KUITCA VUELVE A MOSTRAR EN MADRID
Muestra individual. Más de 15 años después de su exposisión en el Reina Sofía, exhibe un conjunto que incluye nuevos mapas y plantas de teatros.
Los planos, escenarios y mapas que Guillermo Kuitca pinta desde finales de la década de 1980 se nos ofrecen como espacios que habitar. Aunque sean presentados y delimitados como zonas en tensión y evoquen el vacío territorial de un desplazamiento bélico o el dramatismo de un plano de departamento representado por coronas de espinas, resulta difícil no imaginar un cuerpo y sus posibles tramas de vida.
Hace tiempo que Guillermo Kuitca no expone de manera individual en Madrid, la última fue en el 2003 en el Palacio de Velázquez del Museo Reina Sofía. La misma exposición pudo verse ese mismo año en el Malba de Buenos Aires. Al igual que esas exposiciones, la que estos días se puede visitar en la galería Elba Benítez de Madrid ha sido curada por Sonia Becce. La ajustada selección de pinturas realizadas en los últimos años y los dibujos recientes, parecen organizar una serie donde la topografía sustituye a la cartografía.
En una de las pinturas de mayor tamaño, entre un fondo de distintas capas de blanco sucio, donde el óleo por momentos se vuelve cal, las líneas en diagonal de lo que parece una delimitación territorial están suspendidas. La fijeza representacional se ha vuelto espacial, por ello un bloque de estructuras a color que remiten a placas o representaciones rocosas puede flotar en el espacio de la tela.
Si bien el interés de Guillermo Kuitca por cierta representación del mundo parece no vencer nunca, y desde hace más de cuatro décadas el campo de experimentación pictórica gravita a su alrededor, cada obra ofrece puntos de fuga y vías de continuación. La arquitectura y el territorio emergen a partir de convenciones precisas y se organizan a partir de líneas y vectores, sin embargo su protocolo no se encuentra al servicio de una narración. El teatro como planta arquitectónica permite pensar menos en una pantalla donde proyectar y extender una escena y mucho más en una retícula estallada y en la funcionalidad de una estructura.
En la serie de dibujos de las plantas de distintos teatros de ópera del mundo, donde interviene el plano original del Teatro Real de Madrid y modifica el color de ubicación del público, introduciendo la platea en el paraíso y desmantela la estructura social, el desplazamiento se produce a través del uso de las funciones. En estos dibujos y en otras obras de mayor escala, donde el punto de vista se dirige desde el escenario a los espectadores, las pequeñas rupturas y los desplazamientos son el efecto de una cuidada aplicación de agua y de un proceso de secado que convierte a las plantas en representaciones tan lisas como obsesivas.
Las cintas que transportan el equipaje en los aeropuertos, que en el 2003 protagonizaron la escenografía diseñada para la ópera El holandés errante (Teatro Colón), reaparecen en las nueve obras que se agolpan en una de las paredes de la galería hasta convertirse en una única pieza. En estas imágenes, realizadas sobre seda en las que el pigmento de color se expande hasta volver difusos sus bordes, las cintas no transportan ningún objeto.
Desde hace algo más de una década, la refracción cubista está presente en su obra a través de pequeñas diagonales que cubren la superficie del cuadro o la totalidad de las paredes de un espacio habitable. Sin embargo, sus cuevas pictóricas donde las líneas cortas de color ocupan la totalidad de la superficie, son algo más que un salto hacia otro modo de exponer. Se trata de una acción que le permite a Kuitca identificar de un modo distinto la delimitación espacial y única de la pintura y a la vez construir cápsulas independientes o habitáculos pictóricos.
Cada una de las obras reunidas en Madrid contiene pocas pinceladas y el lugar que ocupan los distintos elementos en la superficie de la imagen antes que inquietar reconfortan. Allí están las sillas, las puertas, las siluetas y los espacios arquitectónicos y naturales en los que están inmersas, expresando, en cada obra, idéntica relevancia. Son objetos vaciados de carga sentimental, porque las sillas al igual que las camas, son elementos donde la vida se aloja sin fijar un tipo específico de experiencia.