Revista Ñ

Las hermanas sean unidas

Teatro. En el Centro Cultural Padre Mugica se puede ver Casi un feliz encuentro, una obra de Griselda Gambaro con dirección de Alejandro Vizzotti.

- POR GABRIEL TRIPODI

Dicen los que saben que la literatura y el teatro están hechos de detalles. Muchas veces, quizá siempre, la historia es apenas una excusa para recorrer y descubrir la conciencia de los personajes, sus vericuetos, los laberintos complejos de la psicología humana. En esa búsqueda apasionada, sube al escenario Casi un feliz encuentro – con dirección de Alejandro Vizzotti– de la mano de Griselda Gambaro, una de las dramaturga­s argentinas que mejor supo retratar, a través de personajes crudos y genuinos, las relaciones, tensiones y ambigüedad­es que supone la construcci­ón de un ser social.

Tona y Laura –en la piel de Claudia Mac Auliffe y Sonia Novello– son dos hermanas que vuelven a verse luego de unos años. El encuentro no es casual, sino que las une la herencia de sus padres. Tona, la menor, es quien se quedó en la casa para cuidar de ellos hasta el último aliento. Laura vive en Francia y es el momento del regreso. El reencuentr­o tiene lugar en el living de Tona, un espacio minimalist­a apenas iluminado, como si se tratara de ciertas emociones y poco alegres recuerdos que supieron crear en algún tiempo de la niñez. Sin embargo, los rencores, ausencias y responsabi­lidades llegan. Cada vez con más fuerza, pero siempre llenos de humor y diálogos divertidos que distienden los sentimient­os de las hermanas. El esfuerzo por mantener alguna cordialida­d es evidente; no obstante, en nombre de la familia, ¿hasta dónde llega el amor fraterno? ¿Cuáles son los límites del perdón y el olvido? ¿Qué pasa con las amistades, los vecinos, las relaciones intrafamil­iares que también condiciona­n los mandatos sociales?

Si bien muchas de las obras de Gambaro están atravesada­s por una crítica al poder y a la opresión, una mirada sobre la violencia, la crueldad, las necesidade­s de los sectores más vulnerable­s, a veces hay quienes esperan ese tipo de comentario­s entrelínea­s. Al menos solapados. Sin embargo, los contextos cotidianos pueden configurar de forma más transparen­te todo lo que allá afuera sucede. Tal vez, esa es la maestría que sigue sorprendie­ndo de la escritora y dramaturga porteña, y de las diferentes puestas como esta obra que abre el telón en el Centro Cultural Padre Mugica: narracione­s que, a partir de un hecho común y corriente, pueden contar cómo está organizada una sociedad, una cultura, todos los sentidos que los autores y directores hayan visto, incluso, en situacione­s sin mayor trascenden­cia aparente.

“La crítica puede ser un malentendi­do. En este caso, creo que esos son temas importante­s en mi obra, pero también es cierto que existen otros temas paralelos: la pareja, la vejez, la solidarida­d, la incomprens­ión, la falta de comunicaci­ón están igualmente presentes”, expresó en una oportunida­d la propia Griselda Gambaro. Sin dudas, Casi un feliz encuentro es un buen ejemplo de ello. Una pieza graciosa, ligera, breve, pero no menos reflexiva, con varias aristas para contemplar que nos acercan a cuestionar postulados no siempre fáciles de observar; a hacernos consciente­s de que ahí están. La casa familiar, la infancia, la adultez, el día a día, la distancia o la misma cercanía: capas y capas que dan forma y modo ontológico­s sin apenas sospecharl­o. Tona y Laura, vestidas de pies a cabeza con tonos verdes, nos cuentan sobre ello. Tal vez susurrando –mediante el simbólico vestuario elegido– que, pese a todo, las crisis son también esperanza y una oportunida­d de alcanzar algo de felicidad. O casi.

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Este texto de Gambaro es una pieza graciosa, ligera, pero no exenta de reflexión.

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