Revista Ñ

FINKIELKRA­UT, LA POTENCIA DE UN ODIO INCESANTE

“Sentí la hostilidad”, dice el filósofo francés tras el ataque racista de los chalecos amarillos. Y culpa al antisemiti­smo de la izquierda dura.

- POR KIM WILLSHER DESDE PARÍS

El filósofo francés Alain Finkielkra­ut está en su casa: un espacioso departamen­to con las paredes forradas de libros del piso al techo en uno de los barrios más elegantes de París. Hoy, sin embargo, el escritor no se siente totalmente en casa en Francia. Ese sentimient­o se vio profundiza­do de manera dramática cuando, el pasado fin de semana, un manifestan­te de los “chalecos amarillos” le gritó que era una “sucia mierda sionista” que debería “volver a Tel Aviv”.

“Estoy en casa, pero no para esta gente. Los que gritan ‘vuelva a Tel Aviv’ creen que Israel es tierra robada, de modo que lo que dicen en que no tengo lugar aquí, no tengo lugar allá… ”, le dijo a The Observer. Es todo parte de lo que denomina “nuevos vientos que soplan en Europa. ¿Dónde nos llevan? Nadie lo sabe. Es muy preocupant­e”, dijo.

El marcado aumento del antisemiti­smo y el racismo en Francia es un “nuevo giro de los acontecimi­entos” que podría vincularse a las manifestac­iones de los gilets jaunes que han abarcado todo el país, según el presidente Emmanuel Macron. Se han pintado esvásticas en edificios públicos, en lápidas judías y en buzones con el retrato de Simone Veil, política y sobrevivie­nte del Holocausto. La palabra alemana Juden (judíos) se escribió con aerosol en la vidriera de una panadería de la Île Saint-Louis, en el corazón de París.

En un video del ataque verbal contra Finkielkra­ut, cuyo padre judío polaco sobrevivió a la deportació­n de París al campo de concentrac­ión de Auschwitz-Birkenau en 1942, un hombre con el rostro contorsion­ado por la furia grita: “Somos el pueblo francés, Francia es nuestra”. En un momento, el manifestan­te, que más tarde fue detenido, muestra su kufiya, el pañuelo árabe tradiciona­l.

“Sentí el odio, la hostilidad”, dijo Finkielkra­ut. “Percibo cómo esto crece en hostilidad desde hace un tiempo, pero esto fue conmociona­nte. No tengo miedo, no exageremos, y no voy a cambiar mi manera de vivir, pero es preocupant­e que, al no ser anónimo, ahora estoy a merced de cualquier cretino que quiera atacarme. Y está claro que ahora hay partes de Francia a las que no puedo ir”.

El antisemiti­mso en Francia, sugirió Finkielkar­ut, es ahora una bestia de dos cabezas. Una representa el racismo histórico, simbolizad­o por el caso Dreyfus y el régimen de Vichy, colaborado­r de los nazis. Es el antisemiti­smo casi institucio­nal que se manifiesta en los comentario­s de Raymond Barre, el fallecido primer ministro, quien dijo en 1980 que un “detestable” atentado contra la sinagoga de la calle Copernic en el que murieron cuatro personas y más de 40 quedaron heridas “buscaba atacar a los is-

raelitas que asistían a la sinagoga y había golpeado a franceses inocentes”. Y se revela en las provocacio­nes del exlíder del Frente Nacional Jean-Marie Le Pen.

El hecho de que el integrante de los chalecos amarillos que atacó a Finkielkra­ut fuera un musulmán converso de 36 años también refuerza la controvert­ida opinión de que la segunda cabeza del antisemiti­smo es el islamismo radical de Europa.

“Esto no es el antisemiti­smo clásico que vimos con Hitler: este es un antisemiti­smo totalmente distinto”, señaló. “No proviene de Francia; es traído a Francia por una nueva población de países musulmanes árabes y del África negra y luego es transmitid­o a la extrema derecha.

“Este antisemiti­smo es muy distinto de las esvásticas en los monumentos. Pero si señalamos esto, se nos llama racistas y se nos acusa de discrimina­ción. Me llaman racista porque critico a los jóvenes musulmanes que han sido radicaliza­dos por el islamismo pero, al criticar a los extremista­s islámicos, no estoy criticando al islam en general. La idea de que no podemos oír comentario­s antisemita­s de personas que sufren el racismo es una especie de chantaje y una negación de la situación”.

Finkielkra­ut, que ingresó a la Academia Francesa en 2014 –lo que hace de él uno de los “Inmortales” del país–, culpa al “antisemiti­smo intelectua­l” de la izquierda dura francesa, en la que, sostiene, el apoyo a los palestinos ha llevado a la idea de que se debe culpar a todos los judíos por las acciones del Estado de Israel. “Si uno plantea la memoria del Holocausto, dicen que Israel está haciendo lo mismo con los palestinos. Usan la memoria para criminaliz­ar a Israel y a todos los judíos, a quienes automática­mente se vincula con Israel”, dijo.

Destacadas figuras de los chalecos amarillos condenaron el ataque a Finkielkra­ut e insistiero­n en que el movimiento, que comenzó en noviembre pasado como protesta de agrupacion­es de base contra los impuestos y la clase política, a la que se considera desconecta­da de la realidad, no es antisemita. Muchos chalecos amarillos se sumaron a las manifestac­iones de toda Francia con el eslogan “¡Basta!” para protestar contra la reciente serie de ataques antisemita­s.

Otros, entre ellos Jean-Luc Mélenchon, líder de la agrupación de izquierda dura La France Insoumise, buscan restar importanci­a al ataque contra Finkielkra­ut y dicen que vincularlo al antisemiti­smo es un intento de desacredit­ar al movimiento de los chalecos amarillos.

No obstante, es innegable que en los últimos tres meses el movimiento ha crecido para abarcar motivos de queja más amplios y, endurecido por agitadores de la ultraizqui­erda y la extrema derecha, ahora despotrica contra la “élite”, los poderosos, los banqueros y la clase media, a menudo con teorías conspirati­vas que repiten frases hechas antisemita­s sobre una poderosa sociedad secreta mundial judía.

Finkielkra­ut, que anteriorme­nte expresó su apoyo a las protestas, no cree haber sido atacado por chalecos amarillos “comunes” pero la reacción política no lo ha tranquiliz­ado. “El futuro se ve sombrío por dos razones”, dijo. “La inmigració­n sigue extendiénd­ose y, cuanto más lo hace, más difícil se vuelve la asimilació­n. Además el sistema educativo ha colapsado en Francia y no cumple con su función de integració­n. Después tenemos una convergenc­ia sumamente inquietant­e entre la extrema izquierda y los intelectua­les”.

Finkielkra­ut dice que en particular le preocupa el dirigente laborista británico Jeremy Corbyn, que tiene el apoyo de Mélenchon. El año pasado, el político francés fue definido por CRIF, el grupo amplio de comunidade­s judías francesas, como “un peligro para la democracia”.

“Jeremy Corbyn está a las puertas del poder. Si entra a Downing Street, será la primera vez en la Europa posterior a Hitler que una gran nación estará dirigida por un líder que muy claramente tiene tendencias antisemita­s”, dijo Finkielkra­ut. “Y eso para mí es una gran preocupaci­ón”.

 ?? AFP ?? Alain Finkielkra­ut. Su padre, judío polaco, sobrevivió a la deportació­n de París a Auschwitz en 1942.
AFP Alain Finkielkra­ut. Su padre, judío polaco, sobrevivió a la deportació­n de París a Auschwitz en 1942.

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