Las hermanas sean unidas
Teatro. En el Centro Cultural Padre Mugica se puede ver Casi un feliz encuentro, una obra de Griselda Gambaro con dirección de Alejandro Vizzotti.
Dicen los que saben que la literatura y el teatro están hechos de detalles. Muchas veces, quizá siempre, la historia es apenas una excusa para recorrer y descubrir la conciencia de los personajes, sus vericuetos, los laberintos complejos de la psicología humana. En esa búsqueda apasionada, sube al escenario Casi un feliz encuentro – con dirección de Alejandro Vizzotti– de la mano de Griselda Gambaro, una de las dramaturgas argentinas que mejor supo retratar, a través de personajes crudos y genuinos, las relaciones, tensiones y ambigüedades que supone la construcción de un ser social.
Tona y Laura –en la piel de Claudia Mac Auliffe y Sonia Novello– son dos hermanas que vuelven a verse luego de unos años. El encuentro no es casual, sino que las une la herencia de sus padres. Tona, la menor, es quien se quedó en la casa para cuidar de ellos hasta el último aliento. Laura vive en Francia y es el momento del regreso. El reencuentro tiene lugar en el living de Tona, un espacio minimalista apenas iluminado, como si se tratara de ciertas emociones y poco alegres recuerdos que supieron crear en algún tiempo de la niñez. Sin embargo, los rencores, ausencias y responsabilidades llegan. Cada vez con más fuerza, pero siempre llenos de humor y diálogos divertidos que distienden los sentimientos de las hermanas. El esfuerzo por mantener alguna cordialidad es evidente; no obstante, en nombre de la familia, ¿hasta dónde llega el amor fraterno? ¿Cuáles son los límites del perdón y el olvido? ¿Qué pasa con las amistades, los vecinos, las relaciones intrafamiliares que también condicionan los mandatos sociales?
Si bien muchas de las obras de Gambaro están atravesadas por una crítica al poder y a la opresión, una mirada sobre la violencia, la crueldad, las necesidades de los sectores más vulnerables, a veces hay quienes esperan ese tipo de comentarios entrelíneas. Al menos solapados. Sin embargo, los contextos cotidianos pueden configurar de forma más transparente todo lo que allá afuera sucede. Tal vez, esa es la maestría que sigue sorprendiendo de la escritora y dramaturga porteña, y de las diferentes puestas como esta obra que abre el telón en el Centro Cultural Padre Mugica: narraciones que, a partir de un hecho común y corriente, pueden contar cómo está organizada una sociedad, una cultura, todos los sentidos que los autores y directores hayan visto, incluso, en situaciones sin mayor trascendencia aparente.
“La crítica puede ser un malentendido. En este caso, creo que esos son temas importantes en mi obra, pero también es cierto que existen otros temas paralelos: la pareja, la vejez, la solidaridad, la incomprensión, la falta de comunicación están igualmente presentes”, expresó en una oportunidad la propia Griselda Gambaro. Sin dudas, Casi un feliz encuentro es un buen ejemplo de ello. Una pieza graciosa, ligera, breve, pero no menos reflexiva, con varias aristas para contemplar que nos acercan a cuestionar postulados no siempre fáciles de observar; a hacernos conscientes de que ahí están. La casa familiar, la infancia, la adultez, el día a día, la distancia o la misma cercanía: capas y capas que dan forma y modo ontológicos sin apenas sospecharlo. Tona y Laura, vestidas de pies a cabeza con tonos verdes, nos cuentan sobre ello. Tal vez susurrando –mediante el simbólico vestuario elegido– que, pese a todo, las crisis son también esperanza y una oportunidad de alcanzar algo de felicidad. O casi.