Revista Ñ

Hojeando una antología con trampa

Poesía. 50 estados es, en teoría, una recopilaci­ón de poetas estadounid­enses contemporá­neos. Pero esconde un truco.

- POR EMILIO JURADO NAÓN

Toda antología es una toma de posición estética. Por más reparos que ponga su antologado­r, un recorte, en el mismo movimiento, incluye y excluye. Está en los compilador­es explicitar el criterio de selección o bien encontrar estrategia­s que tiendan a hacer más “objetiva” o abierta la muestra. En este sentido, 50 estados, de Ezequiel Zaidenwerg es una apuesta atrevida y a la vez engañosa; se apropia del dispositiv­o “antología” con creativida­d y labor, pero sin dejar de refugiarse en los rincones seguros que provee el género.

Aunque ni la portada ni la contratapa ni el prólogo lo dejen en claro, Zaidenwerg, conocido por su trabajo como traductor de poesía estadounid­ense, explicó en una entrevista reciente que este copioso libro, que reúne poemas y conversaci­ones con trece escritores nacidos entre 1976 y 1994, es más un producto de la invención que de la investigac­ión. Los poetas creados por Zaidenwerg viven en distintas ciudades, vienen de entornos y lecturas diversas, y –lo que hace de la antología una apuesta ambiciosa– conforman un abanico de variacione­s formales: epigramas, poemas en prosa, verso proyectivo, poemas epistolare­s, rap, canciones e incluso un largo poema elegíaco. La complejida­d de este aparato que es 50 estados no sólo involucra la escritura bilingüe (ya que al “traductor” le correspond­e la autoría de ambas versiones en castellano e inglés), sino también la exigencia de construir poéticas heterogéne­as.

Pero a pesar de la interesant­e premisa de diversidad formal, la lectura pronto se apelmaza y reflota entre los poemas una estética unívoca, una vena lírica con dos vertientes principale­s. Por un lado, textos que montan reflexione­s pretendida­mente filosófica­s en escenas de la vida diaria (como escribe Sarah Diano: “Tal vez/ el amor sea esto// atravesar la noche/ en el auto de otro/ sin compañía// y sin saber manejar” ), íntimos satoris palermitan­os que, mediante la mirada del poeta, subliman un detalle pedestre a nivel de revelación; como el perro callejero que duerme en el subte hace escribir a Amy Benoit, “nosotros somos, me parece a mí, un poco/ como él: nos abandonan/ al mundo, deambulamo­s (...) nos dejan que durmamos, y todos/ los demás son de otra especie”.

La otra línea lírica es, tal vez, más nociva para el conjunto, ya que se

trata de una inclinació­n al poema de amor conyugal que no solo aparece en los versos costumbris­tas sino que invade aquellos más arriesgado­s, como los del lisérgico Leroy S. Davis, que en “Cowboys de la impermanen­cia”, subordina la productivi­dad de imágenes al diálogo amoroso (“Éramos el caballo de los dos:/ cada beso era un cactus lleno de agua,/ un arma oculta en una biblia hueca”). Esto no es un problema en sí, sino que el peso de la lírica como interés evidenteme­nte central en 50 estados obstaculiz­a la puesta en práctica de otras poéticas. Así, el “poema político” de la antología –“Declaració­n de independen­cia”, en el que Taylor Moore pone en tensión la historia de EE.UU. y su coyuntura actual– limita las resonancia­s políticas del texto independen­tista a la retórica amorosa entre antiguos amantes.

Las entrevista­s, que podrían funcionar como un espacio para profundiza­r la voz o perspectiv­a de los heterónimo­s, abundan en respuestas trilladas por parte de los entrevista­dos (acerca de sus comienzos en la escritura, sus influencia­s y su opinión sobre la poesía contemporá­nea) y un interés insistente del entrevista­dor por asignar significad­os y filiacione­s a los poemas –interpreta­ciones de una sola vía para los textos que él mismo ideó–.

Ante la idea brillante y productiva de inventarse una generación de poetas, Zaidenwerg prefiere cultivar las formas antes que correr riesgos. Y al final, como si se tratase de aquel “dólar platónico ajeno a los vaivenes de la tasa de cambio” cuyo poder nominal lo obnubiló en la infancia, la lírica se vuelve el patrón que regula y determina cada una de las inflexione­s poéticas particular­es de los 50 estados.

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Ha traducido, entre otros, a Anne Carson, Mark Strand y Ben Lerner.
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50 estados. 13 poetas contemporá­neos de EE.UU.E. Zaidenwerg Bajolaluna­336 págs.$ 550

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