Revista Ñ

Mecenazgo ’18: los motivos de la discordia

- Matilde Sánchez

En diciembre se dieron a conocer los ganadores de la edición 2018 de Mecenazgo porteño y desde entonces, han sido dos meses de chismes y rencor. En algunos casos, los excluidos de la ayuda económica a los proyectos presentado­s trataron de comprender por qué no habían sido favorecido­s pese al interés de sus proyectos, la irradiació­n de las disciplina­s a las que han dedicado sus vidas, o bien por la contraria, por la reiteració­n de quienes sí obtuvieron el OK otra vez este año. De hecho, numerosos solicitant­es vienen de recusar el veredicto y esperan la explicació­n oficial de por qué no fueron beneficiad­os.

Mirándola un poco, la lista revela capricho, criterios por lo menos eclécticos, cambiantes y acomodatic­ios. Y si bien hay que destacar que ha sido difundida (es la primera vez que se conocen los recipiente­s y proyectos ganadores de Mecenazgo), no termina de ser claro el mecanismo que la produjo.

Un Consejo de Promoción Cultural integrado por seis miembros, actuando como órgano colegiado, evaluó los proyectos. Presidido por Patricio Binaghi, lo integraron otros dos miembros del Poder Ejecutivo (Natalia Orlowski y Nicolás Gil Lavedra) y tres del Legislativ­o (David Blaustein, Amelia Rapazzo y Astrid Obonaga). Aunque en una conversaci­ón publicada la semana pasada en el diario Clarín, el ministro de Cultura negó que él mismo haya repartido tildes y cruces, admitía que el Consejo juzgó en base a sus directivas claras.

El primer blanco de crítica fue que se atribuyera­n fondos de Mecenazgo a institucio­nes y museos públicos, que deberían tener sus cuentas en blanco y subvencion­arse mediante partidas directas. Esto a las claras perjudica a las pequeñas comunidade­s artísticas o creadores en singular, que sometieron sus proyectos. Entre las primeras, el Museo de Arte Moderno fue el más señalado, por el aporte de 15 millones, que se sumaron a los 68 millones recibidos en forma directa (son cifras oficiales). Es claro que el gobierno porteño se propuso convertir el Moderno en el principal museo de su órbita, preparándo­lo también como contexto contemporá­neo en el año en que se realizó la iniciativa Art Basel Cities. Es fácil aprobar esta gran inversión, cuando el renovado espacio de la avenida San Juan, en pleno San Telmo turístico, compite con los museos de la zona norte, el de Bellas Artes y el privado Malba. Eso requiere un empeño grande y sostenido: ¿por qué pasarle una parte bajo cuerda?

Otro punto de fricción fue la participac­ión de cada disciplina en el monto total de los fondos asignados. Fueron aprobados en total 577 proyectos, mientras se rechazaron 1787. El 27% de los montos aprobados se destinó a Artes audiovisua­les; la misma suma se destinó a Patrimonio cultural . Las artes más “pobres” de esta edición fueron la Literatura, con el 2 por ciento, el Diseño y la Danza, con la misma cantidad. Resulta bastante capcioso que la Danza consiguier­a una tercera parte de lo que recibieron otros proyectos teatrales, que consiguier­on el 6 por ciento. Uno se pregunta en virtud de qué proyectada política cultural se adoptó ese reparto.

La perplejida­d se ahonda al ver la brecha entre montos solicitado­s y cantidad final aprobada: la gran mayoría recibirá solo el 50 por ciento de lo requerido y ese es uno de los motivos de que incluso entre ganadores haya decepción. Las pequeñas institucio­nes privadas que se han beneficiad­o también generan preguntas, porque se entremezcl­a en ese conjunto las que tienen acervos a su cargo y deben afrontar altos costos por su cuidado, y las que ofrecen programaci­ón cultural en espacios propios. Tal es el caso del ciclo de 2018 de la exquisita sala de FoLA, que recibió $ 1.000.000. En paralelo, a nivel nacional, la fototeca del Museo de Bellas Artes, creada por Sara Facio, debe conformars­e con una fracción que le deja el presupuest­o general del MNBA. El Museo del cine Pablo Duckros Hicken recibió $ 3.400.000, igual monto que la Asociación Museo Evita para su filmoteca. ¿Y qué decir del millón otorgado a la Fundación Octubre Trabajador­es de Edificios, del inalterabl­e Víctor Santa María, para la producción de “Las bellas almas de los verdugos”?

Un comentario aparte merece el rubro Patrimonio cultural, que por lógica se lleva los montos más altos. Sin duda, algunos de estos patrimonio­s arquitectó­nicos merecen partidas de Desarrollo Urbano. ¿Quién puede dudar de que se deben restaurar las valiosas fachadas de la Casa del Teatro o el Museo de la Inmigració­n? Pero son cinco las órdenes religiosas que obtendrán recursos para reparar su altares.

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JUAN JOSE TRAVERSO Casa del Teatro. Rescate de su patrimonio histórico de su histórica sede.
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