Pintura y naturaleza viva en el Sívori
Instalación. En el jardín del museo, sobre el césped, una obra de Catalina León evoluciona casi como un organismo vivo y propone otra mirada.
Poco le importa al grillo saber que el terreno –de a ratos escabroso, para sus patas demasiado flacas– por el que ahora se mueve, es una pintura, un premio, una obra de arte. Lo mismo habrá de (no) sucederle a la furibunda hilera de hormigas, que transitan por “Patio o pintura para piso y plantas”, llevando y trayendo sus botines trabajosamente conseguidos. La obra de Catalina León quedó instalada en el jardín del Museo Sívori a mediados de diciembre, y desde entonces no hace más que dejar en evidencia que el deterioro es, probablemente, una de las fuerzas más vitales.
La historia de “Patio o pintura para piso y plantas” antecede al derrotero orgánico que desde fin de año pasado vienen enfrentando todas esas maderas delgadas, candorosamente pintadas y apoyadas de manera sencilla en la tierra, como una ofrenda. Donada por la Fundación arteBA, la obra fue la ganadora del Premio Petrobras en 2007, y tras once años desarmada en un depósito, encontró su destino (y su sustrato) en el jardín del museo.
La ocasión no pudo ser más sincrónica: coincidió con la presentación, realizada también en el patio del Sívori, de Sol en casa ocho, el libro-catálogo de la obra de la artista que impulsó y produjo la coleccionista y mecenas iraní Afshan Almassi Sturdza. La publicación consta de dos volúmenes, uno dedicado a las imágenes de las obras y otro a los textos, que Ticio Escobar y Adriana Aguado escribieron en diálogo con Catalina. En cada una de las partes, todo –desde las prosas, dulcemente rigurosas, de Escobar y Aguado, hasta la calidad del papel y el montaje de sus páginas– resulta una proyección de la poética, honda y al mismo tiempo sutil, que siempre sobrevuela en la obra de la artista.
“Cada vez creo menos que las certezas se expresan en obras –escribe Escobar que Catalina le dijo–. Pienso que para las cuestiones más inquietantes el arte no tiene respuestas acabadas. Entonces, a través de diferentes formas (estéticas, rituales) se busca vaciarse, despojarse hasta intuir su propio núcleo de vacío donde puedan resonar otras verdades”.
Dejándose tragar poco a poco por la tierra, entregando al sol, a la humedad y a las lluvias el brillo de sus colores y sus formas, en “Patio o pintura para piso y plantas” resuena al menos una verdad, que los humanos comprendemos a veces de un modo demasiado doloroso: aquella que sentencia que todo lo que toma cuerpo en este mundo –también las imágenes, que glorificando de inmortales fijamos en el tiempo– tar- de o temprano habrá de desvanecerse.
Pero nada desaparece sin ceder antes su espacio a otra existencia. Ahora las margaritas crecen junto a las liebres, peces y mujeres que habitan la pintura, una suerte de mural astillado en fragmentos que nos invita a mirar hacia abajo (hábito al que tampoco estamos, en este mundo de luces deslumbrantes, demasiado acostumbrados) y por cuyas hendijas también comienzan a emerger los primeros brotes silvestres. “Me pareció mejor ver cómo se adaptaba al espacio que forzarla a tomar su forma original –explica la artista–. En el patio había un árbol de moras, entonces era lindo armar un sector alrededor de eso, otra serie de placas de madera se acomodó debajo de una glicina. Eso es una característica de mi obra, el hecho de que se adapte al espacio donde está”.
Mientras la pintura va, tierra adentro, camino a la realización de su último destino, la artista destinará todo lo recaudado con las ventas de su libro a Vergel, la ONG que co-fundó en 2010, y que tiene como misión acercar el disfrute de la práctica artística a personas hospitalizadas debido enfermedades graves. De lo que se trata en ambos casos –como también en sus otras obras, esas suertes de exvotos paganos y fuera de escala– es de propiciar el espacio para que la magia suceda. “El arte es una acción que destila y a la vez enraíza –define Catalina cuando le pregunta Adriana Aguado–. La posibilidad de fabricar colirio para limpiar la mirada”.