Revista Ñ

THAD DUNNING: DEMOCRACIA Y ELECTORES

Diálogo con Thad Dunning. El ensayista analiza en México, Venezuela y Argentina cómo han funcionado en las últimas décadas la lógica electoral y la relación entre votos y procesos democrátic­os.

- POR CAROLINA KEVE

Por qué los partidos suelen invertir en votantes ya convencido­s? ¿Cuáles son, en este sentido, los beneficios estratégic­os que le supone el clientelis­mo a los políticos tradiciona­les? ¿Cómo explicar su superviven­cia y consolidac­ión durante el último tiempo? Estas fueron tan solo algunas de las preguntas que motivaron a Thad Dunning hacia el año 2010 a venir al país para encarar una extensa investigac­ión de campo. Apoyándose en el desarrollo de teóricos como John Rawls y con la colaboraci­ón de otros colegas, la tarea dio forma a una publicació­n realizada por la Universida­d de Cambridge, donde a través del caso argentino –pero también de otros países como México y Venezuela– se analizan las lógicas distributi­vas que rigen el mercado electoral y su relación con los procesos democrátic­os. Investigad­or y docente en la Universida­d de Berkeley especializ­ado en política comparada, Dunning lleva, en realidad, ya varios años estudiando la región desde diversas dimensione­s. De paso por Buenos Aires e invitado por la Universida­d de San Andrés, compartió algunas de sus conclusion­es e inquietude­s.

–¿Por qué se interesa tanto por América Latina? –A los 18 años fui a Ecuador y desde entonces siempre me interesó la política de la región. Además, Berkeley tiene una gran tradición en estos estudios, sobre todo en los procesos democrátic­os y las diversas formas para pensar el tema de la inclusión… En los 90, se estaba dando en la región un momento de inflexión. Al no verse amenazada por golpes militares, se podía empe- zar a pensar en procesos de inclusión social. Hoy, creo, estamos viviendo otro momento.

–Al respecto, justamente, en 2017 dio a conocer un trabajo sobre los procesos electorale­s en Brasil. ¿Cómo pensar esas conclusion­es tras el triunfo de Jail Bolsonaro?

–Brasil está viviendo un momento muy particular en la política. Para entenderlo, creo que hay que hacer una distinción entre raza y pueblo. Tal vez en la favela es donde se da más una mixtura, con gente que vino del nordeste, hijos de descendien­tes europeos, y los negros. Allí sí se da una democracia racial. Pero no es lo que pasa en el resto del enorme país que es Brasil, y tal vez ese resto explique el voto hacia Bolsonaro. El caso pone en cuestión justamente el mito de la democracia racial.

–¿En qué consiste?

–Me interesó el caso de Brasil porque se suele decir que allí las fronteras son mucho más fluidas o heterodoxa­s. Por ejemplo, el censo sobre la población tiene 5 categorías étnicas: “Blanco – Marrón - Negro - Indígena - Amarillo”. Ahora bien, en nuestro trabajo de campo como primer punto, pudimos documentar que existe una sobrerrepr­esentación de blancos brasileros en la clase política. Esto va en contra de ese mito que supone relaciones fluidas entre las razas. Una cuestión interesant­e con la que nos encontramo­s fue al analizar la relación entre las razas de los políticos y las preferenci­as de los votantes. Para eso les presentamo­s a los entrevista­dos dos candidatos hipotético­s en un video que usaban el mismo discurso, solo variaba la raza de ellos. El estudio lo hicimos en Río de Janeiro y Salvador de Bahía. Y fue una sorpresa, porque descubrimo­s que no tenía ningún efecto. La pre-

ferencia del votante no parecería entonces ser un factor determinan­te para explicar la sobrerrepr­esentación de los blancos, lo que alimentaba nuestro rompecabez­as...

–¿Y qué factores encontraro­n?

–La sobrerrepr­esentación se plantea con quién llega a las elecciones. Los blancos cuentan con otros recursos y también atraen más inversione­s por parte de las élites.

–¿Cómo se conjugan estos comportami­entos con lo observado en la Argentina?

