Revista Ñ

NAIPAUL Y SU PROSA ASUSTADA POR LA LEYENDA

Inédito en la Argentina. En El escritor y el mundo, el Nobel V. S. Naipaul retrata el país que concibió el peronismo y también a figuras como Borges, Sábat, Evita, Perón y López Rega, entre otros.

- POR JUAN CRUZ

Profético, errado o ácido, lo que no se puede decir de lo que el Nobel V. S. Naipaul (Trinidad, 1932, Londres, 2017) escribió sobre la Argentina entre 1972 y 1990 fuera o dejara indiferent­e a nadie. Lo publicó en revistas anglosajon­as y ahora está en un libro singular, El escritor y el mundo, que la editorial Penguin Random House aún no ha distribuid­o en el país de Jorge Luis Borges.

Borges, su poesía y sus propias palabras, dichas a su colega a lo largo de múltiples conversaci­ones que Naipaul recoge minuciosam­ente, es fuente de inspiració­n y guía de estos textos, que comienzan con el prólogo al regreso de Juan Domingo Perón a Ezeiza desde un chalet de Madrid y sigue con el relato naturalmen­te desabrido de las crisis sucesivas, hasta 1990. Un proceso difícil y arriesgado que hizo de la Argentina un país que “había hecho soñar mucho a la gente”, pero que, en la historia, se mostraba “inviable”. Eso se lo dice a Naipaul, en algún momento de sus lentos paseos por la Argentina, una de sus numerosas fuentes, en muchos casos, como este que señalo, anónimas o señaladas tan solo con su nombre propio. Entre sus fuentes acreditada­s está Menchi Sábat, el extraordin­ario dibujante uruguayo que ilustró con sus síntesis páginas memorables del diario Clarín. En los distintos reportajes, el recienteme­nte fallecido maestro ilustra al que sería Nobel sobre los orígenes del “delirio colectivo” que marca la historia argentina.

El interés de Naipaul se centra en la violencia montonera, que trata con preocupaci­ón y, en ocasiones, con rabia, y en las razones por las que, económica e incluso vitalmente, ese país de enorme riqueza natural, cultural y humana, ha tocado tantas veces a la puerta de la desgracia.

El libro está compuesto de numerosos reportajes sobre la vida o la literatura, en él aparecen Norman Mailer o John Steinbeck, las tribulacio­nes que le procuran la India y su padre, también periodista, la pobreza y el poder en África... El largo capítulo argentino, de los más densos del libro, se titula “Argentina y el fantasma de Eva Perón” y, aunque no se sirva siempre de la figura de la mítica mujer de Perón, la tiene a ella, en efecto, como un fantasma que recorre como un símbolo, hasta el final, el destino de esta Argentina según Naipaul.

“Para los de fuera –le dice Sábat en la primera de las entregas argentinas de Naipaul–, no es fácil comprender” lo que significa que en un tiempo fuera “fácil tener dinero” en Argentina y que en ese momento, 1972, el país fuera pobre y estuviera aislado. A lo largo de los distintos capítulos (104 páginas) se reitera, por Naipaul, por otros, sobre todo por Borges, la amenaza de la desgracia como una realidad que lanza sobre el país la sombra del futuro como una nube negra.

Ese fantasma también habita en Puerta de Hierro. Son Evita, Juan Domingo (John Sunday en los momentos más irónicos del recorrido del Nobel) o José López Rega, evocados prácticame­nte siempre por sus interlocut­ores como metáforas de un país de buenos y malos que en un momento de-

terminado da a luz (a sombra) a la extrema derecha militar y a los montoneros. No cabalga a gusto sobre ninguno de esos caballos el agudo y ácido escritor indiobritá­nico. Eva Perón aparece con sus propias palabras, retratada como está dibujada en hierro en la gran avenida de Buenos Aires, mirando airada a los ricos de Barrio Norte y, en el revés, dedicando su sonrisa feliz a los pobres. Incendiarí­a y abrazaría ambos factores del mismo país roto en dos.

Esa dicotomía marca la historia argentina que cuenta sir Vidia, que así fue llamado en Inglaterra. Eva Perón, esa figura poderosa y menuda, le acompaña en su asombro al contar los mitos humanos del país de la Pampa, tan desbordant­e y tan humillado. Un sacerdote peronista, de apellido Mugica, “asesinado por pistoleros en 1974”, según cuenta en un pie de página, le había advertido lo que, por otra parte, se sigue advirtiend­o ahora cada vez que alguien entra a descifrar los misterios de cualquier país en las vías de un conflicto incomprens­ible: “Sólo los argentinos pueden comprender el peronismo. Podría hablar con usted del peronismo durante cinco años, pero [usted] no llegaría a comprender­lo”.

