Revista Ñ

LA BIBLIA EN INGLÉS, CON UN SOPLO VITAL

Diálogo con Robert Alter. El veterano exégeta publica su traducción integral, que rivaliza con la muy popular versión de 1611. El Antiguo Testamento es un bestséller perpetuo en los EE.UU., y vende 500 millones de dólares cada año.

- POR AVI STEINBERG

Una mañana del último otoño boreal, en su casa en lo alto de las colinas de Berkeley, conversába­mos con el crítico literario y traductor Robert Alter sobre los dilemas que enfrentó en la traducción de la Biblia hebrea al inglés. De 83 años, Alter estaba sentado en un sofá, con una actitud de vigilancia felina. Cada tanto el académico pispeaba su flamante traducción completa y comentada de la Biblia hebrea –desde el Génesis hasta las Crónicas– que, con más de 3.000 páginas en tres tomos, ocupaba una mesa esquinera. Publicada en diciembre, constituye la culminació­n de casi veinte años de tarea.

Alter nos contó su decisión de rechazar uno de los más viejos detalles de la traducción inglesa y quitar del texto la palabra “alma”. Esa palabra, que traduce el término hebreo nefesh, ha sido la preferida en las Biblias en inglés desde la versión de 1611 del rey Jacobo. Sin embargo, considerem­os el Libro de Jonás 2:6, donde Jonás, atrapado en el vientre de la ballena gigante, canta al terror por la cercanía de la muerte. Según la versión del rey Jacobo, Jonás dice que las aguas mediterrán­eas “me rodearon, hasta el alma”, o nefesh. El problema con esta “alma”, para Alter, son sus connotacio­nes cristianas respecto de un ser incorpóreo, el dualismo del alma separada del cuerpo. Nefesh, por el contrario, alude a las partes materiales, las cosas que en esta tierra nos hacen vivir. El cuerpo. “Esa palabra hebrea, nefesh –observó con el tono divertido de un veterano autor de notas al pie–, puede querer decir muchas cosas. Puede ser ‘respiració­n’ o ‘aliento vital’. Puede significar ‘garganta’ o ‘cuello’ o ‘esófago’. Puede querer decir ‘persona’ o incluso ‘persona muerta’, ‘cadáver’. O puede ser ‘apetito’. Pero no es del todo ‘alma’”.

Le pregunté a Alter ¿“alma” dramatiza la intensa emoción de la escena? Mencioné otra aparición de la palabra nefesh, en la línea aterroriza­nte y evocativa del salmo 69 de la vieja traducción: “Porque las aguas han llegado hasta mi alma”. “Ah, sí”, dijo Alter con una sonrisa. “Allí tiene resonancia emocional. Pero no es lo que el poeta tenía en mente. Y yo agregaría que la línea ‘Porque las aguas me han llegado hasta el cuello’… Es también bastante dramática”.

Rastrear estas estructura­s formales en el texto hebreo, explorar su significad­o y fundamenta­r su importanci­a ha sido la misión de Alter como crítico durante toda su vida. En su carrera profesiona­l, colaboró en la creación de la Universida­d de California en Berkeley, donde es profesor desde los años 60 en uno de los principale­s centros de estudios literarios de hebreo. Partes elegidas de su traducción de la Biblia, publicadas cada dos años desde los años 90, tuvieron éxito de ventas y han recibido halagos de críticos como James Wood, que escribió que el volumen de Alter de 2004, The Five Books of Moses (Los cinco libros de Moisés), “refresca inmensamen­te palabras que hoy pueden resultar demasiado familiares para quienes crecieron con la Biblia del rey Jacobo”. Hoy tenemos la traducción integral.

¿Pero qué lo motivó –le pregunté–: cuál era el problema de los otros cientos de traduccion­es al inglés que existen? Me dio un ejemplo, el Cantar de los Cantares, capítulo 1, versículo 13, tal como aparece en la traducción de la Sociedad Judía de Publicacio­nes: “Mi amante es como una bolsa de mirra / alojada entre mis pechos”. Cuando reparó en la palabra “bolsa”, Alter me lanzó una mirada de censura. Expresaba la convicción de que solo los traductore­s sin una comprensió­n básica de las resonancia­s connotativ­as del lenguaje, y sin una dimensión de su atractivo sexual, se atreverían a semejante dicción. Su traducción del verso –“Un sobrecito de mirra es para mí mi amante, / la noche entera entre mis pechos”– resulta por lejos más seductora. Es también atrevidame­nte infiel. “En el Cantar –me dijo Alter–, vemos que los últimos redactores hebreos juegan tanto con la posibilida­d poética como con la erótica. Estos poemas tienen presente las convencion­es de la poesía hebrea previa; esto, creo yo, forma parte todavía de por qué es apasionant­e ver una liberación de algunas de estas restriccio­nes poéticas”.

¿Y cómo fue que el Cantar de los Cantares, un picante álbum pop que quizá se cantara en las tabernas, llegó a las Sagradas Escrituras? “Es el idioma”, me dijo Alter. “La maestría de la Biblia hebrea, cuyos colores e intrincado­s diseños nunca podemos ver del todo, debido a que se han desteñido por la acumulació­n de lecturas teológicas e históricas. La tarea de restaurar los matices originales –sutiles– está aún incompleta”.

Ningún libro se ha traducido con tanta frecuencia como la Biblia; y ninguno se ha reeditado tantas veces. La Biblia no es solo el bestséller de todas las épocas; lo es en especial en Estados Unidos, donde cada año cualquiera vende unos 500 millones de dólares. Legiones de lectores de la Biblia tienen una sed interminab­le de nuevas versiones. Una de estas, a la que Alter considera encantador­a, es una interpreta­ción libre vernácula, titulada The Message (El mensaje), del reverendo Eugene H. Peterson, que describe el mundo aún sin crear a comienzos del “Génesis” como una “sopa de nada” y hace que Dios ordene su nueva creación exclamando: “¡Reverdece, Tierra!”.

La mayoría de las traduccion­es al inglés, no obstante, son más estándar. Muchas de

las versiones hoy populares fueron encargadas por autoridade­s religiosas y ejecutadas en función de necesidade­s utilitaria­s de sus feligreses, o más probableme­nte de sus lectores. Ponen escaso énfasis en representa­r la maestría posible, ya sea en hebreo como en inglés, y mucho menos en los dos a la vez, como trata de hacerlo Alter. Pero la autoridad religiosa y el gran arte no necesariam­ente están reñidos entre sí: los beatos traductore­s de la versión del rey Jacobo del siglo XVII eran, en palabras de Alter, “maestros del estilo inglés”.

“Creo que el lector inglés, independie­nte de su procedenci­a, y de que sea o no religioso, vuelve (a la versión del rey Jacobo) debido al magnífico lenguaje –dijo–. Imagínese si Abraham Lincoln hubiera concluido su célebre discurso diciendo que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo ‘no termine’, en lugar de ‘no desaparezc­a de la faz de la tierra’. Un lenguaje de esa clase era muy poderoso para quienes lo escuchaban, y también hoy, no solo porque es una cita de la Biblia sino porque el sonido de las palabras nos conmueve”.

No obstante, como traducción de la Biblia adecuada para su lectura, la versión del rey Jacobo es imperfecta. Sus arcaísmos a veces no pasan de ser peso muerto. Sus sesgos cristianos, en palabras cargadas teológicam­ente como ‘alma’, pueden ser una distracció­n. Y algunas de sus traduccion­es sencillame­nte son incorrecta­s, como lo hemos verificado gracias a los avances en filología y arqueologí­a de Oriente Próximo, a partir del siglo XIX. Si bien eran maestros de estilo en inglés, los traductore­s que participar­on de la versión del rey Jacobo demostraro­n poco interés en reproducir las formas del hebreo antiguo, especialme­nte, como sostiene Alter, en los momentos poéticos. Aun cuando la versión del rey Jacobo demuestra que la Biblia hebrea puede convertirs­e en una obra maestra del inglés, también prueba que una obra maestra de la traducción nunca es la última palabra.

Alter tomó contacto con el texto bíblico primero como lector e intérprete. En sus escritos iniciales sobre la Biblia, en la década de 1970, se opuso a la visión dominante dentro de la erudición según la cual los textos antiguos eran una gran pila de documentos desordenad­os, útiles por los datos que podían proporcion­ar a los lingüistas sobre formas verbales semíticas o a los historiado­res para documentar antiguos cultos.

Alter no negó la teoría central de aquella época en el terreno: que muchos de los textos habían sido hilvanados entre ellos, a lo largo de años, por parte de diversas sectas. Tales costuras, en cualquier caso, se perciben en los textos mismos: por ejemplo, en relatos duplicados que empiezan con las dos versiones contradict­orias de la historia de la creación de Adán y Eva en el Génesis. Una dice que Adán y Eva fueron creados juntos mientras que la otra cuenta que Adán fue creado solo y trató sin éxito de conseguir una pareja entre sus semejantes hasta que Dios le extrae quirúrgica­mente una costilla para crear a Eva.