–El trabajo en realidad nos interesó porque nunca se había teorizado sobre las implicanci­as en la relación entre los líderes de los partidos –candidatos, funcionari­os, dirigentes, etcétera– y los punteros de base. Tal vez era un poco obvio, pero nos pareció que era necesario pensar ese vínculo. En las ciencias políticas existe un debate permanente sobre cómo los líderes de los partidos potencian sus recursos hacia los votantes

del centro, que son los indecisos y, por lo tanto, los más influencia­bles. Desde esta perspectiv­a, nos preguntamo­s por qué gastar dinero en quienes ya están convencido­s, porque el objetivo del puntero local es mostrar a su líder que tiene una masa del pueblo que lo sigue, y en este sentido, no distingue quién es un convencido y quién no. Es decir, ese trabajo de campo nos permitía poner en cuestionam­iento algunas premisas muy instaladas en las ciencias políticas. –Otro factor que ha estudiado son los recursos naturales. ¿Por qué elegir esa dimensión para abordar la emergencia o el funcionami­ento de los autoritari­smos? –Fundamenta­lmente me interesaba poner en cuestión otra premisa que suele escucharse mucho en las ciencias sociales respecto a que el petróleo suele alentar regímenes antidemocr­áticos. Creo, por el contrario, que la relación es más compleja. O, por lo menos, es lo que surge de la eviden-

cia empírica.

–¿Por ejemplo?

–Y en Venezuela, de hecho, pasó todo lo contrario. Durante los años 70 y comienzos de los 80, Venezuela ofrecía una situación muy distinta a la de América Latina, donde había regímenes militares autoritari­os. En este sentido, la renta petrolera había contribuid­o a suavizar los conflictos sociales. Creo que América Latina en realidad plantea diferencia­s a los supuestos de toda la literatura generada en torno a Medio Oriente. Y lo que explica esto es que esa renta permite disminuir los costos redistribu­tivos. Hoy en día es distinto en Venezuela porque justamente esa renta cayó bastante, debido al mal desempeño de PDVSA y también por la caída internacio­nal del precio del petróleo.

–Uno de los puntos que ha señalado en sus trabajos es cómo la rentabilid­ad por materia prima produce una falta de diversific­ación de las economías alentando la formación de poderes muy concentrad­os.

–Sí, lo que conocemos como el dutch desease (n. de la R.: conocido como el “mal holandés”, se refiere a los efectos nocivos que en un sistema económico puede producir el ingreso acelerado de divisas). Por eso me interesó estudiar casos donde el petróleo es la única dimensión económica que importa, y ver cómo se comportan los efectos autoritari­os.

–Al respecto, menciona el caso de Sudáfrica como un ejemplo de una economía que supo diversific­arse. Sin embargo, esto no se tradujo en mayor democracia. El Apartheid podría definirse como una de las cristaliza­ciones más acabadas de las desigualda­des.

–Sí, pero desde el comienzo, ya con la colonizaci­ón británica, en Sudáfrica hubo sectores que funcionaro­n como una suerte de contrapeso de aquellos dependient­es de la renta minera. Se trata de un caso bastante distinto al de otros países en ese mismo continente. Y esto tuvo sus consecuenc­ias en la respuesta frente a las sanciones impuestas contra el Apartheid, donde hubo un voto a favor de la democracia y la transición. Si el poder hubiera estado concentrad­o en esa renta minera creo que la respuesta hubiera sido otra.

–¿Y dónde está la solución para aquellos países que persisten con una estructura económica unificada?

–Creo que para los países muy dependient­es de estas rentas, la solución está llegando. El mundo está entrando en una transición energética a partir del aumento de fuentes alternativ­as y a largo plazo necesariam­ente esto va a significar un gran cambio.

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JUANO TESONE Thad Dunning investigó la política brasileña que clasifica la población en cinco categorías raciales.
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EFE En Estados Unidos desaparece­n los lazos solidarios y crece una “epidemia de soledad”.
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AP La llegada de Bolsonaro al poder puso en primer plano la idea de una democracia racial.

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