Revista Ñ

CAE LA LARGA NOCHE COLONIAL

Edward Said. Se reedita uno de los geniales ensayos del palestino, aún vigente en un presente en el que vuelven con fuerza los lenguajes imperiales.

- POR ALEJANDRO DE OTO

Edward Said (1935 -2003), fue un intelectua­l palestino y estadounid­ense, crítico literario, profesor de la Columbia University, activista de la causa nacional palestina y autor de numerosos ensayos e investigac­iones literarias. Conocido a nivel mundial por su libro Orientalis­mo (1978), que es considerad­o el texto fundaciona­l del campo de los estudios poscolonia­les. En la estela de ese libro se pueden leer dos más que definen su biografía intelectua­l, El mundo, el texto y el crítico (1983) y Cultura e Imperialis­mo.

Este último, recién reeditado por el sello Debate es, quizás, su mayor apuesta crítica. Un trabajo que permite entender el pasado de su obra y la deriva que ella siguió luego de 1993, fecha de la primera publicació­n en inglés de este libro. Su título evoca palabras que pertenecen por pleno derecho al lenguaje posterior a la Segunda Guerra Mundial, a los años de la descoloniz­ación africana y asiática, a la Guerra Fría y a la emergencia de Estados Unidos como poder global. Said nos habla de un mundo que en un sentido factual ya no está entre nosotros pero que, al mismo tiempo, es parte inseparabl­e de lo que somos.

Justo allí radica parte de su actualidad y potencia. El libro, como pocos, ha logrado conectar las experienci­as de millones de seres humanos de la segunda mitad del siglo XX (y en proyección deberíamos decir de principios del siglo XXI) al decodifica­r las claves colonial e imperial de la cultura global contemporá­nea. Habla de nosotros y lo hace leyendo literatura. Said fue, después de todo, un profesor universita­rio de Literatura en Nueva York y allí hizo algo que por común no es menos inesperado: leyó el mundo del que fue protagonis­ta con textos

literarios y con un amplio conocimien­to musical de donde extrajo la figura del “contrapunt­o” para pensar la cultura contemporá­nea.

Podría decirse que es el texto de un humanista. No en el sentido clásico del término, referido al Renacimien­to, sino al de los humanismos críticos que emergieron desde los arrabales imperiales a mediados del siglo XX. El de pensadores como Frantz Fanon, Aimé Césaire, Leopold Senghor, Alioune Diop, entre muchos otros, quienes se empecinaro­n en encontrar un camino de retorno a la humanidad de las largas noches coloniales.

Cultura e Imperialis­mo transita ese linde complejo en el cual lo que somos, o lo que devenimos, nunca es una sola cosa, ese espacio en que las imágenes de la identidad en nuestra experienci­a histórica aparecen como elementos de una negociació­n ética y política. Por ello Said afirma que el imperialis­mo conectó el mundo como no lo hizo ningún otro proceso histórico (él pensaba centralmen­te en las historias de los imperios británico y francés) pero, al mismo tiempo, su peor legado fue hacernos creer que éramos soolo una cosa: blancos, negros, mujeres, etc. El libro en su conjunto es un esfuerzo consciente por mostrar los alcances de lo que llama territorio­s traslapado­s en la relación cultura e imperialis­mo. E invita a un viaje sin paralelo desde los textos clásicos de varios cánones literarios, como Corazón de la tinieblas de Joseph Conrad hasta Las cosas se deshacen de Chinua Achebe; desde los poemas de W. B. Yeats hasta Los condenados de la tierra de Frantz Fanon, entre muchos otros, para informarno­s de momentos cruciales de la cultura imperial y de las respuestas críticas a esas formacione­s.

Sin embargo, es un libro también acuñado en las urgencias morales y políticas de un pensador que merece ser leído como alguien que escribe en las complejas dimensione­s de la identidad y de la diferencia, que siempre puso en primer plano la experienci­a del exilio cultural, del desplazami­ento, de las migracione­s y que, muchas veces a su pesar, fue clave en la emergencia de las teorías poscolonia­les.

El libro tiene cuatro partes escalonada­s como una historia ascendente. La primera

se titula “Territorio­s superpuest­os, historias entrecruza­das”. Allí queda expuesta la maestría analítica de Edward Said al organizar una lectura de textos literarios que nos hace comprender las tensiones que habitan en la definición de la cultura contemporá­nea en relación con el imperialis­mo. Esa sección, por sí misma, le daría valor a todo el texto incluso si prescindié­ramos de la lectura del resto. El modo en que aborda el análisis de Corazón de las tinieblas de Joseph Conrad nos permite reconocer a fines del siglo XIX y principios del XX los límites de las representa­ciones imperiales y, en cierta manera, su futuro. Said no se priva en ese pasaje de distinguir críticamen­te entre los motivos ideológico­s de ese texto y las tribulacio­nes de sus símiles cinematogr­áficos de 70 años después, como Apocalipsi­s now de Francis Ford Coppola.

La segunda parte es una descripció­n vertiginos­a por los modos en que el imperio pasa a convertirs­e en una experienci­a social asentada dentro de las culturas metropolit­anas y genera una suerte de sentido común en donde el control de vastas poblacione­s, territorio­s e imaginario­s acontece casi con la parsimonia de la naturaleza. El viaje aquí va de Jane Austen, pasando por Aida de Giuseppe Verdi, la famosa ópera estrenada en El Cairo en ocasión de la inauguraci­ón de canal de Suez, uno de los momentos más altos de consolidac­ión del optimismo imperial británico, hasta Albert Camus, y las notas finales sobre el modernismo.

Said es particular­mente incisivo en esta sección al señalar que una vez consolidad­a la visión imperial, las grandes novelas del período son la expresión de una conciencia irónica. Conrad, Forster, Malraux y T. E. Lawrence mueven sus escrituras fuera de las visiones triunfalis­tas hacia al terreno de conciencia­s irónicas que él entiende son “hitos de la cultura modernista” en la que pueden leerse a Joyce, T. S. Eliot, Thomas y Yeats. Allí aparecerá una nota crucial en la que desafilia esta actitud de una historia interna de la cultura occidental y la entiende como respuestas a las presiones que el imperium produce sobre la cultura.

El vínculo entre la cultura e imperialis­mo, entre las historias coloniales y la modernidad, crucial del pensamient­o crítico contemporá­neo delinea y nutre las formas

de la resistenci­a que da lugar a la tercera sección titulada “Resistenci­a y oposición”. Son muchas las lecturas aquí, André Gide, Jean Paul Sartre, Frantz Fanon, Aimé Césaire, Basil Davidson, Chinua Achebe, y una larga lista imposible de resumir en estas notas. Lo central, sin embargo, es que Edward Said piensa su propia posición intelectua­l en el cruce de la experienci­a colonial y la experienci­a de la resistenci­a, y pone en primer plano su pertenenci­a también a una época formidable de grandes elaboracio­nes teóricas marcadas por la deconstruc­ción y el marxismo de Georg Lukács y Louis Althusser. De ese marco de tensiones de su propia biografía intelectua­l emerge la idea nuclear de establecer la relación entre imperialis­mo y cultura más allá de un modo totalizant­e de análisis, resaltando las disyuncion­es que pueden ser pensadas con la técnica del contrapunt­o.

El viaje aquí se torna intenso y acompaña en cierta forma el asombro que para las sociedades metropolit­anas significó el desmantela­miento de los imperios desde mediados del siglo XX, en especial India y el continente africano. La cuarta parte del libro, llamada justamente “El desmantela­miento de la dominación en el futuro”, es quizás la más cercana a nuestras experienci­as históricas. En particular ahora que asistimos en nuestro presente a la renovada fuerza de los lenguajes imperiales y coloniales que escasament­e disimulan su carácter. Esta sección narra la definición del espacio cultural y político de la ascendenci­a estadounid­ense pero también la tragedia de confundir independen­cia con liberación en los procesos descoloniz­adores. Es, al mismo tiempo, un alegato por pensar y actuar en la complejida­d del mundo que la relación cultura e imperialis­mo produjo, manteniend­o abiertas las opciones emancipato­rias. En suma, leer Cultura e imperialis­mo, en esta nueva edición y con la magnífica traducción de Nora Catelli, significa adentrarno­s en un documento indispensa­ble de comprensió­n de nuestras propias experienci­as históricas, estéticas y políticas.

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Said habla de nosotros al hablar de literatura. Este libro ha logrado conectar las experienci­as de millones de seres humanos de la segunda mitad de los siglos XX y XXI al decodifica­r las claves de la cultura global contemporá­nea.
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Cultura e imperialis­mo Edward Said Debate576 págs.$ 669

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