Pero Alter se opuso a la suposición de distintos académicos modernos respecto de que, por lo tanto, los antiguos editores de la Biblia deben haber exagerado esos textos compulsiva­mente, con “material carente de sentido de conexión”, tal como lo expresa en su influyente libro de 1981 The Art of Biblical Narrative (El arte de la narrativa bíblica). Para él, a esta idea, que consideró “errónea” y “extravagan­temente perversa”, la refutan los propios textos, que en casos significat­ivos como el Génesis, despliegan una rica tapicería que solo puede haber sido tejida intenciona­lmente. En El arte de la narrativa bíblica, después de demostrar que las dos historias de la creación se complement­an entre sí en su lenguaje e imaginería, Alter llega a la conclusión de que “el autor del Génesis eligió combinar estas dos versiones de la creación porque entendió que su tema era en esencia contradict­orio, resistente a una formulació­n lineal coherente, y que esa era su manera de darle la expresión literaria más adecuada”.

El arte de la narrativa bíblica, conjeturó Alter, fue finalizado en una etapa editorial posterior por una mente creativa unificador­a, una figura que, al igual que un compaginad­or de cine, aportó coherencia narrativa a través del montaje. Alter llama a este método “maestría conjunta”, e incluso llega a utilizar el término “arreglador”–concepto que toma prestado del estudio de James Joyce– para referirse al editor (o editores) que proporcion­an al texto una capa artística final. Fue un método secular y literario de leer la Biblia judía pero, en su reverente insistenci­a sobre la coherencia y la compleja maestría de los textos centrales, resultó atrayente para lectores religiosos.

En su momento, el ensayo de Alter fue subversivo. El libro fue –y sigue siendo– un éxito sorprenden­te; les franqueó por primera vez a muchos lectores un texto antiguo, misterioso y a menudo difamado. Y a pesar de que los críticos académicos se oponen al enfoque de Alter, nunca han podido ignorarlo. Su compromiso creciente con la traducción desde los años 90 puede considerar­se como avance hacia una inversión cada vez mayor de su parte en favor del lector general, por encima y en contra de guardianes

institucio­nales del texto, tanto en la academia como en el mundo religioso.

Alter no se propuso hacer este trabajo (“Sin duda nunca planeé sentarme a traducir el Levítico”, dijo). La traducción surgió de forma natural. En los años 70, décadas antes de que empezara a traducir en serio, se enfrentó con un problema técnico: las versiones existentes en inglés no expresaban los modelos literarios hebreos que él estaba analizando en sus ensayos sobre literatura bíblica; por necesidad, llevó a cabo sus propias traduccion­es para poder citarlas. De un modo más amplio y sistemátic­o, su trabajo posterior de traducción han continuado lo que empezó con sus críticas. Las cifras de venta apoyan su creencia de que existe un deseo popular respecto de su enfoque del texto. Desde 1997 –y sin incluir esta edición actual completa– sus traduccion­es de la Biblia se han vendido en el orden de los cientos de miles.

El producto final confirma una de las percepcion­es críticas de Alter sobre el texto: la teoría de la “maestría conjunta” de la Biblia. Pese a los materiales de márketing minuciosam­ente expresados por el editor –¡la primera traducción erudita de La Biblia hebrea completa realizada por un solo autor!– , la obra misma se percibe como algo importante por la forma en que se basa en sus predecesor­es y conversa con sus contemporá­neos.

La versión de Alter del verso del Cantar de los Cantares citado antes, “un sobrecito de mirra es para mí mi amante,/ la noche entera entre mis pechos”, es un ejemplo encantador. El primer versículo, semánticam­ente irrefutabl­e, es totalmente de Alter. El segundo, el atrevidame­nte ágil “la noche entera entre mis pechos”, se originó en otra dirección de Berkeley: Alter lo adoptó de el Cantar de los Cantares, un libro de 1995 escrito por Chana y Ariel Bloch, equipo traductor formado por una poeta y un filólogo. Con el hábil modo en que armonizó las diversas voces, pasada y presente, Alter demuestra ser otro Arreglador, que practica el arte compuesto al que considera soplo vital de este texto.

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 ??  ?? Mito de la Torre de Babel. A la izq., la versión de Pieter Brueghel el Viejo, de 1563, al cuidado del Museo deArte de Viena; aquí arriba, la pintura de Joos Momper, contemporá­nea de la Biblia del rey Jacobo, en el Museo de Arte Antiguo de Lisboa. Ambos artistas la ubican junto a un gran puerto activo. Robert Alter en su casa de Berkeley: a los 83 y sin proponérse­lo al inicio, reunió todas sus traduccion­es parciales de la Biblia en una nueva versión integral.
Mito de la Torre de Babel. A la izq., la versión de Pieter Brueghel el Viejo, de 1563, al cuidado del Museo deArte de Viena; aquí arriba, la pintura de Joos Momper, contemporá­nea de la Biblia del rey Jacobo, en el Museo de Arte Antiguo de Lisboa. Ambos artistas la ubican junto a un gran puerto activo. Robert Alter en su casa de Berkeley: a los 83 y sin proponérse­lo al inicio, reunió todas sus traduccion­es parciales de la Biblia en una nueva versión integral.

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