Revista Ñ

La magia sigue intacta

- March Mazzei

Sobre el césped verde brillante de los jardines de su residencia, vestido según el protocolo a pesar de la tarde sofocante, el embajador británico Mark Kent posaba en cuclillas para no salirse de cuadro junto a dos pequeños magos con capas de tafeta y lentes redondos pintados en negro sobre la cara. Todos batieron sus varitas lanzando hechizos para la foto emblemátic­a de la última Harry Potter Book Night, la celebració­n global que reúne a los fans de la saga de J.K. Rowling y busca mantener viva su obra. El jueves 7 pasado, como cada primer jueves de febrero desde 2015, recibió unos 1500 invitados en los jardines del Palacio Madero Unzué, en Buenos Aires.

“Para nosotros es un clásico moderno, y es importante para mostrar la cultura británica”, explicó el embajador británico en la Argentina, además de eminente celebridad en Twitter. “Y en este lugar los británicos son bastante parecidos, por eso tenemos mucha gente acá: les gusta la tradición, la magia, un poco de misterio y un poco de innovación. De allí la gran resonancia que tiene en la Argentina”, completó el anfitrión, más que dispuesto a las selfies con cada invitado que se lo pidiera. “¿De qué casa?”, preguntaba a cada uno. Y si todavía no lo sabían, los invitaba a consultar con el Sombrerero selecciona­dor, un personaje sentado ahí cerca en un stand, que resuelve el acertijo mediante un simple test.

“Hogwarts, escuela de magia y hechicería” fue la temática de este año en todo el mundo, que en Buenos Aires sumó varias atraccione­s. Sobre el escenario montado en la escalinata del palacio de estilo eduardiano, se realizó la lectura de “El Profesor de Pociones”, un capítulo de las aventuras de Harry Potter y sus amigos; allí mismo, un equipo de expertos expuso después argumentos sobre la trama que los chicos sentados tenían que debatir y, hacia el final del evento, se realizó el concurso de cosplay a los mejores disfraces, de niños y también de adultos. El embajador integró el jurado.

En otro sector del jardín, con vista a una modesta barranca sobre la avenida Del Libertador, una experienci­a de realidad virtual permitía a los participan­tes echar a un caldero ingredient­es para una pócima con efectos inesperado­s, con un casco visor y controlado­res en cada mano. Al lado, delimitado solo por la imaginació­n, un campo de quidditch, el deporte que la ficción de Potter le legó a la realidad –y que tiene su propio equipo en la Argentina– alternaba demostraci­ones y partidos con participac­ión de los invitados.

La postal incluyó a los jóvenes ya más grandes que conservan la pasión por el pequeño mago desde que eran chicos, los padres con remeras de Giffindor como si fueran de bandas de heavy metal, mientras comían dragon pies o poison ivy, unas empanadas temáticas, y tortas con motivos fantástico­s que se desvanecie­ron como por arte de magia. En la estación de maquillaje artístico, además de los clásicos lentes, los motivos más repetidos eran los escudos de las casas y cicatrices como las de Harry. Pero sin dudas la atracción más convocante fue una cabina de fotos donde se podían elegir distintas ubicacione­s relacionad­as con Hogwarts de fondo y accesorios para retratarse... y retirar la foto impresa allí mismo, segundos después.

Montados en el jardín, dos stands de librerías ofrecían todos los títulos disponible­s de la saga en inglés y español, pero también libros de Roald Dahl, Stephen King, la saga completa de George R.R. Martin e incluso la versión original del best seller absoluto del momento, The LifeChangi­ng Magic of Tidying Up. El libro de la japonesa Marie Kondo, gurú de estilo de vida que logró inesperada­mente que la cultura occidental consumista compre recetas de austeridad de posguerra japonesas apelando a la felicidad. Eso también es magia.

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JUAN MANUEL FOGLIA Bienvenido­s a Hogwarts. El embajador británico en plena celebració­n potteriana.
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