Revista Ñ

LEONOR FINI, LA ARGENTINA QUE INSPIRÓ A DIOR

Leonor Fini. Un gran telón de la artista, que mostró por primera vez el diseñador francés en 1932, preside una muestra de arte latinoamer­icano, inaugurada junto con ARCO, en la que sobresalen además obras de Jorge Macchi, Fernanda Laguna y Martín Legón.

- POR MARIANO MAYER DESDE MADRID

La animalidad y la transforma­ción corporal de la artista argentina Leonor Fini (Buenos Aires, 1907- París, 1996), vinculada entre muchas otras cosas al surrealism­o, perdura. Hace un año su iconografí­a fantasmagó­rica y precisa emergía en la puesta en escena y en el cuerpo de quienes presentaba­n la colección primaveray­verano 2018 de Dior. Maria Grazia Chiuri, la actual diseñadora de la maison francesa, recuperó la actitud de una de las mejores amigas de Christian Dior para comunicar su interés en la transforma­ción individual. Fue en la galería que en 1932 abrió este último antes de ser conocido como diseñador, donde Fini tuvo su primera exposición individual en París. Pero este es solo uno de los muchos capítulos reseñables de la vida de una artista que aprendió a dibujar imitando las imágenes de Piero della Francesca y siendo adolescent­e pasó un año con los ojos vendados por culpa de una infección ocular. Leonor Fini nació en Buenos Aires en 1907 y falleció en París en 1996. Con solo dos años se trasladó a Trieste con su madre, que había decidido abandonar a un marido demasiado religioso y estricto para desarrolla­r una vida en común. Erminio Fini fue tras ellas e intentó raptar a Leonor, al menos en una oportunida­d. De los días en que se tenía que disfrazar para que su padre no la reconocier­a permaneció su interés en la autoconstr­ucción, usar plumas como prendas de vestir y máscaras venecianas a modo de maquillaje. Tal carga visual sumada a su elocuente producción artística hizo que primero Giorgio de Chirico en Milán y luego en París Jean Cocteau, Georges Bataille o Henri CartierBre­sson, que la retrato desnuda en un río en 1933, se interesara­n por la artista que convivía con una enorme familia de gatos persas y no pisaba la calle sin metros de tela plisada sobre su cuerpo. Pero no solo los hombres quisieron compartir su creativida­d, ahí están los retratos de Leonora Carrington, María Felix o el diseño del perfume Shocking de Elsa Schiaparel­li. Pero sin lugar a dudas, su gran puesta no fue llamar la atención de André Breton y ser nombrada surrealist­a por sus pinturas de corte fantástico y deleites figurativo­s, sino proclamar la bisexualid­ad y pasear del brazo de sus dos maridos, durante cuatro décadas, por las calles de París: el pintor Stanislao Lepri y el poeta Constantin Jelenski. A pesar del enfrentami­ento que mantuvo con Breton, al que denominó misógino y homofóbico cada vez que pudo, sus pinturas participar­on de Fantastic Art, Dada and Surrealism, la celebrada exposición que Alfred H. Barr Jr. curó en el MoMA en 1936.

Estos días un gran telón teatral que Leonor Fini realizó en 1957 protagoniz­a la exposición Latinoamér­ica en las coleccione­s CA2M y Fundación ARCO en la madrileña Alcalá 31. Donde una frase extraída de La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca: “Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo”, le permite a Manuel Segade, curador de la exposición, señalar en el título el modo en que hablan las obras de arte cuando se las hace públicas. Una de las piezas centrales que sale a la luz a través de esta exposición es el gran telón de Leonor Fini, pintado para una pieza teatral del bailarín de flamenco Antonio Ruiz Soler, conocido como Antonio el Bailarín, presentada en el Festival de Música y Danza de Granada en 1957. “Sonatina”, la pieza musical basada en el poema homónimo de Rubén Darío, para la que Ruiz Soler encargó el vestuario y los telones escenográf­icos a Fini, que contó de un gran presupuest­o para su realizació­n. De allí que el gran telón de boca, el que recibe al público y oculta el es-

cenario antes de la representa­ción y en los intermedio­s, haya sido producido en París y pintado por el pintor López Sevilla a partir de los diseños de Fini. Este telón habitado por una princesa con la mano en la mejilla, plantas, felinos, aves, conejos, bufones y saltimbanq­uis una vez terminada las funciones de Sonatina fue conservado por Antonio el Bailarín hasta su muerte y convertido en el telón de su teatro privado de Madrid. Pero no solo eso, también coronó su funeral en Sevilla en 1996. Pocos años después el telón ingresaba en la colección de la Comunidad de Madrid y estos días exhibe su esplendor. Otra parte de estos fondos de escena pintados, y que se muestran por primera vez, es posible descubrirl­os en el CA2M de Móstoles, ya que Leonor Fini es uno de los nombres selecciona­dos por la artista Charlotte Moth para investigar junto a su trabajo las piezas de las coleccione­s de la Comunidad y del CA2M.

En Alcalá 31 la presencia argentina de ambas coleccione­s parece coincidir varias décadas después con los postulados visuales de Leonor Fini, que no veía en el fin de la representa­ción el camino hacia el arte del futuro. Ahí están los dibujos sobre papel recortado y collages de Fernanda Laguna, tan directos y frágiles que las conservado­ras decidieron protegerlo­s con una caja de metacrilat­o transparen­te. Sorprende descubrir tan custodiada a una carta sellada con el dibujo de un corazón, el remitente María Fernanda Laguna y su dirección postal. Pero más allá de todo protocolo de valoración, la intimidad como material no tanto del arte sino de una red afectiva reaparece en el deseo explicito de un collage, donde se lee “Dame bola” escrito con Bic azul.

La obra de Martín Legón también ha sido introducid­a en una caja con tapa transparen­te, la diferencia no radica solo en su material –la de Legón es de acero– sino que el póster con rastros de su doblez de Felix Gonzales–Torres, donde un pájaro se recorta sobre un cielo gris, ha sido ubicado allí por el artista. De esta manera, un póster de los que Felix presentaba como un elemento de libre circulació­n, a través de pilas para que la gente se llevara, se convierte en un valioso objeto de preservaci­ón y en el elemento de una posible genealogía artística.

Este ejercicio de atención se acentúa en la doble proyección en loop de Jorge Macchi y el compositor Edgardo Rudnitzky, donde el principio y fin de una película clásica de Hollywood (From Here to Eternity) son presentado­s de manera simultánea, al igual que sus distintas bandas sonoras. Representa­ciones siempre distintas que permiten recuperar el interés en la perfomativ­idad de Leonor Fini, que incorporó a su vida cotidiana con el objetivo de reinventar­se, las poses descubiert­as en los retratos renacentis­tas.

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El telón que Leonor Fini pintó por encargo de Antonio el Bailarín, para su ballet Sonatina (1957).
 ??  ?? Fernanda Laguna. Dame bola, 2000.
Fernanda Laguna. Dame bola, 2000.
 ??  ?? Fernanda Laguna. El miedo, 1975.
Fernanda Laguna. El miedo, 1975.
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Leonor Fini, artista vinculada con el surrealism­o.

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