No usarás mi nombre en vano
Relaciones peligrosas. Una biografía del historiador inglés Eric Hobsbawm relata su enojo con el novelista John Le Carré por haber usado su apellido.
Sus nombres se encuentran en lo alto de la lista de hombres de letras de la era moderna: ambos autores reverenciados, con lectores en todo el mundo, pero publicando en rincones muy diferentes del mundo literario. Uno, John Le Carré, es el creador de una serie de brillantes thrillers de espionaje, incluyendo El espía que surgió del frío y La chica del tambor; el otro, el recientemente fallecido Eric Hobsbawm, fue un destacado exponente del pensamiento histórico de izquierda, un hombre que además fue objeto de vigilancia estatal durante muchos años.
Ahora, la primera biografía de Hobsbawm, A Life in History, que saldrá próximamente, revelará una improbable correspondencia entre los dos hombres, centrada en el nombre de un personaje en una novela de Le Carré. En el libro de 1986, Un espía perfecto, que luego se convirtió en una serie de televisión de la BBC, Le Carré hace referencia a un personaje llamado “Hobsbawn”, que estaba bajo el control de los servicios de seguridad británicos. Al hombre real, el Profesor Hobsbawm, no le agradó la situación.
El pasado fin de semana, Le Carré le contó al Observer que imagina que a principios de los ochenta, él sencillamente eligió un nombre que produjera las asociaciones políticas que buscaba para aquellos lectores familiarizados con la teoría social de izquierda. “No puedo imaginarme, con tanta distancia, que yo no fuera consciente de la reputación de Hobsbawm o de sus ideas políticas –dijo Le Carré–. Supongo que lo que hice, mientras escribía la novela, fue imaginarme un intelectual marxista operando bajo la supervisión de MI5 (servicio de seguridad británico), y luego darle un nombre análogo que tuviera resonancias para los que lo conocía”.
La correspondencia entre ambos a me- diados de los ochenta fue cordial, pero hubo algunos momentos de tensión implícita. El historiador marxista le pidió que se cambiara el nombre en las siguientes ediciones del thriller. Nunca se hizo un cambio semejante.
Thrilers verdaderos
Actualmente Le Carré recuerda haber escrito a Hobsbawm “un descargo de responsabilidad apropiado” para luego recibir una cordial respuesta. “Actuó con elegancia. Yo le agradecí su paciencia”, dijo el novelista. Hobsbawm, que murió en 2012 a la edad de 95 años, había sido alertado de la página ofensiva en Un espía perfecto por un reseñista. “Le aseguro que el nombre es, de los que conozco, el que se escribe mal con más frecuencia. Además es completamente identificable con un número muy limitado de personas reales,” argumentaba la primera carta. Luego Hobsbawm admitió que la fuerza de su argumentación legal era poco sólida. “No creo que nadie considere que participar ficcionalmente en MI5 sea una verdadera difamación, aunque como tengo un expediente abierto desde por lo menos 1942, la situación me intranquiliza un poco”, escribió.
El académico quería saber cómo había ocurrido. “Mi pregunta es sencillamente la siguiente: ¿cómo diablos se le ocurrió mi nombre? ¿Es una broma esotérica, algo que emergió a partir de asociaciones subconscientes, o qué?”.
Le Carré, ahora de 87 años, cuyo nombre real es David Cornwell y que fue un agente de inteligencia en los servicios de inteligencia en los cincuenta y principios de los sesenta, le contestó con rapidez.
“No tengo idea de por qué elegí un nombre similar al de usted, ya que nunca he oído ni sobre usted ni sobre su nombre de manera consciente. No se trató de una broma indirecta y sin duda no me expondría a acciones legales por algo semejante. Elijo nombres por sus contrastes musicales y por su impacto: el suyo (o el mío) se destacan por ser únicos visualmente y por su aura, algo que individualiza a una persona entre la multitud”.
El biógrafo de Hobsbawm, Richard J Evans, sugiere, por el contrario, que es “perfectamente posible” que Le Carré haya “elegido un nombre a partir de un expediente recordado a medias que hubiera visto mientras trabajaba en los servicios de inteligencia”.
El asunto no terminó allí. El profesor volvió a escribirle al autor una vez más, pidiendo que cambiara el nombre. La identificación entre él y el personaje del libro ya había sido señalada por el crítico de New York Review, argumentó. “No me agrada la idea de que existan conversaciones jocosas sobre mis supuestas relaciones con MI5. Nunca sabremos si es pasible de procesamiento poner un nombre que suena como el mío en su novela, porque sería pomposo y ridículo intentar averiguarlo. Pero es ligeramente incómodo aparecer de esa manera para una persona que, como yo, tiene un registro bien establecido en la izquierda marxista”.
Sin embargo, la correspondencia concluyó de manera conciliatoria, cuando el profesor reveló que era admirador de las novelas de Le Carré. De acuerdo a declaraciones posteriores del autor, Un espía perfecto se inspiró mucho en su difícil vida privada. En parte hablaba sobre la problemática relación de Le Carré con su padre y escribirla fue un ejercicio catártico. “Lloré y lloré cuando terminé de escribirla”, dijo