Naipaul insistió y halló esta respuesta que, ya sin comillas, resume el pensamient­o del sacerdote: “Avergonzad­o, el sacerdote explicó que lo que realmente le interesaba al peronismo era el desarrollo del espíritu humano. Tal desarrollo había tenido lugar en Cuba y en China; en esos países le habían vuelto la espalda a la sociedad industrial”.

Abogados a los que llegó por otras amistades le explicaron por dónde se estaba desarrolla­ndo la lucha montonera, la violencia y sus errores magnificad­os por la existencia indudable de la sangre. Uno de ellos le dijo: “Cuando la justicia es la justicia del pueblo, a veces se cometen excesos. Pero, en última instancia, lo importante es que se haga justicia en nombre del pueblo”. Él pregunta quiénes eran entonces los enemigos del pueblo, y halla esta contestaci­ón tan de la época: “El imperialis­mo americano. Y sus aliados autóctonos. La oligarquía, la burguesía subordinad­a, el sionismo y la izquierda cipaya. Llamamos cipayos al Partido Comunista y al socialismo en general. Parecía –colige Naipaul– una lista exhaustiva. ¿Quiénes eran los peronistas?”. Respuesta: “El peronismo es un movimiento revolucion­ario nacional. Hay una gran diferencia entre un movimiento y un partido”. Lo que sigue satisface el asombro periodísti­co, y también metafórico, del agudo interrogad­or que es quien más adelante sería Nobel. Sigue así la respuesta: “Nosotros no somos estalinist­as, y un peronista es cualquiera que se considere peronista y actúe como un peronista”.

El abogado que le responde, judío y burgués, le contó a Naipaul cuándo se cayó del caballo. Fue durante su visita a Perón en Puerta de Hierro, en 1970. “Se quedó deslumbrad­o; le temblaba la voz al citar las palabras” del General. “Le había dicho: ´General, ¿por qué no le declara la guerra al régimen y se pone usted a la cabeza de los verdaderos peronistas?´”. La respuesta de Perón debe figurar en el diccionari­o general de la ambigüedad que Naipaul oye cada vez que quiere saber qué significa ser peronista: “Yo soy el conductor de un movimiento nacional. Tengo que conducir el movimiento entero, en su totalidad”.

La vida avanza, aunque para Perón ya retrocede, pero está hecha de frases que van alimentand­o el presente de consignas dichas por él para que marquen el ritmo, ya débil, de su historia: “En manos del pueblo, la violencia no es violencia; es justicia”.

Luego vienen el regreso, la violencia y la leyenda, que afecta, sobre todo, a la Eva Perón que retrató, con todas sus metáforas, el gran escritor que fue Tomás Eloy Martínez. Borges le dijo a Naipaul algo que el más famoso de los escritores antiperoni­stas de la Argentina dijo de muchas maneras a lo largo de su inteligent­e paso por la vida y por la poesía: “Teníamos la sensación de que había que olvidarlo todo. Si los periódicos hubieran guardado silencio, hoy no existiría el peronismo. Los peronistas al principio se avergonzab­an de sí mismos. Si estuviera hablando en público, no pronunciar­ía su nombre. Lo llamaría el prófugo, el dictador, la manera en que se evitan ciertas palabras en la poesía; si citara su nombre en un poema, este quedaría hecho añicos”.

“Perón representa­ba la escoria humana”. Naipaul no queda indiferent­e ante los juicios del maestro, y el libro (en lo que se refiere a la Argentina y el fantasma de Eva Perón) está teñido de su asombro ante la melancolía que produce la reiterada desgracia de un país que está en los sueños y que en la realidad se convierte en un poema hecho añicos. El texto impresiona. Para los argentinos ahora sería como una carta que Naipaul escribe asustado por la leyenda y conmovido por la historia. Y sólo he glosado sus primeras dieciséis páginas.

 ?? AP ?? V. S. Naipaul. “Un país que había hecho soñar mucho a la gente, pero que en la historia se mostraría inviable”, explicaba el autor, según cuenta Juan Cruz.
AP V. S. Naipaul. “Un país que había hecho soñar mucho a la gente, pero que en la historia se mostraría inviable”, explicaba el autor, según cuenta Juan Cruz.
 ??  ??
 ??  ?? El escritor y el mundoV. S. Naipaul Editorial Debate E-book€ 12,99
El escritor y el mundoV. S. Naipaul Editorial Debate E-book€ 12,99
 ?? AP ?? Evita, uno de los fanstasmas con los que se encontró Naipaul en la Argentina.
AP Evita, uno de los fanstasmas con los que se encontró Naipaul en la Argentina.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina