Pongamos que hablo de mi generación
Narrativa. La primera novela de Pablo Perantuno registra la caída en desgracia de una visión patriarcal de las emociones.
“El desprecio de Diego hacia lo que le susurraba su instinto o su alma, esa forma timorata de rendirse ante los mandatos del mercado o del linaje, fue una más de una corta pero colosal cantidad de abdicaciones que jalonaron su vida”, leemos en las primeras páginas de Teoría del derrape, la primera novela del periodista y editor Pablo Perantuono.
A través del desasosiego de Diego Correchea, un abogado rockero y futbolero, hijo de un abogado exitoso y soberbio, vamos explorando su derrotero y el de una generación, desde los agridulces años del menemato hasta el arribo a nuestra cotidianeidad de las redes sociales. Como telón de fondo, los “mandatos del mercado o del linaje” propios de Zona Norte, una región del conurbano donde los conflictos suelen terminar bajo la alfombra.
Eso no dicho, ese supuesto, esa distancia en los vínculos afectivos y en las relaciones de poder, más que sustraerse a los designios de un iceberg impasible, a lo largo de Teoría del de- rrape desnudan que la procesión va por dentro: todo se trasluce para indicar otra cosa. Hay descripciones de estilos de vida y secuencias cronológicas, hay un prontuario de consumos y una enumeración de ambiciones, pero también existe, para el protagonista, un rincón inexplorado que ante su descubrimiento desata todas las alarmas. “Hasta aquel atardecer en que se bajó del subte para visitar al moribundo, los recuerdos más aciagos de su niñez y adolescencia habían estado escondidos en un escritorio sin tiempo de su mente”, leemos más adelante. Abrir el cajón, entonces, es enfrentar esos traumas.
Sin embargo, es en el cuerpo de Diego Correchea –desde un quiste en la boca en su tierna pubertad a un quiste en la cabeza que le encuentran luego de un accidente automovilístico ya en plena madurez, tanto del damnificado como del mismo tumor–, donde vamos a cotejar los signos de esa lucha desigual frente a la arrogancia y la sagacidad de un patriarca cruel e intimidante.
Recién ahí, con ese padre postrado y moribundo, con un hijo en ciernes y una pareja rota, Diego puede reflexionar a tientas sobre su lugar en el mundo y sumarse al adagio del estadounidense Philip Roth, un escritor que supo sacarle jugo a ese ajuste de cuentas con la figura paterna que muchas veces nos debemos: “Todos los hijos pagan un precio, y el perdón implica que perdones también el precio que pagaste”.
En el camino, Teoría del derrape registra frases y metáforas machistas que nos han alimentado –en el entorno de los amigos, en el contexto laboral–, exponiendo la caída en desgracia de una visión patriarcal de las relaciones afectivas: Diego, un “analfabeto emocional” según la madre de su hijo, tendrá que sufrir un grave accidente automovilístico –en plena faena de consumo de cocaína y vida disoluta– para reordenar también sus deseos y amigarse con el pasado. Es decir, con la sombra del padre.