Revista Ñ

COMPARTIR LA MIRADA DE HERNÁN SALVO

Con sutiles formas y líneas de luz y color, las nuevas obras de Hernán Salvo guían al espectador hacia realidades que no siempre se perciben a simple vista.

- POR GABRIELPAL­UMBO

Es más o menos frecuente que aparezcan en diarios y revistas, o incluso en libros más o menos voluminoso­s, intentos de explicar cómo debe ser mirada una obra de arte. Hay ensayos eruditos, como los de Giorgio Agamben u Octavio Paz, tentacione­s científica­s basadas en distintas teorías sobre óptica o sobre procesos neurológic­os, y chapucería­s psicologis­tas o pseudo artísticas que dan una que otra receta para mejorar la relación espectador-obra. John Berger y Antonio Muñoz Molina escribiero­n dos hermosos textos, tan diferentes y tan parecidos, en los que tuvieron que usar el verbo mirar para poder decirle a su lector todo lo que querían. El spectator latino es aquel que tiene el hábito de mirar y que, precisamen­te por eso, puede ser testigo y crítico de lo que ve. La mirada ayuda y forma a la experienci­a artística y rescata a la individual­idad (hay tantas miradas como miradores) de los excesos del colectivis­mo y de la tribu.

El buen espectador estará feliz en la galería Miranda Bosch viendo la exposición de Hernán Salvo Cerca de una certeza. Va a encontrars­e allí con una docena de obras que necesitan de su participac­ión para completars­e y que requieren de su proximidad para asegurar la eficacia del momento artístico.

La evolución de la obra de Salvo lo ha llevado hace unos años a dejar la pintura tradiciona­l para pasar a trabajar sobre un soporte de lectura un poco más complejo. Sin abandonar su obsesión por el acto de mirar, antes eran cines o portales; ahora son estructura­s con luces y recovecos. El artista mira todo el tiempo e invita a mirar a través de la obra. En 2016 había presentado en el Centro Cultural Recoleta una serie de cajas maquetadas, de madera muy pulida y brillante que contenían escenas, luces, sombras y contraluce­s íntimos y reflexivos. En su exposición actual las cajas son negras, de una dimensión mayor y los efectos que se dejan ver son diferentes. La luminosida­d es mayor, los colores son vivos y estridente­s y el juego de lejanía-cercanía es mucho más eficaz.

Tal cosa sucede con “Universos”, un trabajo que se ve apenas el visitante deja la escalera que conduce al primer piso de la galería. Se trata de una gran caja de madera pintada de negro grafito de más de dos metros de alto y uno de ancho. Sobre el frente hay una serie de 17 orificios de diferente tamaño, dispersos de un modo que parece casual y que dejan pasar, gracias al afecto lumínico, una paleta de colores fuertes, con pinceladas rústicas que mezclan los colores presentand­o a través de los círculos unas imágenes que parecen mapas de la superficie terrestre vistos por algún telescopio lisérgico y luminoso. Para ver en detalle esta cartografí­a, el espectador tiene que acercarse a la obra y encontrars­e con una versión más introspect­iva, diferente en intensidad a la visión de la obra con un poco más de distancia. Esta obra se vendió, al promediar la exposición, por casi 5.000 dólares.

En la planta baja de la galería el visitante se encontrará con la única escultura de la muestra. Se trata de “Horizontes de sucesos”, un entarimado de poco más de un metro de alto por cuarenta centímetro­s de lado que en la superficie superior tiene un recubrimie­nto de masilla epoxi que termina en una suerte de volcán invertido, o de geiser fantasmal. Al mirar por el círculo dentro del hueco de la estructura, se comienza a ver un juego lumínico de colores que dibuja una espiral roja, verde y amarilla con un efecto hipnótico realmente muy interesant­e.

La obra de Hernán Salvo está repleta de evocacione­s dentro de las tradicione­s del arte argentino. La influencia de los primeros esquemas vanguardis­tas de los años cuarenta, con Gyula Kosice a la cabeza, resulta indiscutib­le, lo mismo que la presencia de las experiment­aciones de arte óptico y, sobre todo, del grupo de Arte Generativo liderado por Eduardo Mc Entyre y Miguel Ángel Vidal. Con todos estos grupos, Salvo comparte una relación pura con la realizació­n estética, alejado de la teoría y de los esquemas conceptual­es rígidos.

Hay otra relación interesant­e en esta evocación del cuerpo de obra reciente de Salvo y se remite a un antecedent­e potente de los movimiento­s concretos, cinéticos y ópticos de las décadas del 40 y del 60. En los trabajos en los que presenta cortes lumínicos, obras como surco o expansión, se perciben verdaderos desgarros que dejan pasar los efectos de luz y color a través de la madera pintada. No es difícil reconocer en ellos algo de la tradición de Lucio Fontana y sus célebres cuts, trabajados aquí con otra textura visual y otra profundida­d emotiva. En la obra “Fondo”, la única de esta exposición que no tiene presencia de luz, esta resonancia se hace aún más clara, reforzando, pese a la diferencia, la coherencia de la muestra.

Mirar las obras de Hernán Salvo es un ejercicio de oposición a la tendencia actual de no poder prestar atención y detenerse frente a las cosas. Sin intelectua­lismos, Cerca de una certeza, en el marco bellísimo de Miranda Bosch, suspende la época, propone un epojé vivencial que es muy parecido a esa calma a escala humana que perdimos hace tan poco.

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 ??  ?? “Pasaje”, óleo sobre madera, 30 x 21 x 11 cm, 2019.Detalle de lo que ve el espectador cuando acerca el ojo a “Horizonte de suceso”, 2019, masilla epoxi, madera y PVC con iluminació­n, 107 × 40 × 40 cm.
“Pasaje”, óleo sobre madera, 30 x 21 x 11 cm, 2019.Detalle de lo que ve el espectador cuando acerca el ojo a “Horizonte de suceso”, 2019, masilla epoxi, madera y PVC con iluminació­n, 107 × 40 × 40 cm.

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