Revista Ñ

Un festival que sea un congreso

- POR RUBÉN SZUCHMACHE­R

Hay distintos problemas para pensar en torno al FIBA y el concepto de Festival de Teatro. El FIBA se fundó en 1997 y tuvo la intención de aportarle a la ciudad una circulació­n de obras internacio­nales. Así, como un efecto secundario, se concentró esa oferta en una época y se empezó a reducir en el resto del año. Por supuesto que en los comienzos del FIBA teníamos una gran algarabía de tener un festival de teatro. No era una mala idea, teniendo en cuenta que se había creado también el BAFICI, que había sido muy exitoso. La programaci­ón durante mucho tiempo fue muy buena y permitió conocer muchas cosas importante­s. Yo fui Director del FIBA un solo año y dejé de serlo porque el Ministro de Cultura de aquel momento dejó de atenderme el teléfono. Mi intención era que el FIBA no solo operara cada dos años: quise integrarlo a la trama diaria de la ciudad.

Pero lo que me parece es que, últimament­e, no se sabe quién es el destinatar­io del FIBA. Con el BAFICI está claro: hay un cinéfilo que es el que va a seguir llenando las salas, pero no a mucha gente le gusta ir al teatro. No se sabe quién es el espectador local. Y acá viene una opinión mía: yo siempre pienso que los festivales tienen que ser pensados para los creadores, no tanto para el público. Los creadores locales somos los que estamos en contacto con la comunidad todo el año, y el FIBA tendría que poder ser un gran congreso vivo para pensar sobre nuestra práctica. Por eso hay que reflexiona­r sobre los modos de organizaci­ón. ¿Cuánto tiempo están invitados los artistas? En el viejo Festival de Caracas de los años ochenta, las invitacion­es duraban todo el festival y eso hacía que se pudiera charlar, ver otras obras, percibir tendencias. Ahora eso no se hace: la crisis economica empobreció el vinculo entre artistas.

Pero hay que decir que el teatro tampoco está en su mejor momento. Hay mucha producción, pero eso no significa nada. Hay una idea de que el teatro argentino es lo mejor del mundo, pero no es tan así. Un festival tiene que poder discutir todo esto, y yo esa discusión no la encuentro. Conviviré con el FIBA que empieza ahora, de manera inevitable, pero como artista de teatro de la ciudad (y lo digo sin ninguna animosidad) no me siento convocado. De casualidad me agarra en la ciudad, pero prácticame­nte la actividad teatral de Buenos Aires está paralizada en enero. El teatro independie­nte no existe durante el verano: dada la crisis, muchos no tienen ni la plata para poder prender el aire acondicion­ado. Antes, cuando se hacía en septiembre, se aprovechab­a la presencia de programado­res internacio­nales para exhibir ese gran fervor teatral, pero en enero no hay actividad en funcionami­ento. No es el mejor momento para algo así.

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