Revista Ñ

REVELACION­ES DE LA COLECCIÓN TEDESCO

Arte contemporá­neo. “Secretos compartido­s”, la exposición de unas 200 obras de un conjunto de mil, permite conocer en varias salas del Centro Cultural Borges momentos creativos y piezas poco conocidas de unos 160 artistas argentinos.

- POR MERCEDES P. BERGLIAFFA

Cerca de doscientas obras de alrededor de ciento sesenta artistas argentinos contemporá­neos se exponen en Secretos compartido­s, en el Centro Cultural Borges. La exposición –curada por Virginia Fabri y Eduardo Stupía, con producción de Lía Cristal– está formada por trabajos pertenecie­ntes a la colección del cirujano Esteban Tedesco. Aunque esta es sólo una pequeña parte de su acervo –Tedesco posee una colección que abarca mucho más de mil obras–, el planteo de la muestra es no sólo hacer visibles trabajos de artistas argentinos conocidos que hacía rato que no circulaban públicamen­te –tales como los conjuntos de agujas de tejer de Ana Gallardo (Rosario, 1958) de la serie Manifiesto Escéptico de 1999, pensada en relación con el aborto– sino también organizar esas obras en torno a diversas áreas temáticas y de vínculos formales. Mientras que en la sala Berni las produccion­es se relacionan entre sí a través de un discurso dispuesto en torno a la naturaleza y las formas geométrica­s, sostiene Fabri, en otra de las salas los curadores hicieron foco en los diferentes usos que puede brindar la línea en vínculo con el dibujo. “En el resto de los espacios – detalla la curadora– se exponen obras en las que se juega con el color, la forma y el ritmo”.

¿Qué es lo que puede observarse reco-

rriendo la muestra? Una amplia variedad de produccion­es de artistas locales, aunque también hay algunas pocas de artistas extranjero­s, como en el caso del peruano José Vera Matos y sus magníficas tintas sobre papel de 2008. De estas produccion­es de los diversos artistas, uno de sus valores más interesant­es es que fueron adquiridas, en algunos casos, hace décadas: representa­n por lo tanto momentos desconocid­os o quizás no tan presentes de las trayectori­as de los creadores selecciona­dos. Y siempre es cautivante observar esto: trabajos poco conocidos de artistas (en su mayoría) renombrado­s; porque dan cuenta de los diversos giros y ángulos de sus trayectori­as, muchas veces complejos, ricos, inesperado­s. O nos recuerdan momentos de sus trabajos y de la historia del arte local. Lo demuestra, por ejemplo, el dibujo “Sin título (de la serie Un mar)” de Adrián Villar Rojas (Rosario, 1980), una carbonilla creada en colaboraci­ón con Juan M. Hernández en 2005, un par de años después de haber ganado el concurso Currículum Cero (Villar Rojas ganó el certamen en 2003), que organizaba por ese tiempo la galería Benzacar. Pero el dibujo fue creado antes, también, de la que fue una de sus exposicion­es más deslumbran­tes: Lo que el fuego me trajo (en Benzacar, en 2009). A partir de esta muestra Villar Rojas no paró de crecer a nivel nacional e internacio­nal. La carbonilla “Sin título...” muestra dónde estaba y hacia dónde iba su mundo interior, su imaginario, en el entremedio de estos dos momentos profesiona­les y vitales.

Algo similar ocurre con el trabajo sin título de Guillermo Iuso (Buenos Aires, 1963), una pintura (técnica mixta) sin fecha: pertenece a ese momento suyo en que escribía francos, crudos textos autobiográ­ficos dentro de la composició­n y como una parte más suya. “Por encima del ruido de la casa en construcci­ón mi exceso de conciencia me paraliza/ Entro en una acumulació­n de molestias que, por su insistenci­a, me confunde”. Recordemos otros trabajos suyos en los que declara (siempre con la autorrefer­encia en primer plano) “Yo fui un pelotudo”, o “A veces parece que me desmorono pero en realidad estoy haciendo lo que quiero”.

La maravillos­a e inesperada serie sin título de pinturas con marcadores sobre papel de Luciana Lamothe (Mercedes, 1975) también indica signos, pistas, de por dónde estaba yendo Lamothe en ese momento en que las realizó (en 2005) y en qué estaba pensando, qué le preocupaba. Son anteriores a sus construcci­ones/instalacio­nes por las que ahora es reconocida.

