DEL ESTADO COMO UNA “START UP”
Desde partidos políticos hasta empresas de delivery se esmeran en el desarrollo de sus plataformas en la Web, con la lógica de un modelo de negocio basado en la vigilancia.
En la geopolítica actual el Stack forma parte de procesos hemisféricos: EE.UU. mide fuerzas con China mientras Europa intenta escapar de ambos. Puede parecer todo muy alejado de los arrabales latinoamericanos. ¿Pero qué pasa cuando las aplicaciones de empresas tecnológicas con base en Estados Unidos y Europa bajan a las economías regionales? O, dicho de otra manera: ¿Qué sucede cuando un artista vende obra por Instagram, un escritor vende un próximo curso de otoño sobre Poe vía Twitter o un diseñador de moda vende camisetas y vestidos estampados vía Facebook? ¿Se trata de lumpenproletariados que están lucrando a través de mega-plataformas de Internet sin supuestamente estar pagando nada a cambio? Bueno, quizás estén dejando una buena parte de sus vidas en ello. Y una buena cantidad de datos a cambio: ubicación, edad, preferencia sexual.
Por lo general la estrategia de las empresas ha sido la siguiente: recolectar datos, luego pedir disculpas y, eventualmente, dar marcha atrás si se generó más escándalo del tolerable. Algunos usuarios podrán decir: ¿a quién le importan esos datos?¿Materia prima para la creación de nuevos productos de mercado?¿Qué sucede cuando la recolección de datos se produce en un medio con pocos consumidores, en economías con mercados “fronterizos” o “emergentes”? Una idea al respecto podría ser la siguiente: si es gratis, es porque tú eres el producto.
Para Shoshana Zuboff, académica en Harvard y autora de The Age of Surveillance Capitalism, lo más importante es que una vez que se comprende la aparente irreversibilidad histórica de esta tendencia a la recolección unilateral de datos, “queda claro que pedir privacidad al capitalismo de vigilancia o reclamar para que se ponga un fin a la vigilancia comercial en Internet es como pedirle a Henry Ford que haga a mano cada uno de sus Ford T”.
Desarrollar todo el “Stack”
La supresión de la privacidad comienza a ser central para este nuevo modelo de negocios. Así se comprende cómo Google, Amazon, Salesforce, Facebook, Microsoft están haciendo cada vez mayores inversiones en inteligencia artificial. Y están librando una carrera por desarrollar todo el stack. Stack, que como sustantivo en inglés significa “pila” o “montón”, y que como verbo quiere decir “apilar” es uno de los nuevos conceptos tecnológicos.
Fue acuñado por Benjamin Bratton en 2016 en su libro The Stack: sobre software y soberanía. ¿Qué sería el Stack exactamente? El stack es una megaestructura “accidental”, no planeada previamente, que mediante diferentes capas relaciona la naturaleza, lo tecnológico y lo humano.
Las capas o niveles interdependientes según Bratton son siete: earth, cloud, city, network, address, interface, users. El stack es entonces el modo en que estas diferentes capas, que van de la dirección del usuario a la network y trepa hasta el cielo, se fueron apilando a lo largo de los últimos veinte años.
¿Qué ha hecho la computación a escala planetaria en nuestras realidades geopolíticas? Benjamin Bratton propone que las redes, la computación en la nube, el software móvil y las ciudades inteligentes, los sistemas de direccionamiento universal, la computación ubicua y otros tipos de desarrollos informáticos a escala planetaria aparentemente no relacionados se pueden ver como la formación de un todo coherente, una megaestructura accidental que es a la vez una estructura cibernética. Los aparatos empiezan a estar imbricados en la naturaleza al tiempo que rediseñan el nuevo mapa de la geopolítica en donde el primer y el tercer mundo se dividen a partir de dos tipo de países o empresas: los que colonizan datos y los que, sencillamente, los emiten. De más está preguntar qué lugar ocupan los usuarios en todos estos. Ellos son la materia prima. Aunque los usuarios crean, algunos con mayor conciencia que otros, que de todos modos están peleando por algún tipo de posición en el stack.
La tesis de la convergencia tecnológica
En este nuevo orden tecnológico también comienza a tener cada vez más sentido la tesis de la convergencia: la tendencia de las empresas digitales a volverse más parecidas entre sí a medida que empiezan a intervenir en las mismas áreas dentro del mercado de los datos. Es ello lo que, a su modo, está generando una suerte de “monolítica ideológica” sobre el sistema.
Es decir: no pudiendo existir demasiados modelos diferentes de plataformas para promover un sistema de envíos, un sistema de taxis o un buscador de Internet, son las empresas tecnológicas que conquistan el sistema las que imponen su modelo a las demás. Dicho de otra manera: los inversionistas y los programadores pugnan entre sí por desarrollar cada uno sus plataformas hasta que una de ellas logra penetrar más hondo en el gusto de los usuarios. Cuando eso sucede, la plataforma que llega se queda con el negocio. Y las demás, en caso de sobrevivir, la siguen detrás.
Pasó primero con Google, que antes de ser la interfaz líder de acceso a Internet tuvo muchos competidores y hoy es casi la puerta de entrada a casi todos los sitios, el fon- do de pantalla de todas las computadoras. Y así pasa con Uber, Amazon… En la Argentina, hoy empresas como Glovo, Rappi, Treggo y Pedidos Ya se están disputando el negocio de los envíos a domicilio. Cuando una de ellas gane, la otra imitará su modelo de éxito para seguirlo de cerca desde atrás. O para armar las valijas e irse con ese modelo de éxito a otro país: nuevas tierras por conquistar.
Pero lo interesante es que este modelo de negocios está anidando dentro de las mentes de los propios usuarios. Algo parecido puede que esté comenzando a suceder con los partidos políticos –proliferación de muchas líneas internas mediantes–. ¿Si no cómo se explica que cada vez haya más tribus que, antagónicas en algún momento, con el tiempo comienzan a volverse más parecidas entre sí?
En un presente inmediato, puede que las diferencias sencillamente se construyan para repartirse cada uno de ellos un lugar específico dentro del juego. Partidos políticos y secretarías de gobierno que crean cada uno de ellos su propia plataforma de gestión: mapa del delito, mapa de la inseguridad en tiempo real, botones antipánicos en el celular, estado del clima, estado del tránsito, mapa de baches de una ciudad.
Candidatos desarrollan de modo privado plataformas que primero utilizan en campaña y que luego pueden ser retuneadas para servir como modelos de gestión. La pregunta capciosa aquí es: ¿una vez colonizados, quiénes serán los verdaderos dueños de esos datos?¿Los pequeños contribuyentes, el partido político, la empresa transnacional?