso director mexicano Alejandro González Iñárritu, que “permite al espectador vivir en carne propia una experiencia similar a la de los inmigrantes indocumentados del sur que cruzan las fronteras de Estados Unidos”.
A pesar de que muchos críticos creen que una publicación rara vez puede ser verdaderamente independiente de la influencia de su propietario, ninguno de estos flamantes barones mediáticos parece haber actuado por codicia, poder o (¡por suerte!) promoción de su agenda ideológica, a diferencia de lo que ocurrió cuando Rupert Murdoch compró The Wall Street Journal, al que inclinó rápidamente hacia el conservadurismo. Por lo pronto, la gran mayoría ha hecho estas transacciones con su fortuna personal, y no con la de sus empresas.
“Para ellos, estos medios son vehículos para instalarse como referentes, influyentes culturales, defensores de los valores democráticos o pioneros de un cambio”, explica Walter Isaacson, ex director de Time y biógrafo de Leonardo Da Vinci, Einstein, Benjamin Franklin y Steve Jobs. Y SoonShiong complementa: “No he realizado esta transacción desde un punto de vista exclusivamente financiero… Hay una oportunidad para impactar a la nación. Y Los Angeles Times es uno de los tres periódicos norteamericanos con impacto nacional e internacional”.
Todo indica que si alguien ha movilizado (aunque sea inconscientemente) a varios de estos hombres y mujeres de negocios a apostar a la prensa escrita, es el controvertido Donald Trump, sobre todo para hacerle frente a las falsedades que predica con su retórica de “pos-verdad”, “realidades alternativas” y “fake news”. Y, si hay un común denominador entre ellos, es la creencia de que había que rescatar del pantano financiero a estas publicaciones que se atrevieron a torear al presidente norteamericano flameando su credibilidad y su legado de cuarto poder. Varios analistas de medios están convencidos de que esta es una de las mejores contribuciones al salvataje de una democracia que hoy está jaqueada como nunca.
Es que, queriéndolo o sin querer, muchos de ellos se están convirtiendo en salvadores de la prensa norteamericana, sobre todo potenciando al periodismo escrito, y especialmente al de investigación, del que también son sus mejores defensores.
“Es realmente peligroso demonizar a los medios diciendo que son el enemigo del pueblo”, dice Jeff Bezos. Por algo les han garantizado independencia editorial, delimitando su rol a la administración del negocio, expandiendo los presupuestos periodísticos, y saliendo a probar que la prensa escrita puede ser rentable si los medios enfocan los temas con solidez, diversificación digital y profundidad. De hecho, desde que varios de los nuevos dueños tomaron el timón de estas y otras publicaciones, varias de ellas vienen revirtiendo sus pérdidas.