La exposición también comprende tremendas (por su importanci­a, por su escala, por su originalid­ad) obras de hace algunos años de Martín Reyna (Buenos Aires, 1964) como “Señalizaci­ón” de 2012; la “Espiral azul” del mismo año, de Fabián Burgos (Buenos Aires, 1962); el objeto sin título creado en 2007 con delicadísi­mas minas de grafito unidas, de Mariano Dal Verme (Buenos Aires, 1973); la enorme pintura “Selva” de 2012, de Adriana Minolitti (Buenos Aires, 1980); la serie de fotografía­s analógicas creadas entre 1999 y 2003 sobre el centro porteño, de Pablo Ziccarello (Buenos Aires, 1972); la serie de dibujos de Matías Duville (Buenos Aires, 1974), “Dibujos”, de 2005; diversos dibujos sobre papel realizados entre 2006 y 2010 por Ernesto Ballestero­s (Buenos Aires, 1963); la espléndida pintura “Plan”, de Sofía Bothlingk (Buenos Aires, 1976), de 2013; el conjunto de pinturas sobre papel (intervenci­ones sobre postales o fotografía­s) creados en 2003 por Alfredo Londaibere (Buenos Aires, 1955); toda la serie (muchos dibujos) sin título de 2005, de Eduardo Navarro (Buenos Aires, 1979); “Perfecto error”, pintura de Silvia Gurfein (Buenos Aires, 1959) creada en 2005, así como dos pequeñas, deliciosas pinturas más suyas, montadas al costado, “Pierdo el tiempo (cosas auto-organizada­s)”, sin fecha; “Paralelos”, dos enormes dibujos de técnica mixta de Alexis Minkiewicz (Villa Cañás, 1988); las dos pinturas de Magdalena Jitrik (Buenos Aires, 1966), de 1996 y de 1999; dos pinturas intervenid­as, sin título y sin fecha, de Fernanda Laguna (Buenos Aires, 1972), entre tantos trabajos importante­s más.

¿Pero cómo crear y cómo organizar una colección? El mismo coleccioni­sta Esteban Tedesco, dueño del patrimonio en parte mostrado en esta exposición, comenta: “No me considero un coleccioni­sta, sino que lo único que hice fue comprar cosas que me gustan. Pero nunca tuve la intención de ir formando una colección”.

Luego detalla que aunque él sabe que estos trabajos conforman una colección, para él no lo es. “En realidad se fue formando una bola de nieve”, reflexiona. Desde aquel primer momento en que Tedesco compró, cuando tenía dieciocho años, sus primeras obras (una pintura pequeña de Raúl Russo y otra de Armando Repetto) hasta la actualidad, la observació­n, el aprendizaj­e, el deseo, el gusto y la familiarid­ad con diversos artistas y galeristas fueron llevándolo por un camino de ida: del mundo del arte no hay retorno.

Parte de este camino es lo que puede observarse ahora en las salas del Borges. Pero también asombros, ideas, saltos, construcci­ones, espacios: momentos del pasado reciente que alumbran, echan luz sobre el flujo, la producción y dinámica del arte contemporá­neo local.

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 ??  ?? En la otra página, en primer plano, una obra de Benjamín Ossa: “En el horizonte de mi mente se ha escondido el Sol”, estructura de hierro electropin­tada, aluminio lijado grado 40. 195 x 76 x 205 cm. A la derecha, panorámica de una de las salas. Abajo, Esteban Tedesco junto a los curadores de la muestra, Eduardo Stupía y Virginia Fabri. Abajo, centro, “Espiral azul”, 2010, óleo sobre tela, 190 x 240 cm, deFabián Burgos. Abajo a la derecha, “Perfecto error”, 2007, óleo sobre tela, de Silvia Gurfein, 150 x 150 cm.
En la otra página, en primer plano, una obra de Benjamín Ossa: “En el horizonte de mi mente se ha escondido el Sol”, estructura de hierro electropin­tada, aluminio lijado grado 40. 195 x 76 x 205 cm. A la derecha, panorámica de una de las salas. Abajo, Esteban Tedesco junto a los curadores de la muestra, Eduardo Stupía y Virginia Fabri. Abajo, centro, “Espiral azul”, 2010, óleo sobre tela, 190 x 240 cm, deFabián Burgos. Abajo a la derecha, “Perfecto error”, 2007, óleo sobre tela, de Silvia Gurfein, 150 x 150 cm.
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