DORIS SALCEDO Y EL DUELO DE LA GUERRA
La gran artista colombiana fundió más de 8.000 armas entregadas por las FARC para crear en Bogotá un “contramonumento” que recuerda la guerra.
Como artista que observa lo que proponen curadores y colegas, a veces he sido testigo visual de momentos muy altos en la producción de los espacios de arte. Uno de estos recuerdos se sitúa en 1999, en la 48 edición de la Bienal de Venecia curada por Harold Zeeman, el hombre que redefinió el papel del curador de arte. Esa peculiar y amplia visión suya me llevó a preguntarme en esos años cuál es la tarea real que le aguarda a un artista que no desea pasar de largo por su tiempo. Pensé que, si bien el arte no podía cambiar al mundo, sí podía ser testigo esencial de múltiples conflictos que lo asolan, como lo mostró la artista colombiana Doris Salcedo cuando en 2007 instaló en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres su escultura subterránea “Shibboleth”, más conocida como “La grieta”, con la que literalmente partió el espacio en dos.
La historia reciente de Colombia registra el acuerdo de paz firmado en el Teatro Colón de Bogotá en noviembre de 2016, entre el gobierno y las FARC, la guerrilla más antigua de Latinoamérica, con 53 años de guerra ininterrumpida. En los protocolos de ese acuerdo se estableció la realización de un monumento que recordara ese fundamental momento en la vida de una nación. Distintas visiones se pusieron en escena: Iván Márquez, jefe de la Delegación de las FARC, sugirió construir un Arco de Triunfo con las 8.994 armas entregadas a la ONU, mientras que el ex presidente de Colombia Juan Manuel Santos solicitó a Doris Salcedo un proyecto en el que el arte se uniera a ese mo-
mento clave y presentara una visión del complejo pasado de una nación.
La respuesta de la artista fue proponer un “contramonumento”, un espacio de y para el arte contemporáneo, que incluyera también la posibilidad que otros artistas hablaran de diálogos difíciles en el contexto de un espacio común. En un texto publicado en la revista colombiana Arcadia Doris Salcedo explica su elección: “Preferí no construir un monumento porque, como su nombre lo indica, el monumento es monumental; jerarquiza y presenta una visión triunfalista del pasado bélico de una nación. Su principal función es someternos o empequeñecernos como individuos frente a una versión grandiosa y totalitaria de la historia. Sin embargo, una sociedad fragmentada y heterogénea como la nuestra puede tratar de unir sus experiencias y memorias divergentes en un espacio común”.
La pulseada entre las dos miradas sobre el fin del conflicto bélico y cómo mostrarlo fue intensa, hasta que finalmente se impuso la visión de la artista, que buscó en este conmovedor espacio, al que llamó Fragmentos - Espacio de Arte y Memoria, una unión de experiencias y memorias antagónicas en un bello, intenso y desafiante espacio común. Se trata de un espacio ubicado en Bogotá, centro político del país, un sitio intervenido en los restos de un antiguo edificio en el Barrio de La Candelaria.
Doris Salcedo solicitó la fundición de las 37 toneladas de armas –más de 8.000 armas entregadas por las FARC– para reconfigurarlas y transformarlas en el suelo de esta edificación, en el soporte conceptual sobre el cual se erige este lugar. Invitó a colaborar en el proyecto a un grupo de mujeres, todas víctimas de violencia sexual de los diferentes grupos armados. Ellas no solo dieron forma a las placas de metal que conforman esa superficie, sino que también vivieron un proceso de dignificación y reconstrucción personal.
Los espacios entre ruinas y naturaleza se suceden en Fragmentos. Transitándolos, se encuentran bancos de madera para motivar la conversación de los visitantes. La última sala, de grandes dimensiones, espera en los próximos años proyectos de artistas de diferente origen y sus reflexiones sobre la guerra. Un auditorio con la proyección de un insoslayable video recorre el momento de la entrega de armas a la ONU, su fundición y diversos reportajes a los protagonistas claves de esta historia. El piso de placas de metal por el que transita el visitante es la pieza fundamental del proyecto. Se extiende por todo el espacio, conmueve caminar sobre él por el origen del material y la historia que representa.
En la presentación de sala Doris Salcedo expresa que Fragmentos habla de vacío y ausencia. El arte no puede compensar con belleza el horror causado por la guerra y, por esta razón, Fragmentos no intenta otorgale una forma estética a la pérdida, solo memoria y silencio.