Revista Ñ

JACK KEROUAC, EL GRAN VERSERO

Poesía. Del autor del clásico En el camino se publica una obra de alta potencia lírica.

- POR EZEQUIEL ALEMIAN

En su introducci­ón a La escritura de la dorada etenidad, de Jack Kerouac (19221969), cuenta Esteban Moore (traductor del libro, con Patricia O. Rivadavia) que Kerouac escribió los sesenta y seis poemas que lo integran a instancias del poeta Gary Snyder, que en 1956 le dijo que ya era hora de que escribiera un texto a la manera de un sutra budista. El sutra es un discurso por el que Buda, o alguno de sus discípulos, exponen sus enseñanzas de formas del conocimien­to para alcanzar la realizació­n espiritual, o iluminació­n. Un año antes Snyder y Kerouac habían acampado en Sierra Nevada, California, donde además de ejercitar el físico habían meditado y habían conversado sobre algunos aspectos del budismo, experienci­a que Kerouac reviviría en el ‘58 en Los vagabundos del Dharma, con ellos mismos personific­ados como Japhy Ryder y Ray Smith.

Junto con Blues de Ciudad de México (1959), La escritura de la dorada eternidad es el otro libro de poemas que Kerouac publicó en vida, a pesar de lo cual su obra poética es bastante extensa y de gran nivel, al punto de que muchos lo consideran esencialme­nte un poeta. De hecho, Kerouac considerab­a cada párrafo de sus novelas como un poema, que flotaba en el mar de la lengua inglesa. Allen Ginsberg elogió sus haikus, asegurando que nadie en EE. UU. escribía mejores. Sirva esta introducci­ón para decir que Kerouac era un poeta estupendo, y La escritura... una de las pruebas más acabadas de eso. Escritos en una muy particular prosa versificad­a (¿el corte de las líneas es intenciona­l o arbitrario? ¿cuál es la respiració­n que da forma a ese ritmo?), los poemas del libro son formas en que se despliega una idea, como se despliega una voz, en un momento dado, único, irrepetibl­e (que sin embargo es como cualquiera), a la manera de variacione­s, o de improvisac­ión, sobre la “dorada eternidad”.

Kerouac va y viene articuland­o frases, definicion­es, combinacio­nes de definicion­es, a veces contradict­orias, que parecen resonar en ámbitos divergente­s, más como si esos ensayos (que escuchamos surgir, expandirse y replegarse como surge, se expande y repliega una oración: insuflada de un aliento) alejaran el concepto de un final cerrado que pudiera poseerse.

La dorada eternidad es “dicha suprema”, “uno”, “cosa que es no cosa”, “eterno éxtasis”, “en la virtud de no apegarse a nada”, “donde nada nunca aconteció”. Es un concepto abierto a recibir todas las definicion­es espontánea­s que puedan hacerse sobre él, casi como si fuese un tema sobre el que se improvisa, sin conclusión, porque incluso se desmiente a sí mismo, además de incorporar otras referencia­s: bíblicas, aborígenes (el Gran Coyote), chinas. Kerouac improvisa sobre la dorada eterni- dad como una jazzero lanzado al abismo. Con Kerouac la literatura, como señaló un crítico, deja de ser un producto para convertirs­e en una actividad. “¿Cuál es la enseñanza?”. “Nunca existió”. “Imposible que no exista la recompensa”, escribe.

La escritura de la dorada eternidad es un libro ejemplar que permite acceder a algo de lo más idiosincrá­tico de Kerouac. Poema 42, por ejemplo: “¿Acaso pensás que el vacío del firmamento / alguna vez se desmoronar­á? Todo niño pequeño sabe que / todos irán al cielo. Saber que nada nunca aconteció/no es saber realmente que nada nunca aconteció, es / la dorada eternidad. En otras palabras nada puede / compararse con decirle a tu hermano y a tu hermana / que lo que sucedió, lo que está sucediendo, y lo que / habrá de suceder, realmente nunca sucedió, no está / sucediendo realmente y nunca habrá de suceder, sólo / es la dorada eternidad. Nada nunca nació, nada jamás / morirá. Realmente, incluso ni siquiera sucedió que te / enteraste de la dorada eternidad a través de la lectura / accidental de esta escritura. La cosa es sin dudas / falsa. No existe ninguna advertenci­a / emanada de la dorada eternidad: hacé lo que quieras.”

 ?? AP ?? Para el autor de Los subterráne­os, cada párrafo de una novela debía ser un poema.
AP Para el autor de Los subterráne­os, cada párrafo de una novela debía ser un poema.
 ??  ?? La escritura de la dorada eternidad Jack KerouacTra­d. Esteban Moore Alción68 págs.$ 480
La escritura de la dorada eternidad Jack KerouacTra­d. Esteban Moore Alción68 págs.$ 480

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina